6 de abril de 2015
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- Testimonio de Miquel Silvestre (De “Diario de una nómada”), que ha estado viajando en moto durante siete años por el mundo y un día reconoció a Cristo Resucitado, junto a él.
Miquel, has dado tu testimonio en la VIII Jornada Diocesana Educativa. Dejaste tu trabajo y te pusiste a viajar por el mundo en moto, ¿Por qué?
Yo lo que quería era vivir una vida como escritor. Yo no decidí convertirme en aventurero en moto, eso fue saliendo paulatinamente y casi por casualidad. Lo que decidí fue tomarme un año sabático para escribir una novela y centrarme en el proceso creativo. Pensaba que el trabajo que tenía como registrador de la propiedad me hurtaba la inspiración. Me daba otros valores, pero no me sentía un artista. Entonces dejé ese trabajo y me fui a Irlanda en moto, porque era el vehículo que yo tenía y me apetecía quedarme allí una temporada.
De esa manera te llegó la inspiración para escribir, que era lo que tú querías.
En Irlanda, encontré una carta de un superviviente de los náufragos de la Armada Invencible, el capitán Francisco de Cuéllar, en la que había narrado su peripecia durante siete meses, huyendo de los ingleses, y lo que hice fue seguir su rastro en moto. Vi que tenía un material literario de primera calidad, y desde entonces, a eso me he dedicado, a seguir en moto a los exploradores españoles por el mundo y a escribir.
Has conocido a mucha gente y en tu aventura has estado a punto de morir muchas veces.
Sí, en la circulación en moto he salvado la vida milagrosamente en infinidad de ocasiones, y la gente con la que me he encontrado en el camino, me ha ayudado a sobrevivir, lo que me ha llevado a reconocer a los demás como iguales, como hermanos.
Llega un momento en que hay un gran cambio en ti: después de veinte años declarándote agnóstico, un día reconociste a Cristo resucitado, junto a ti, y vuelves a la fe. ¿Cómo te pasó esto?
Después de muchos viajes por el mundo, por África, Asia y Oriente Medio, de pronto estaba en Uzbekistán y estaba sumido en universo cirílico ruso, donde no se habla inglés y no me enteraba de nada. Entré en la catedral de Tashkent, un templo católico y de repente vino a mi recuerdo toda la simbología católica que yo había recibido cuando era niño. Este recuerdo me golpeó con fuerza, y me di cuenta que todo el sufrimiento que había pasado en el camino, el frío, el miedo, el hambre, tenía un motivo: prepararme espiritualmente para entrar en ese justo momento en la catedral y recibir esta certeza: Cristo, tú estás aquí, conmigo, tú me has hecho todos estos favores, me has protegido. No me queda más remedio que reconocerte, que aceptarte.
Y al reconocer y aceptar a Cristo, ¿qué ocurrió después? ¿Cómo cambia tu vida desde ese momento?
Pues cargué a Cristo como compañero en la moto y me dejé acompañar por él. Mi vida no es que haya cambiado radicalmente, porque yo sigo más o menos haciendo lo mismo, pero sí que le da otro sentido de la responsabilidad, a partir del momento en que yo tomo conciencia de que existe Dios y que me ha acompañado y me ha protegido. Hasta entonces, yo siempre achacaba a la casualidad, a la suerte, las veces que iba salvando la vida y la gente que me iba ayudando, y me di cuenta que no, que no existen las casualidades, que todo tiene un motivo.
Explícanos cuál es ese sentido de la responsabilidad que le da a tu vida el encuentro con Cristo.
Empecé a plantearme cuál es mi misión. Yo quería comprender lo que me estaba pasando y le preguntaba a Dios que por qué me protegía a mí, si yo no valgo nada, soy una persona llena de debilidades y además, muy egoísta. Al final, el convencimiento al que llegué es que no tengo que comprenderlo, porque comprenderlo es siempre un acto de soberbia. A lo mejor hay cosas que no tienes que comprender, simplemente tienes que asumir y aceptar tu misión. Lo que mejor se me da es escribir y decidí dar testimonio en lo que hago de este convencimiento mío que tengo, de que creo en Dios y que me he convertido en un momento determinado.
Y no tienes miedo de reconocer tu fe en Cristo.
Así es. Yo prefiero sentirme parte de un grupo que lucha a la contra, en esta sociedad laicista y materialista. Esto nos constituye a los que creemos y a los que manifestamos este testimonio, en una especie de vanguardia militante, con un mensaje, y no tenemos por qué convencer a todo el mundo.
Seguro que te has encontrado con muchos religiosos. ¿Qué dirías de la labor que están haciendo?
Lo que hay que reconocer es que las órdenes religiosas en África, por ejemplo, realizan una labor muy callada, que persiste cuando las cámaras de televisión se van, mientras que las ONGs desaparecen en gran mayoría. Las monjas y los sacerdotes se quedan ahí cuando las cosas se ponen duras de verdad.