23 de mayo de 2010

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Hoy celebramos el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, los obispos de esta comisión nos brindan el mensaje para esta jornada:

(…) «Para vosotros soy obispo, con vosotros soy un cristiano; aquel es el nombre de un oficio, este es el nombre de la gracia; aquel es mi responsabilidad; este es mi salvación» (S. Agustín).

El lema elegido este año para la celebración del Día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica, con ocasión de la solemnidad de Pentecostés, nos invita a tomar conciencia de esta realidad descrita por san Agustín. Tanto los presbíteros como los fieles laicos formamos parte de un mismo cuerpo, de la única Iglesia de Jesucristo. Esta pertenencia eclesial, que es gracia y don de Dios, nos plantea un conjunto de exigencias que debemos tener muy presentes en la vivencia de nuestras respectivas vocaciones.

La primera exigencia para todos los bautizados es la de permanecer en Cristo. Esto lleva consigo acoger sus enseñanzas, buscar ante todo el Reino de Dios y alimentar nuestra vida con la gracia divina en las celebraciones litúrgicas. Jesucristo, la piedra angular desechada por los arquitectos, debe ser siempre el sólido fundamento de nuestra vida cristiana y de nuestros proyectos evangelizadores. (…)

En medio del individualismo y de la disgregación que observamos en la sociedad y, en ocasiones, también en la Iglesia y en las mismas asociaciones apostólicas, la unión a Cristo, alimentada y sustentada en la oración y en la participación frecuente en los sacramentos, nos ayuda a fomentar la comunión fraterna, a impulsar la solidaridad, a rechazar los egoísmos y la dispersión pastoral, colaborando con convicción en la construcción de la casa común. (…)

Por otra parte, la participación de todos los bautizados en el oficio sacerdotal de Cristo en virtud del Bautismo nos impulsa también a descubrir los caminos recorridos por el Señor en el ejercicio de su sacerdocio, pues hemos sido llamados a seguirle. Como bien sabemos, no son caminos fáciles, puesto que Él lleva a cumplimiento su sacerdocio mediante la entrega amorosa e incondicional al Padre en la cruz por la salvación de todos los hombres. (…)

Los cristianos, revestidos de Cristo en el sacramento del Bautismo, tenemos que vivir y actuar como criaturas nuevas, proclamando las maravillas de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Acogiendo el amor de Dios, que es derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, debemos hacer del mandamiento del amor la brújula de toda nuestra existencia. (…)

La Iglesia es enviada al mundo por encargo del Señor. Pero esta misión corresponde especialmente a los cristianos laicos que, en virtud de «la índole secular», estáis invitados a progresar en vuestra santificación, ordenando los asuntos temporales de acuerdo con la voluntad de Dios. Ahora bien, este compromiso es necesario vivirlo con la clara conciencia de que Dios nos ama y ama el mundo, se interesa por nosotros y quiere la salvación de todos. Esta convicción profunda anima nuestro compromiso evangelizador, teniendo muy presente que siempre hemos de comenzar ofreciendo el alegre testimonio del amor de Dios a nuestros semejantes.

La solemnidad de Pentecostés nos recuerda la presencia impetuosa del Espíritu en la vida y misión de la Iglesia y es una magnífica oportunidad para que sacerdotes y cristianos laicos profundicemos en las exigencias del sacerdocio bautismal, para que asumamos con gozo la vocación a la santidad y para que demos pasos decididos en la corresponsabilidad y en la misión evangelizadora de la Iglesia. Con ocasión de esta celebración, queremos agradeceros a los presbíteros, a los cristianos laicos y a las asociaciones y movimientos apostólicos vuestro testimonio creyente y vuestra inquietud misionera. (…)