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21 de febrero de 2014

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José Gabriel Vera Beorlegui, sacerdote y periodista. Director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social, en la Conferencia Episcopal Española.

¿Qué retos tiene la Iglesia a la hora de comunicar en España?
El reto de la Iglesia es, en general, el de todas las instituciones, pero quizá para nosotros es acuciante: es parecer lo que es en verdad, que la gente diga de nosotros lo que somos de verdad: “¡Ah, la Iglesia!, esos son los se dedican a el anuncio del evangelio, a la celebración de la eucaristía, a la vida de caridad, al amor del prójimo”. Cuando hay mucha distancia entre lo que somos y lo que parecemos, la gente cree de nosotros lo que no somos, pero el problema es nuestro, no de la gente. Somos nosotros los que tenemos que hacer el esfuerzo de ser más coherentes, más auténticos y comunicar mejor.

¿A quién le corresponde comunicar en la Iglesia?
En principio, en cualquier institución a quien le toca comunicar es al que hace de cabeza en la institución, digamos que a nivel diocesano corresponde en primera persona al obispo y a las personas que él tiene cerca, pero en la Iglesia Católica la comunicación tiene una dimensión particular, que es que todos comunicamos y todo lo que hacemos comunica, de forma que todos somos responsables. En la forma en que nosotros entramos en la Iglesia y estamos en la misa, comunicamos la fe que tenemos; en la forma en que tratamos a las personas, comunicamos aquello en lo que creemos: todo lo que hacemos comunica.

¿Comunicamos bien?
Comunicamos bastante bien, contra lo que puede parecer. Si hiciéramos una encuesta sobre qué piensa la Iglesia sobre el tema del aborto, la gente sabría decir inmediatamente qué piensa la Iglesia, y si preguntáramos cuál es la acción de la Iglesia con los pobres y los necesitados, la gente sabría decir lo que hacemos. Comunicamos muy bien lo que creemos, pero comunicamos peor lo que somos: La Iglesia es una institución que se dedica al anuncio y celebración de la salvación de las personas; al amor y servir a Dios y al prójimo, y esto es lo que nosotros somos, pero es verdad que no es esa la imagen que existe de nosotros.

¿Cómo tiene que comunicar un catequista o un miembro del equipo de Cáritas, por ejemplo?
La clave es la credibilidad y esto se consigue cuando hay coherencia entre lo que uno es, lo que uno hace, y lo que uno dice. El Papa Francisco es muy creíble, porque hay coherencia entre todo lo que ves y hace. Un catequista tiene que comunicar igual que el Papa, o sea, tiene que ser coherente entre lo que es, lo que hace, lo que dice. Una madre de familia cristiana, un sacerdote, un responsable de Cáritas… igual, de forma que yo diga la verdad, sea de verdad y construya la verdad: la edifique en la sociedad. Si no lo hago así, estoy haciendo que el mundo se estanque, o incluso que retroceda.

¿Podemos hacer algo para mejorar la comunicación?
Sí, yo creo que lo primero es sentarnos y hacer silencio, en el sentido de que para comunicar bien el primer paso es tener bien interiorizado lo que voy a comunicar. El silencio nos permite mirar nuestra vida y decir: yo soy esto, yo tengo que decir esto, yo tengo que hacer esto.

La Iglesia que no comunica no es Iglesia.
La necesaria presencia en Internet

Asegura José Gabriel Vera que la Iglesia que no comunica no es Iglesia, y también hemos de tener una presencia en Internet y las redes sociales (Facebook, twuenti…), que favorezca el conocimiento de la verdad de Dios, del evangelio y el acercamiento a la Iglesia, sencillamente por el mero cálculo de la cantidad de gente que hay en esos entornos de comunicación.

Y además, tenemos el reto importantísimo de transferir a las personas desde la realidad virtual a la comunidad real: “En Internet se puede hacer un anuncio del evangelio pero no se puede celebrar la salvación, porque al final  lo que necesitamos las personas en la vida cristiana es el encuentro personal con Cristo, visible en una comunidad que celebra”, nos dice José Gabriel Vera, al tiempo que afirma que “para conseguir esa presencia eficaz, los jóvenes tienen que hacer el esfuerzo de ponerse al servicio de la Iglesia, lo que, por otra parte, es obligación de todos los cristianos”.