17 de octubre de 2012
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“La pobreza de miles de millones de hombres y mujeres es la cuestión que, más que cualquier otra, interpela nuestra conciencia humana y cristiana”. Mensaje de Juan Pablo II -Jornada Mundial de la Paz 2000-.
“El desarrollo no es verdadero si no es de todo el hombre y de todos los hombres”- Benedicto XVI -Caritas in Veritate, nº 18-.
En el año 2000, 189 jefes de Estado y de Gobierno, reunidos en la sede de Naciones Unidas, firmaron la Declaración del Milenio: se comprometieron a implementar las políticas necesarias para alcanzar los objetivos de Desarrollo del Milenio en 2015. Fue una promesa hecha a la humanidad, cuyo cumplimiento es necesario exigir: Objetivo 1: Erradicar la pobreza extrema y el hambre. Objetivo 2: Lograr la enseñanza primaria universal. Objetivo 3: Promover la igualdad de género y la autonomía de la mujer. Objetivo 4: Reducir la mortalidad infantil. Objetivo 5: Mejorar la salud materna. Objetivo 6: Combatir el VIH/SIDA, paludismo y otras enfermedades. Objetivo 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente. Objetivo 8: Fomentar la alianza mundial para el desarrollo.
EXIGIR QUE SE ACABE CON LA POBREZA ES NUESTRA RESPONSABILIDAD
Un año más nos rebelamos contra la pobreza. Una situación que ataca directamente a los derechos humanos de millones de personas en todo el mundo.
Mientras los países de renta alta y ciertas élites disponen cada vez de más recursos, hay en el mundo 1300 millones de personas viviendo en la pobreza extrema; casi 1000 millones pasan hambre y no tienen acceso al agua potable ni a servicios básicos como salud o educación. Al mismo tiempo, España se empobrece, con casi un millón de nuevos pobres cada año: ya son más de 12 millones de personas quienes viven pobremente y en riesgo de exclusión, casi un 27% de la población.
Perdemos en empleo, educación, igualdad, sanidad… No porque no haya recursos suficientes, sino por la profunda injusticia de un sistema muy poco equitativo. Ante estas cifras escandalosas, es nuestra responsabilidad pedir que esta situación se acabe.
Es este un panorama fruto de privilegiar el mal crecimiento económico y el lucro por encima de la justicia y la solidaridad, en lugar de promover un desarrollo más equitativo donde todos tengan las mismas oportunidades: un sistema más justo y sostenible para todos, donde los derechos sociales sean garantizados por los Estados en lugar de ser considerados un privilegio reservado a épocas de bonanza económica. Las políticas deben estar orientadas hacia el bienestar de las personas, no hacia el lucro sin límites de algunos grupos de influencia.
Los progresivos recortes sufridos por la cooperación exterior española son desproporcionadamente grandes, aún comparando con la pérdida de riqueza que hemos sufrido. Globalmente, la cooperación para el desarrollo ha sido reducida a la mitad, y esto tiene gravísimas consecuencias para los países más pobres. Para luchar efectivamente contra la pobreza es preciso crear un mundo más justo, en el que todos los seres humanos puedan disfrutar de unos derechos básicos.