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18 de junio de 2017

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«En la fiesta del Corpus Christi, los cristianos adoramos la presencia real de Jesucristo muerto y resucitado por nuestra salvación bajo las especies sacramentales del pan y del vino consagrados. En este día acogemos la invitación de Cáritas a crecer como comunidad de hermanos y a participar en la Eucaristía, sacramento de comunión con Dios y con nuestros semejantes. De este modo, cuantos comemos de un mismo pan no sólo somos invitados a formar un solo cuerpo, sino a crecer en la espiritualidad de comunión que dé sentido y anime nuestro compromiso social en favor de los que sufren», saludan los obispos.

En el Mensaje, titulado «Llamados a ser comunidad», los obispos invitan a «crecer en la espiritualidad de comunión que dé sentido y anime nuestro compromiso social en favor de los que sufren», tal y como reza el mensaje de Cáritas para el Día de la Caridad.

La Comisión Episcopal de Pastoral Social abunda en la necesidad de «superar nuestros intereses individuales, los comportamientos autorreferenciales y colaborar con el Señor en la construcción de un mundo en el que la experiencia del amor de Dios nos permita vivir la comunión y construir una sociedad más justa y fraterna».

Con Cáritas, la Conferencia Episcopal Española recuerda que «la comunidad es el ámbito donde podemos acompañar y ser acompañados, donde podemos generar presencia, cercanía y un estilo de vida donde el que el que sufre encuentre consuelo, el que tiene sed descubra fuentes para saciarse y el que se siente excluido experimente acogida y cariño«. Solo en la comunidad «podemos responder al mandato de Jesús, que nos mandó dar de comer al hambriento» e «implicarnos en el desarrollo integral de los pobres, buscando los medios adecuados para solucionar las causas estructurales de la pobreza».

«Ahora bien, si queremos ser ámbito de comunión y constructores de comunidad», añaden los obispos, «necesitamos cultivar una verdadera espiritualidad de comunión al estilo de aquellos primeros cristianos que vivían unidos y lo tenían todo en común, porque eran asiduos en la enseñanza de los apóstoles y en la fracción del pan».

Una «espiritualidad de comunión» que supone «ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un don para mí. Además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente».

Por ello, el mensaje nos invita a que «promovamos cauces para vivir la comunión con los que sufren», defendiendo «nuestra identidad y nuestra dignidad personal». Y es que «el mayor problema no está sólo en la pobreza, sino en la pérdida de la dignidad humana que se esconde detrás de la pobreza y que afecta a quienes la sufren y a quienes la generan».

Del mismo modo, los obispos animan a «sentirnos solidarios con la realidad global de nuestro mundo, sabiendo que el cuidado de nuestra vida, de las relaciones con la naturaleza y de la casa común es inseparable de la justicia, la fraternidad y la fidelidad a los demás».

De igual forma, señalan, «no estamos en el mundo sólo para dar pan o para promover un simple desarrollo económico». Además de pan, escriben los obispos, «necesitamos Palabra, relación, comunicación, comunión y sentido. Necesitamos a Dios y nos necesitamos unos a otros. Por eso, decimos que estamos al servicio del desarrollo humano integral», que «integre a todos los pueblos de la tierra, que integre la dimensión individual y comunitaria, la dimensión corporal y espiritual del ser humano, sin absolutizar al individuo ni masificarlo, sin reducir el desarrollo al crecimiento económico y sin excluir a Dios de la vida del hombre«.

Este compromiso anima a «reaccionar ante las injusticias sabiendo que no es suficiente atender a las víctimas. Es necesario incidir en el cambio de las reglas de juego del sistema económico-social». Así, citando al papa Francisco, los obispos subrayan que «no basta con transformar las estructuras, necesitamos dejarnos afectar por los pobres y desde ellos transformar también nuestros criterios y actitudes, nuestro modo de pensar y de vivir».

En lo referente a la economía, la Iglesia muestra su preocupación por «una sociedad centrada en el Dios dinero», de modo que los obispos piden «seguir abriendo caminos a otra economía al servicio de la persona que promueva al mismo tiempo la inclusión social de los pobres y la consolidación de un trabajo decente como expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer».

Finalmente, los obispos reclaman una mística «de ojos abiertos a Dios y a los hermanos, no una mística sin nombre y sin rostro, como algunas de moda. Una mística buscadora de rostros, al estilo de Jesús, que se adelanta a ver el rostro de los oprimidos, sale al encuentro de los que sufren y es buena noticia para los pobres».

El fundamento de la espiritualidad de comunión es el sacramento de la Eucaristía:

  • Él es la fuente de nuestra comunión con Cristo y con los hermanos.
  • En él nos acogemos y valoramos como miembros de un mismo cuerpo.
  • Con él podemos hacer de nuestra vida una vida entregada por los otros.
  • Por él el Espíritu del crucificado resucitado se hace vivo entre nosotros.