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19 de junio de 2011

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Celebramos hoy el Dia pro Orantibus. Se trata del Día de la Vida consagrada contemplativa, que se celebra con todo su sentido el Domingo de la Santísima Trinidad. Es un día, por tanto, para orar por todos los religiosos/as que tienen como tarea primordial en su vida orar por todos nosotros.

Hace un mes en un Monasterio de Clausura de la Orden de santa Clara de Hellín, una chica, Marta Galdámez, hizo su profesión solemne, es decir su entrega total y definitiva al Señor, para vivir esta forma de vida consagrada. Marta tiene 28 años. Nació en Metapán (El Salvador) y lleva ocho años en España.

– Marta, ¿cómo fue tu infancia y juventud para llegar a esta decisión de entrar en un Convento de Clausura?
– Nací en una familia profundamente cristiana, que participaba mucho en la parroquia. Así pues, desde niña pertenecí a los grupos de la infancia misionera, más tarde en los grupos juveniles de la parroquia. Me tomaba muy en serio las reuniones y nuestras actividades.

– ¿Y la idea de ser monja cómo llegó?
– Muy sencillo. Una de las hermanas era mi amiga. En aquel momento yo era coordinadora del grupo juvenil y tenía la responsabilidad de cuidar de la formación de los jóvenes. Entonces ella me envió materiales sobre la vida y espiritualidad de Santa Clara para que lo diese a conocer a los jóvenes. Yo me quedé prendada, enamorada de la espiritualidad de esta Santa, y me invitó a hacer una experiencia con ellas, mi respuesta fue que no, pues no tenía intenciones de ser religiosa, pero el Señor se encargó de velar por mi vida y poco a poco fui cambiando de parecer, hasta que me decidí a que fuera Dios el que marcara mi camino.

– Y Marta vino, vio y se quedó en Hellín. Hizo un año de postulantado, dos de noviciado, después la profesión de votos simples, para llegar por fin a la gran fiesta del otro día, su profesión solemne como monja clarisa. Durante este tiempo, ¿Cuáles han sido tus dificultades, luchas, tentaciones?
– Ha habido de todo, pero en todo ha sobreabundado la gracia y por eso estoy aquí tan contenta. El postulantado supuso tomar conciencia de que dejaba una familia para empezar otra, y en esa toma de conciencia, fueron muy importantes las palabras que me dijo, sor Clara, mi maestra: que para ser feliz plenamente debía abrirme al espíritu, palabras que llegaron a lo más profundo de mi misma, y que me hicieron comprender y lanzarme hacia lo que Dios me estaba ofreciendo: formar parte de la gran familia franciscano-clariana. En el Noviciado fui madurando y comprendiendo lo que significa dejarlo todo para seguir a Jesús, empecé a ver lo que significa en verdad vivir en fraternidad, eso que yo soñaba antes de venir a mi Monasterio. Es verdad que siempre se sigue recordando a la familia, la tierra, pero se descubre que lo que pide el Señor es mucho  más grande. Al llegar mis primeros votos, ya me di cuenta que lo mío era centrar toda mi vida en Cristo, entregarme totalmente a Él. Y la espiritualidad de Santa Clara es profundamente Cristocéntrica.

– Y tú, una chica que en los años jóvenes fuiste militante, ¿pensaste alguna vez si el Señor te quería para la vida activa, es decir para el apostolado en la calle?
– Alguna vez me pasó por la cabeza si el Señor me quería aquí o allá, pero a través de las mediaciones, como lo es el acompañamiento en el proceso de formación, el discerniendo en diálogo con mi maestra, es como fui descubriendo lo que de verdad el Señor quería de mí

– Llegó el día de la Profesión solemne. ¿Cómo viviste esta bellísima celebración?
– No se puede explicar con palabras, sólo se puede vivir. Puedo decir a modo de balbuceo, que allí entendí mejor el evangelio que nos habla de tener la dicha de haber encontrado el tesoro escondido. Yo lo había encontrado. Y mientras pronunciaba mi sí definitivo de seguimiento a Jesús, sentía cómo su gracia me arropaba

– Una monja clarisa ¿cómo vive un día?
– Pues muy intensamente. No hay tiempo para aburrirse, todo esta bien organizado. Tenemos grandes ratos de oración, la celebración de la Eucaristía, tiempos de trabajo manual, tiempo de formación teológica, humana y de espiritualidad del propio carisma, y también ratos de recreación en el que compartimos lo vivido en el día con las hermanas. También tenemos contacto con gentes que vienen a nuestro Monasterio y necesitan de nuestra ayuda, escucha, consejo y oración.

– ¿Y qué dirías a los jóvenes?
– Animo a todos los jóvenes a  no tener miedo a la llamada que les pueda hacer Cristo, pues ella abre paso a la verdadera felicidad, esa que sólo Cristo nos puede dar, si nosotros consentimos. Soy feliz de haber optado por Cristo o mejor dicho de que él se haya fijado en mí y de haber encontrado mi lugar dentro de un carisma concreto dentro de la Iglesia, como es el que descubrió la Madre Santa Clara. Ser clarisa hoy queridos jóvenes, no es vivir de espaldas a la realidad del mundo, sino contemplarla con una nueva mirada, y nuestra mirada orante es desde Cristo. Os invito a que hagáis experiencia personal de Cristo, solo entonces podréis anunciarlo con valentía dando respuesta a su llamada, sintiéndoos amados de él.