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17 de noviembre de 2018

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]B[/fusion_dropcap]ULA DEL NOMBRAMIENTO EPISCOPAL DE D. ÁNGEL FERNÁNDEZ COLLADO

FRANCISCO, OBISPO, SIERVO DE LOS SIERVOS DE DIOS, al venerable hermano ÁNGEL FERNÁNDEZ COLLADO, hasta ahora obispo titular de Iliturgi y auxiliar de la archidiócesis de Toledo, obispo electo de Albacete, salud y bendición Apostólica.

Tenemos esta confianza por Cristo ante Dios (cfr. 2 Cor 3, 4), que fundó todas las leyes sagradas en el amor a Él y al prójimo, porque por su misericordia la misma Madre católica y, en ella, el Pastor mismo buscan por todas partes a los extraviados, confortan a los enfermos, curan a los débiles, vendan a los quebrados (cfr. S. Agustín, Sermón 46, 18). Teniendo en cuenta esta misión apostólica, dirigimos nuestro pensamiento a las necesidades espirituales de la grey de Albacete, que, después de la renuncia del venerable hermano Ciriaco Benavente Mateos, espera un nuevo guía para su vida diocesana. Por ello, hemos pensado en ti, venerable hermano, que, enriquecido con abundantes méritos en el ejercicio de tu oficio pastoral de auxiliar en la archidiócesis de Toledo, muestras haber alcanzado una estimación por este ministerio y poseer dotes espirituales y humanas que te hacen apto para desempeñar este oficio.

Por esto, oído el parecer de la Congregación para los Obispos, por la plenitud de Nuestra Autoridad Apostólica, disuelto el vínculo con la anterior Iglesia titular y el oficio de auxiliar, te constituimos obispo de Albacete, con los debidos derechos y las correspondientes obligaciones.

Queremos que este nuestro decreto lo des a conocer al clero y al pueblo de esta comunidad eclesial, a la que exhortamos, que te reciban para amarte como padre, escucharte como maestro y honrarte como protector de las almas.

Al encomendarte este ministerio tan excelente, venerable hermano, pedimos a Dios que haga a esta grey a ti encomendada, conducida por tu ejemplo y diligencia, testigo ardiente del Evangelio, que nunca cierre sus oídos al clamor de los pobres, guarde la ley de Dios con sabiduría y la custodie con todo su corazón.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el día veinticinco del mes de septiembre, del año del Señor dos mil dieciocho, sexto de nuestro pontificado.

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