1 de diciembre de 2019
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No es fácil esta combinación, pero nada es imposible para Él. Soy una joven que nació con diversas y múltiples limitaciones motoras pero, gracias a mi familia, desde bien pequeña me ha inculcado el saber peregrinar en el camino de la Fe y cómo no, desde mi discapacidad. A veces es mayor el muro de los obstáculos humanos que el de los físicos; hay momentos en que siento que no tienen paciencia para escucharme o, al hablarme, se dirigen a otros como si yo no los entendiera; en estos momentos se lo ofrezco al Señor, dándole un sentido cristiano, pero siempre buscando soluciones para eliminar esas “barreras”. En este peregrinar lleno de obstáculos sociales y humanos, Él siempre está conmigo y yo con Él, por lo que su fuerza es la que me ayuda a superarme en mi día a día.
¿Si Jesús llegó a ofrecer su propia vida por mí, cómo yo no voy a poder llevar mi cruz si, además, es Él el que me prepara al cirineo para acompañarme?
Reflexión que, me hace ver que confiando en Él y poniendo toda mi voluntad, voy consiguiendo pequeños y grandes logros. Lo que me hace tomar conciencia de que los límites no son impedimento para conseguir los sueños.
Quiero agradecer a esas personas que, al conocerles, han dejado huella en mi caminar, convirtiéndose en mis amigos, como me gusta decir a mí, mis amigos adultos y como yo les digo “abrazasteis mis abrazos”.
No puedo acabar sin ponerle el broche final a este pequeño testimonio, haciendo referencia al siguiente versículo bíblico: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, yo os aliviaré” (Mt 11, 28).