26 de enero de 2010
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-Háblanos de tu vida, de tu vocación franciscana…
-Soy manchego. Los primeros pasos los empecé a dar en esta ciudad de Albacete, de la cual tengo muchos recuerdos, y en ella, están mis raíces aunque nací en Toledo. Mirando hacia atrás, mi vocación franciscana se ha ido gestando por las experiencias tenidas como monaguillo y catequista: pertenecí a los grupos ASFAS (Amigos de san Francisco de Asís) y JUFRA (Juventud Franciscana). Pero fue en una de las actividades organizadas por la parroquia, en un campamento de verano, donde decidí dar el paso decisivo de ser franciscano. Todavía tengo muy presente aquel momento y aquel lugar cuando decidí ser fraile franciscano. He tenido una gran suerte de tener tantas personas que han pasado por mi vida y que me han ayudado en los inicios de mi vocación. Y aún siguen ayudándome: mi familia, los amigos, los frailes franciscanos, etc.
A la edad de 17 años salí de mi tierra querida, Albacete, para dar comienzo a la vida religiosa en la etapa de formación del “noviciado” en Lorca (Murcia). Desde entonces he ido de ciudad en ciudad, de convento en convento, compaginando diversas tareas pastorales: niños, pastoral escolar, pastoral marginal, la pastoral juvenil… Y, ahora, después de no sé cuantos años, vuelvo a Albacete a la parroquia san Francisco de Asís donde nació mi vocación franciscana.
– ¿Cómo te sientes en tu tierra?
– No puedo quejarme de los años que he estado fuera durante estos últimos años. He aprendido muchas cosas básicas y esenciales para la vida. Y ahora como una gracia de Dios, me encuentro entre los míos, más cerca de mi familia y de mucha gente conocida. La verdad es que me siento muy a gusto. Siempre he visto a la gente manchega, he de decirlo también con la gente de Albacete, como personas serias, en el sentido, de ser responsables, de que cumplen su palabra, que se comprometen… El hecho de haber estado fuera un tiempo sirve también para apreciar y valorar más lo que uno tiene en su tierra. Yo estoy muy orgulloso de ser manchego y albaceteño.
– ¿Cómo se puede vivir y actualizar el carisma franciscano en la parroquia de san Francisco, en una ciudad como Albacete?
– Cuando hablamos de parroquia franciscana, lo que nos caracteriza es la propia identidad de nuestro ser franciscano, a saber, la fraternidad y la minoridad. Francisco quería ser hermano de todos, vivir en alegría y en sencillez…
¿Quién no conoce en Albacete y alrededores la parroquia de san Francisco de Asís, de los Padres franciscanos? Lo primero que ve cuando uno se asoma es una iglesia grande y hermosa. Muchos sabéis que la presencia franciscana en Albacete tiene una larga historia, y que nuestra parroquia tiene una larga tradición de presencia y atención pastoral, fruto del buen quehacer de numerosos religiosos franciscanos. Pero nuestra parroquia quiere ser pequeña y sencilla, donde se sienta la cercanía, la acogida y el diálogo. Recién llegado a Albacete, después de dos décadas, me encuentro una parroquia muy diferente de cuando yo me marché. Creo que la realidad ha cambiado, y no es porque la parroquia no esté en su mismo sitio, sino debido a los cambios culturales y religiosos de nuestra sociedad.
Personalmente creo que se nos brinda una gran oportunidad, en la época que nos ha tocado vivir, para renovar la pastoral de la parroquia. Hoy día, se presentan nuevos retos a la parroquia que hay que saber aprovechar. Creo que hemos de ser muy creativos para que nuestra presencia evangelizadora sea de calidad. No se trata de inventar nada nuevo, puesto que el mensaje sigue siendo el mismo, pero sí hay que cambiar el formato de presentarlo. Yo pondría el acento de lo que debe ser una parroquia franciscana en dos aspectos muy importantes: el primero, ser testigos y servidores de la Palabra. Una parroquia al servicio de la Palabra que incline el oído a la escucha de la Palabra de Dios, reservándose cuidadosamente tiempos y lugares para dedicarse a esta prioridad, en la celebración eucarística, en la Liturgia de las Horas, en la Lectura orante de la Palabra, en los tiempos para la meditación personal, en el estudio y profundización de la Sagrada Escritura, y en otras formas celebrativas y personales. La Palabra ha de ser el alimento para la vida, para la oración y para el camino diario de cada cristiano y de cada comunidad creyente. Y, el segundo aspecto, que sea una parroquia que sirve en el corazón del mundo. Que la parroquia esté entre las personas, que dé más importancia al encuentro con las personas. De esta manera será un signo de relación, de testimonio, de fraternidad. La parroquia ha de estar y andar en el mundo anunciando a Cristo con la vida (nuestra mejor palabra sea el ejemplo). Sobre todo, hoy día, cuando nuestras parroquias son, cada vez más, tierra de misión.
– Para la espiritualidad franciscana debe ser un alegrón el hecho de poder tener en la parroquia la imagen de la Virgen de Los Llanos…
– La Virgen de Los Llanos está muy ligada a la historia de los franciscanos en Albacete. Ella se siente como en casa. Durante todo este tiempo que está con nosotros, como en anteriores ocasiones que nos ha visitado, ha sido una alegría tenerla con nosotros.
Francisco sentía un amor indecible a la Virgen María, de tal manera, que él nos dejó varias oraciones suyas en las cuáles manifestaba la devoción y el cariño que le tuvo. Francisco de Asís nos ha indicado que sin tener a María en nuestro corazón es difícil llegar a su Hijo, Jesucristo. Por ello, los franciscanos tenemos abiertas las puertas de nuestra parroquia para que los albaceteños puedan encontrarse con la Madre, la Virgen de Los Llanos.