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15 de mayo de 2011

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]D[/fusion_dropcap]os de nuestros seminaristas diocesanos, Juan Iniesta y Fernando Zapata, nos cuentan cómo escucharon la llamada de Dios para el sacerdocio, y le dieron un si por respuesta, dejando algo que es tan valorado socialmente: el ejercicio de sus carreras de Medicina y Arquitectura, respectivamente, para prepararse para ser sacerdotes y “hacer que la gente sea realmente feliz… conociendo al Señor”, tal como ellos nos dicen. Dar a conocer a Jesús y el Evangelio es lo que más desean.

– ¿Cómo se valió Dios para decirte: Fernando, decide que si?
– Ahora soy consciente de que ha habido una historia detrás, ciertos acontecimientos y sobre todo un cura, que en mi momento de crisis, el día que yo estaba mal me preguntó: ¿No será que el Señor te está llamando para ser sacerdote? En ese momento, me temblaron las patejas y bueno, tuve que dar una respuesta.

– Dejaste tu Arquitectura y dijiste: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. ¿Qué pasos diste después?
– Fui a hablar con Juan Miguel, el párroco de Santa María, en Villarrobledo, que se puso en contacto con el rector y en una semana, estaba en el Seminario. Y allí estamos, en Alicante, haciendo 4º de Estudios Eclesiásticos y nos acaban de admitir a Órdenes. Vamos dando pasitos.

– ¿Cómo se sirvió Dios para decirte: Juan te necesito?
– Se sirvió, como decía Fernando, de detalles de los que uno va tomando conciencia conforme va pasando el tiempo, pero, sobre todo, de una vida muy normal: en mi parroquia de aquí de Albacete, la del Pilar, como catequista, como miembro del grupo de jóvenes y después, como responsable también, viendo lo importante que es el Evangelio, lo feliz que me hacía intentar seguirlo como buenamente se puede…  y especialmente, intentando que la gente lo descubriese y fuese realmente feliz conociendo al Señor, que es lo más importante, lo más bonito de nuestra profesión, por llamarla de alguna manera.

– Dios sigue llamando, pero ¿Por qué hoy no se oye la voz de Dios?, ¿Por qué hoy los jóvenes son tan reacios a escuchar esa llamada?
– Juan
: Dios sigue llamando. El problema es… primero, hay que hacer silencio para escuchar y no estamos acostumbrados a hacer silencio, nosotros los primeros: El Señor se va valiendo de este proceso en el Seminario para hacerte descubrir cosas que al principio ni te dabas cuenta de la importancia que podían tener, te va ayudando a renunciar a cosas que considerabas fundamentales en tu vida y que no lo son, y una de las cosas más importantes es saber encontrar al Señor en el silencio y me da la sensación muchas veces, que también está el miedo al compromiso, a las cosas serias, dentro de la juventud: Nosotros mismos lo hemos vivido, tenemos nuestros años porque también hemos tardado un poquito en dar el paso al Seminario, quizás en parte por ese miedo al compromiso, a una cosa tan seria, que exige tanta fidelidad.

– Fernando, ¿Qué le dirías tú a un joven, que a lo mejor ni se lo ha pensado, o bien tiene alguna inquietud?
– Juan Pablo II le dijo a los jóvenes que no tuvieran miedo. Yo eso lo he experimentado en mi vida. Y escuchar, como dice Juan, hacer silencio y acercarse a un sacerdote, de verdad que abre mucho las puertas, abre mucho los oídos, el corazón… yo les diría que no tuvieran miedo.

– ¿Y de cara a lo que vais experimentando de ser cura?
– Juan
: Este es mi último año en el Seminario, el año que viene si Dios quiere ya estaré destinado en una parroquia a la actividad pastoral, y lo que más me apetece es, por supuesto, estar con la gente, acompañar grupos, pero, sobre todo, celebrar la Eucaristía que tiene que ser una cosa maravillosa, y no sé por qué, pero siempre me ha llamado mucho la atención el tema de la confesión, poder acercar a la gente a la misericordia de Dios y hacer presente en el mundo ese amor de Dios que se derrama hasta el punto de perdonar los pecados más graves que podamos nosotros pensar que nos separan tanto de Dios; Él es capaz de suplirlos con su amor.
– Fernando: Celebrar la Eucaristía y hacer presente al Señor aquí en la tierra, pues que me hace mucha ilusión, la verdad.