8 de junio de 2012
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La Comisión Episcopal de Apostolado Social nos ha regalado un hermoso mensaje para ayudarnos a vivir el Día de la Caridad. Lo primero que nos llama la atención es la multitud de citas que hay en dicho mensaje de la Encíclica “Caritas in Veritate” que nos recuerda que este documento es un clásico, un referente en toda la cuestión social. También está en el trasfondo del mismo la crisis económica y social que estamos sufriendo.
En la Introducción nos hacen ver los Obispos que el Cuerpo de Cristo entregado y la Sangre derramada son el Sacrificio redentor, es decir, la prueba más grande del amor de Dios. Al contemplar este misterio de amor, nos dicen, nuestra mirada de pastores no puede por menos que dirigirse a tantos hermanos que están hoy sufriendo la pobreza y la exclusión social. Tienen un recuerdo de agradecimiento hacia todos aquellos que comparten sus bienes y su tiempo para ayudar a sus hermanos. También oran por todos para que no pierdan la confianza en Dios. Oran también por aquellos que son, ya por su pasividad o por errores, responsables de este sufrimiento. En su mensaje los Obispos desarrollan estos grandes temas:
1.- La Pobreza y la exclusión social crecen entre nosotros de manera alarmante
Los Obispos documentados en el “Informe de Exclusión y Desarrollo Social de febrero del 2012” hacen una radiografía de nuestra situación española. Son cifras sobrecogedoras conocidas por todos. En el paro vamos a la cola de Europa. Con 1.450.000 parados, de los cuales 580.000 no tienen ingresos. La gravedad del tema se hace más grande al saber que un paro crónico, o una dependencia prolongada de la asistencia pública, llevan al peor deterioro del ser humano (C.in V. n.25).
A la vez que presentan este sombrío panorama nos hacen ver, en contraste, cómo la brecha entre pobres y ricos se está acentuando entre nosotros más que en toda Europa y esto se refleja al ver cómo los servicios de lujo han aumentado últimamente sus beneficios.
2.- La Eucaristía nos hace ser pan partido y repartido
Anta una situación de no saber por dónde tirar, los Obispos nos invitan a mirar a Jesucristo en la Eucaristía. En este Sacramento se manifiesta el amor inmenso de Dios y nos estimula al ejercicio de la caridad.
Jesús es aquel que se conmueve ante las multitudes hambrientas y dice a sus discípulos: “dadles vosotros de comer”. Jesús muestra cómo la primera obra de caridad es llevar a la gente el verdadero pan, el Pan de la verdad, el pan de la vida. Así vemos cómo el testimonio cristiano mediante obras de caridad, justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelización, porque a Jesucristo le interesa todo el hombre (C. in V. n.12).
3.- No busquemos el propio interés, sino del bien de todos
Los Obispos nos recuerdan que ante una situación tan difícil no nos podemos quedar diciendo que no se puede hacer nada, o en el sálvese quien pueda. Dios pide nuestra colaboración:
a.- Es hora de pasar de la compasión a la acción
No podemos cerrar los ojos ante ese millón y medio de parados. Es la hora de ver por qué se ha llegado a esta situación. Todos deben tomar conciencia, tanto personas como instituciones que han actuado mal, de su responsabilidad para reorientar las cosas con justicia y transparencia. No quieren los Obispos acusar a nadie, pero si se hacen eco de que no habrá salida justa hasta que nos encontremos con hombres que busquen ante todo el bien común, tal como dice Benedicto XVI: “el desarrollo se hace imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos o agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común”. (C.in V.n.71)
b.- Todos debemos asumir nuestra responsabilidad
La pregunta que Dios hizo a Caín, la hace hoy a cada uno de nosotros ¿Qué has hecho de tu hermano? Y no cabe la respuesta ¿soy acaso guardián de mi hermano? Yo me ocupo de lo mío y ya tengo bastante. No es así. Tú, ya seas financiero, empresario, funcionario, político, sindicalista o empleado… Responde: ¿qué has hecho de tu hermano?
c.- Debemos dar cabida a la gratuidad
Los obispos nos recuerdan que la sola justicia no es suficiente. Muchas veces hay que sobrepasarla con la gratuidad propia de la caridad cristiana. Y nos recuerdan aquello que dice la Doctrina Social cristiana que nuestras decisiones en el campo económico, social o político no pueden asentarse sólo en relaciones de derechos y deberes sino de gratuidad, misericordia y comunión.