15 de marzo de 2013
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]C[/fusion_dropcap]iudad del Vaticano. 15-03-2013-El Santo Padre Francisco, en el discurso dirigido a los Cardenales en la Audiencia que esta mañana les ha concedido, ha agradecido la acogida y oración de Cardenales y fieles. También la de aquellos que sin tener fe, ven a la Iglesia con respeto.
Ha dedicado unas palabras a agradecer el trabajo realizado por los Cardenales durante la Sede Vacante. Particularmente se ha dirigido al Cardenal Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio y al Card. Tarcisio Bertone, Camarlengo. Además, ha tenido un recuerdo para todos los que han colaborado con el buen funcionamiento del Cónclave.
También ha mostrado su gratitud a Benedicto XVI, que ha guiado a la Iglesia con su doctrina, fe, humildad,… y ha sido un ejemplo para todos. Ha encendido -indicó- una llama que será alimentada por su oración.
Los encuentros que los Cardenales han tenido este tiempo son para el Santo Padre una experiencia de intensa comunión eclesial. En ese clima de cordialidad que se manifiesta el conocimiento y la apertura entre los hermanos.
La mutua apertura -continuó diciendo- ha facilitado la docilidad a la acción del Espíritu Santo. El Paráclito es el supremo protagonista de la manifestación de fe. Él crea todas las las diferencias en la Iglesia, pero es Él quien une las diferencias, no en la uniformidad, sino en la armonía.
En el Año de la Fe, los pastores y los fieles tenemos que responder a Cristo, camino verdad y vida, realmente presente en la Iglesia. Él es el alma vivificante de la Iglesia -añadió-.
No cedamos más al pesimismo, a la maldad que el diablo nos ofrece cada día. Tengamos la certeza de que el Espíritu Santo da a la Iglesia el valor de perseverar con los nuevos medios de evangelización. La verdad cristiana es convincente y atractiva.
Su Santidad Francisco indicaba a los Cardenales que muchos de ellos son ancianos y tienen la sabiduría de conocer a Jesús. Los ha invitado a dar a los jóvenes, la sabiduría de la vida.
Recordaba las palabras de cierto poeta que definió la ancianidad como “tiempo de tranquilidad y oración”. Hay que dar a los jóvenes esta enseñanza -sentenció-.
Finalizó pidiendo la “poderosa intercesión de María”, para que “nos ayude a reforzar la unidad”, con ese sentimiento impartió la bendición apostólica a los Cardenales presentes y a todos sus colaboradores.