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27 de mayo de 2012

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«Apóstoles para la Nueva Evangelización»

(…) Apenas recibida la unción del Espíritu Santo, san Pedro, el primero de los Apóstoles, comienza a anunciar el mensaje de salvación y el nombre de Jesucristo, el único que salva. Desde entonces la Iglesia nunca ha interrumpido el camino de la evangelización. Cada día se celebran la Eucaristía y los demás sacramentos, se predica la Palabra de Dios y se propone la caridad y la solidaridad como camino de la justicia. Son muchos los que a lo largo de la historia han conocido y experimentado el amor de Dios como fruto de esta evangelización. Pero hoy en día somos conscientes de que muchos de nuestros contemporáneos no encuentran en esta evangelización permanente de la Iglesia la respuesta a sus preguntas y, en ocasiones, ni siquiera se las formulan. Por eso hablamos de Nueva Evangelización que, sin interrumpir la evangelización permanente, proponga nuevos caminos para que todos tengan acceso al Evangelio.

(…) La nueva evangelización pasa por reavivar en los apóstoles de hoy aquel impulso evangelizador de los orígenes de la Iglesia para hacer nuestra, de modo renovado, la expresión paulina: «¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!».  

(…) Así, la nueva evangelización necesita de evangelizadores renovados, llenos del Espíritu de Dios, testigos auténticos del Evangelio que anuncian. «Cualquier proyecto de “nueva evangelización”, cualquier proyecto de anuncio y de transmisión de la fe no puede prescindir de esta necesidad: disponer de hombres y mujeres que con la propia conducta de vida sostengan el empeño evangelizador que viven. Precisamente esta ejemplaridad es el valor agregado que confirma la verdad de la donación, del contenido de lo que enseñan y de lo que proponen como estilo de vida. La actual emergencia educativa acrecienta la demanda de educadores que sepan ser testigos creíbles de aquellas realidades y de aquellos valores sobre los cuales es posible fundar tanto la existencia personal de cada ser humano, como los proyectos compartidos de la vida social».

Damos gracias a Dios, en este día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, por tantos queridos fieles laicos que estáis implicados en dar sentido pleno al lema de la jornada de este año: “Apóstoles para la Nueva Evangelización”. (…)

A ello nos exhorta el papa Benedicto XVI, al convocar a toda la Iglesia a redescubrir nuestra fe para encontrarnos plenamente con Jesús y, desde la plenitud de su presencia, poder anunciarlo al mundo de hoy. Nos hallamos ante una realidad nueva en la que no debemos conformarnos con la trasmisión de los contenidos de la fe. Muchos de nuestros contemporáneos viven negando la fe misma, incluso muchos “miembros” del Pueblo de Dios no son consecuentes con lo que significa realmente el acto de fe.

Benedicto XVI lo expresa bellamente con el término “Porta fidei”: «”La puerta de la fe”», que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia,  está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida». Cuando se inicia ese camino, tras atravesar la puerta de la fe, es cuando estamos en disposición de acoger y entender los contenidos de la fe y las consecuencias sociales, culturales y políticas que se derivan.

Una consecuencia inexcusable de nuestra fe, y en especial en los momentos de crisis que estamos atravesando, es el testimonio de la caridad. Cuántas familias de nuestro entorno sufren hoy el zarpazo de esta situación deplorable que cuestiona profundamente el modelo social que hemos construido. El don de la fe nos mueve a trasformar el mundo en el que vivimos y anunciar que, incluso en los momentos de mayor oscuridad, el Reino de Dios ya está aquí. La fe nos permite reconocer en el rostro del que sufre a Cristo mismo y actuar en consecuencia. Nuestra fe tiene que ser necesariamente fecunda. Así lo vivió desde el principio la comunidad cristiana a la hora de comprometerse con las necesidades de los más pobres: «Si un hermano o una hermana andan desnudos… y uno de vosotros les dice: “Id en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro». (…)