17 de noviembre de 2018
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Sr. Nuncio Apostólico de Su Santidad en España, Sres. Cardenales, Sr. Arzobispo primado de Toledo, metropolitano de nuestra Provincia Eclesiástica, Sres. Arzobispos y Obispos, Presbíteros venidos de la Conferencia Episcopal, de la archidiócesis hermana de Toledo, de Alicante, Presbíteros y Diáconos de Albacete. Sean todos bienvenidos
Saludo a las Excmas. e Ilmas. autoridades regionales y municipales: Autoridades civiles, políticas, judiciales, académicas y militares. Gracias por su presencia que tanto nos honra. Gracias Sres. Presidente de la Junta y del Tribunal Superior de Castilla la Mancha. Gracias Sr. Alcalde y miembros de la Corporación Municipal de Albacete.
Saludo con especial afecto a la madre de D. Ángel y a sus familiares, a los miembros de la vida consagrada presentes y a quienes nos siguen desde sus monasterios a través de la televisión. Os saludo a todos los cristianos laicos, sobre todo a quienes habéis hecho el esfuerzo de venir desde lejos. Aunque os cite los últimos, sabéis que no merecéis menos consideración que los primeros, y cómo no, saludo a quienes nos seguís desde 13 TV. Gracias por permitirnos entrar en la intimidad de vuestras casas. Sean todos bienvenidos.
Querido hermano D. Ángel: Como le decía al hacerse público su nombramiento para la Sede de Albacete, tenga la seguridad de que es bienvenido. Albacete, que es tierra buena y mejor gente, le acoge con el corazón y los brazos abiertos. Viene con las mejores credenciales: a querer y queriendo ya a esta Iglesia.
Bienvenido. Porque le envía el Santo Padre, y porque sabemos de su calidad humana y espiritual, de su sencillez, que tan bien disimula su hondura intelectual, pareja con su fina sensibilidad pastoral.
Va a encontrar un presbiterio sobrado de años, en un buen número de sus miembros, pero muy rico en generosidad. Y va a encontrar un excelente plantel de diáconos permanentes. Sus esposas valen tanto como ellos.
Va a encontrar comunidades de vida contemplativa, troncos añosos, con algún brote verde, verdaderos laboratorios de oxígeno espiritual, y comunidades de vida activa que, a pesar de abundar en años, son una caricia de Dios para los pobres y los necesitados.
Va a encontrar miles de cristianos laicos que se sienten Iglesia, que aman a la Iglesia, que se sienten corresponsable de su presente y su futuro. Son miles los voluntarios en el ámbito de la catequesis, de la liturgia, de la acción caritativo-social.
Y va a encontrar, qué le voy a decir yo que usted no sepa, que también aquí es real la secularización galopante, el eclipse de Dios en la mente y en el corazón de muchas personas, incluso bautizadas. Por eso, estamos embarcados en la Misión Diocesana, ahondando en lo que significa ser discípulos, para ser misioneros. La crisis religiosa es muy fuerte, pero tenemos la seguridad de que nuestra Iglesia recuperará su fuerza evangelizadora en la medida en que recupere la frescura evangélica de la primera hora, el encuentro con Jesús, pues, como dice el Papa Francisco, con Él siempre nace y renace la alegría (EG 1). La novedad de Jesús siempre ha acabado encontrando métodos nuevos, nuevo lenguaje, nuevo ardor y nuevos testimonios.
Albacete es una diócesis extensa, que limita con las tierras levantinas, murcianas, andaluzas y, claro está, con las otras tierras manchegas. Y como buena tierra manchega participa de aquella sabiduría aquí encarnada con tanta seriedad como humor en la genial parábola de Cervantes, que conjuga de manera admirable los delirios de ideales nobles y el realismo del pueblo. Ambos siguen vagando juntos sin reñir ni romperse, y pueden salirle al encuentro en cualquier recodo del camino, bien como utopía profética o como realismo popular sin dobleces.
Albacete es una diócesis variada: Con más extensión de sierra que de llanura: Al Sur la sierra de Alcaraz y del Segura, prodigio de belleza. Sus pastores nos recuerdan a nosotros, también pastores, que en este oficio no hay días de fiesta ni descanso, que hay que aguantar los fríos y las nieves del invierno y los calores del estío, siempre detrás del ganado. Al otro extremo, la Manchuela, noble, inquieta y emprendedora. Al norte y noroeste, las tierras pertenecientes durante siglos a Toledo y a Cuenca, cuya solera de piedad conservan. Y en el centro Albacete, con un admirable dinamismo industrial, cultural, social y económico: la ciudad más grande de Castilla-la Mancha, de la que se decía antaño que se venía a ella llorando; ahora se dice que de ella se marcha uno llorando. Y puedo dar testimonio de que es verdad.
Querido D. Ángel: Le paso el testigo con mucho gusto, con profunda gratitud a esta Iglesia de la que yo he recibido tanto, y que hoy le acoge con todo su amor, como su padre y pastor. ¡Bienvenidos todos, y gracias por su presencia!
+ Ciriaco Benavente Mateos
Administrador Apostólico de la Diócesis de Albacete