5 de junio de 2016
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]l pasado día 10 de mayo, fiesta de S. Juan de Ávila, los presbíteros y diáconos de la Diócesis de Albacete celebraron la fiesta de su santo patrón, a la vez que dieron gracias a Dios Padre por los cincuenta y veinticinco años de sacerdocio de algunos compañeros. Entre ellos se encontraba nuestro Obispo celebrando sus bodas de oro sacerdotales.
Este año ha habido una grata novedad al juntar la fiesta del Santo Patrón con la celebración de las bodas sacerdotales. Durante años, ésta tenía lugar en la convivencia de septiembre. Este año, al escribir el Sr. Obispo la carta de convocatoria para la fiesta del Santo, decía que recogiendo la sugerencia de algunos sacerdotes, nos ha parecido más oportuno celebrar las bodas de oro y de plata en este día, ya que recordar a S. Juan de Ávila es recordar nuestro sacerdocio. Y pedía la asistencia de todos lo que pudieran, para celebrar y dar gracias al Señor por los años sacerdotales de nuestros hermanos.
Efectivamente en su día el salón de la Casa Sacerdotal estaba a rebosar de sacerdotes y algunos diáconos. El Sr. Obispo impartió una hermosa meditación sobre el Santo. En primer lugar quiso despertar en los curas ese sentimiento de agradecimiento que debe existir en sus corazones por el regalo que supone ser sacerdotes, que tantas veces repetía Juan de Ávila. Describió el perfil del santo, un hombre encuadrado en el Renacimiento que sentía la necesidad de despertar a las verdades eternas, de ahí viene ese retiro en que vivió escondido durante años. Alguien le invita a estudiar teología y ser sacerdote. Al ordenarse quiere vivir su sacerdocio en total pobreza y tiene el deseo de ser misionero. Quiere ir al Nuevo Mundo pero las circunstancias y la obediencia le hacen quedarse como apóstol de Andalucía. Le preocupaba sobre manera que la gente conociera el catecismo y que todos pudieran encontrase con Dios. Recordando su pasión evangelizadora, el Sr. Obispo invitaba a tomar el mismo entusiasmo que él tenía para llevar adelante el próximo proyecto de la Misión Diocesana. “Que el pueblo nos vea, como decía el Santo, seducidos por Jesús y que las gentes puedan encontrar en los sacerdotes el gusto por Dios y de esa manera podamos llegar a ser luz, fuego y sal para todos”.
Después de un rato de reflexión llegó el momento de los testimonios de los que celebraban sus bodas. Bodas de oro: nuestro Sr Obispo, D. Ciriaco Benavente Mateos, Juan Cárdenas Hernández, Francisco Gil Oliva, Antonio Martínez Cuenca y Modesto Núñez Utiel. Bodas de plata: Marino Carcelén Gandía y Antonio Escudero Núñez.
El Sr. Obispo con mucha delicadeza para dar más tiempo a los compañeros para hablar, dijo que dejaba su testimonio para la misa y la homilía. Pero al comenzar la sesión ya ofreció un testimonio muy hermoso. Contaba cómo el mismo día de su ordenación pasó por casa y su madre le dijo: “Ya sabes, hijo mío, que la ilusión más grande de mi vida es que seas sacerdote. Pero si no vas a ser un sacerdote santo, es mejor que lo dejes…”. Y decía cómo estas palabras le han acompañado durante toda su vida.
Luego llegaron los testimonios de los que se encontraban presentes. Algunos por razones de salud no pudieron asistir. Modesto Núñez Utiel se encuentra como misionero en Chile. El tiempo de la escucha fue emotivo y sobrecogedor. Cada uno fue exponiendo lo que había sido para él los años de vida sacerdotal. En todos resonó un profundo agradecimiento al Señor por el don recibido y a su vez recordaron nombres de personas e instituciones que les ayudaron de una manera especial en su caminar. Algunos explicaron los pilares básicos teológicos y de espiritualidad en los que siempre se apoyó su vida sacerdotal. También alguno subrayó la suerte de haber elegido aquella tarea que más felicidad da en la vida, que es precisamente la de ayudar a los hombres a encontrarse con Dios. También relataron sus dificultades muy bien superadas y en todos se veía una mirada agradecida para el pasado y una apuesta esperanzada de futuro.
Después de los testimonios, llegó la celebración de la Eucaristía. D. Ciriaco en la homilía comentó aquellos textos bíblicos del día que venían como anillo al dedo para profundizar en lo que se estaba celebrando. Vemos a Jesús en el Evangelio cómo ruega por todos nosotros y nos hace ver en dónde se encuentra la vida eterna que consiste en que el Padre sea conocido. “Esta es nuestra gran misión, que todos los hombres puedan llegar al conocimiento de la verdad” decía el Obispo.
Terminaba el día con una comida fraterna. Al final de ella se entregaron las placas como recuerdo. En primer lugar, el Vicario General, D. Luis Enrique, ofreció en nombre de la diócesis, la placa al Sr. Obispo. Y después éste, se la fue entregando a los sacerdotes. Se trataba de una hermosa imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro. Una jornada muy hermosa para recordar a San Juan de Ávila y pedirle que interceda para que los curas de Albacete tengan la pasión evangelizadora que él tenía.