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17 de marzo de 2013

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“Sé de quién me he fiado” es el lema del Día del Seminario de este año. Un lema sugerente y que invita a razonar una llamada que pueden sentir algunos jóvenes que no se atrevan a dar el paso por te­mor al futuro. Cuatro seminaris­tas de Albacete han querido analizar las claves de su vocación y su momento actual, y de cómo transcurre la vida en el Semina­rio.

FERNANDO ZAPATA SANZ. 6º ESTUDIOS ECLESIÁSTICOS. 35 AÑOS.
“El Señor te está llamando para ser sacerdote”
. Esta afirmación, realizada por un cura, en un momento crucial, tocó mi corazón tan intensamente, que ahora no entiendo mi vida de otra manera que no sea desde el sacerdocio. No alcanzo a comprender por qué yo y no otro con más cualidades. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que lo importante no es mi respuesta, sino la llamada, porque la iniciativa es de Dios.

Ciertamente no es fácil dejar cosas atrás, pero este mundo, tan vacío de tantas cosas, necesita testigos del increíble Amor de Dios por los hombres. Miro a los sacerdotes y veo a esos testigos.

Su llamada es mi respuesta: Ser sacerdote.

LUIS ALFREDO ROMERO PLIEGO. 3º DE EE. EE. 22 AÑOS. 
Hace 4 años que entré al seminario después de plantearme la duda de qué era lo que el Señor quería de mí. Tras un tiempo descubrí la llamada que Cristo me hacía a seguirle a través del sacerdocio. La vida aquí en el seminario es aquella donde se va fraguando ese futuro sacerdote por medio de la oración, los estudios, y la vida con los compañeros.

El estar aquí es fruto de unos acontecimientos que me han hecho descubrir este gran Regalo que Jesús me hace para poner mi vida al servicio de los demás en pleno s. XXI donde la sociedad tiene ansia de Dios y lo busca sin saberlo. Cuando uno se fía por completo de Jesús, tu vida cambia. Fíate!!

JOSÉ VALTUEÑA GREGORIO. 6º ESTUDIOS ECLESIÁSTICOS. 37 AÑOS.
Durante muchos años busqué en distintos colectivos y asociaciones la manera de poder entregar mi vida en servicio a los demás. Siempre me negué a mí mismo la posibilidad del sacerdocio, pues además de ser un “joven rico”, sentía que era algo muy grande para alguien con tantos defectos como yo.

Después de fiarme del Señor y dar el salto al seminario, puedo decir que jamás me he sentido más completo ni más feliz que ahora. Tengo mucho menos de lo que tenía en cuanto a lo material, pero puedo decir con María que, a pesar de las dificultades que han ido surgiendo: “mi alma proclama la grandeza del Señor”.

Durante mi permanencia en el seminario he aprendido que el sacerdocio es mucho más serio de lo que imaginaba, pero he descubierto también que el Señor me ha elegido para ser feliz y me pide ser sus manos y sus pies, sus labios y sobre todo, ser el Amor que mana de su Sagrado Corazón. Nos lo pide a todos hoy,  en este tiempo difícil y duro en el que el mundo necesita más que nunca sentir el abrazo amoroso del Buen Pastor que está buscando a todas y cada una de sus ovejas perdidas.

CINCO PREGUNTAS A UN SEMINARISTA: José Juan Vizcaíno Gandía, 2º Estudios Eclesiásticos. 24 años.  

PREGUNTA. José Juan, ¿Cómo definirías el seminario?
RESPUESTA. El seminario es el lugar donde se forman los futuros sacerdotes, y como tal ofrece una formación íntegra en dimensiones como la formación como persona, la formación intelectual, humana, comunitaria. En el seminario aprendemos a ser sacerdotes, es nuestra particular “universidad o escuela”.

P. ¿Cómo nace tu deseo de ser sacerdote?
R. Mi deseo de ser sacerdote nace de otro deseo mayor, el de ser plenamente feliz. El mismo Señor se ocupó de mostrarme el camino hacia mi plena felicidad, y de dirigirme hacia el sacerdocio. Los primeros indicios los noté con pocos años de edad, pero lo vi más claramente durante mis estudios universitarios.

P. ¿Por qué ser cura en el siglo XXI?
R. Ser cura en el siglo XXI es un reto, pues vivimos en una sociedad donde aparentemente Dios no importa, hemos divinizado lo material… Pero además de un reto, es una necesidad,  pues tenemos que llevarles la Buena Nueva, que es Jesucristo, para que ellos alcancen la plena felicidad fundada en Cristo y no en lo material, que se lo come la polilla y la carcoma.

P. ¿Cómo es la vida en el seminario?
R. La vida en el seminario tiene sus momentos buenos y sus momentos malos. No todo es un camino de rosas y la convivencia durante 24 horas al día tiene sus problemas. Pero los beneficios y las alegrías son mucho mayores y los compensan. Además el seminario ofrece un buen ambiente para poder seguir al Señor en una constante lucha diaria contra nosotros mismos, para poder purificarnos y asemejarnos a lo que Él fue.

P. ¿Qué es lo que te motiva para seguir este camino?
R. Pues precisamente me motiva lo que decía antes, el tener la certeza de que mi plena felicidad radica en ser sacerdote, pero no ser sacerdote egoístamente buscando mi propia felicidad, sino en serlo para los demás, ayudando a otros a afianzar o a encontrar la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios.