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27 de mayo de 2018

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]l pasado jueves, 10 de mayo, fiesta de San Juan de Ávila, patrono del clero secular español, se reunió el presbiterio de Albacete, convocados por el Sr. Obispo. Son varios los años en los que se aprovecha esta efeméride para celebrar las bodas de oro y de plata sacerdotales. Y, por este motivo, se ha convertido en una fecha señalada para toda la comunidad diocesana; pues bien sabemos lo importantes que son los ministros de la Iglesia para el devenir de las comunidades cristianas.

BODAS DE ORO

Alfonso Ruescas Jiménez comenzaba preguntándose a sí mismo la razón de su vocación sacerdotal. Habló de circunstancias familiares, de cómo, con la muerte de su padre, cuando él sólo tenía 18 años, estuvo a punto de dejar el Seminario de Albacete para atender obligaciones familiares. Pero el Señor tenía otros planes para él. Discernió seguir hacia su ser sacerdote con su educador, por aquel entonces, D. Fernando Parra, quien le dijo: “lo que Dios quiere, lo facilita”. Nombro pueblos de Albacete a los que sirvió: Corral Rubio, Nerpio, Alcalá del Júcar, Hellín… hasta que su vocación misionera le llevó, primero, a Safané (África) y más tarde al Petén de Guatemala. Los pobres lo evangelizaron. Emocionado, relató sus años en aquella Iglesia pobre, popular, laical, servicial, comunitaria… Ahora sirve a los cristianos del Pozuelo y es arcipreste del Sahúco.

Víctor Díez Marina sacerdote franciscano, nos habló de su vida entregada a los jóvenes en los colegios e institutos por los que fue pasando y acompañando. Nos relató la influencia de su madre en el despertar vocacional y cómo, de su familia cristiana, salieron 17 vocaciones sacerdotales y de vida religiosa entre sus primos hermanos.

Jesús Gómez de la Rosa sacerdote salesiano que, actualmente, vive en la casa sacerdotal de Albacete, nos habló del testimonio de vida cristiana que vivió en su familia y de cómo, en sus 50 años sacerdotales, se ha sentido siempre protegido por María Auxiliadora.

José Luis Crespo Bernardo misionero paúl, nos habló del amor primero que es y será siempre Cristo. De que ese amor se vale de mediaciones como son la familia y su querida Congregación de la Misión, de la que forma parte 60 años. Nos habló del amor a los pobres, de sus experiencias en la Sierra del Segura y, ahora, en la prisión de “La Torrecica” y en la parroquia de la Estrella.

BODAS DE PLATA

Francisco Jesús Genestal Roche envió una carta que leyó su compañero Antonio. En ella, daba gracias por este tiempo de gracia, que le servía para centrarse en lo esencial: gratuidad, anhelos, frustraciones…, todo vivido en el ministerio sacerdotal en Albacete, Jorquera, Almansa, Hellín, Pozohondo y, ahora, en Alcadozo y Liétor.

Antonio Carrascosa Mendieta comenzó hablando de su condición creyente, animado por su familia y un grupo de oración de las Carmelitas de Villarrobledo. Esta fe le llevó al Seminario Mayor que, por entonces, estaba en Moncada del que habló como una de sus tres escuelas. En él aprendió a vivir en comunidad y amar a Albacete. Su segunda escuela ha sido y es el Movimiento Rural Cristiano, que le ayuda a creer desde la realidad…, nombró a Maruja, Pilar, Pepe…, como nombraba san Pablo a sus hermanos en las cartas. Y la tercera escuela, el GRAPAS, un grupo sacerdotal para contrastar la vida, vivir la amistad y sentirse empujado para servir a la diócesis de Albacete. Alcaraz, Pozohondo, Tobarra, Madrigueras… Mi parroquia es la diócesis, concluyó.

Néstor Fabián Failache Loza nos contó que recibió su primera comunión a los 19 años allá en Argentina, su tierra natal. También, de la Fraternidad Mariana Masculina, de su venida a España, de la acogida de la diócesis de Albacete, de su ministerio en Riópar y, ahora, en Tarazona de la Mancha.

Matías Marín Sánchez testimonió la confianza que Dios había puesto en él. Habló de su familia cristiana y de Montealegre del Castillo, su pueblo. Nos detalló el germen de su vocación, de Sor María Luisa Palacios, José Luis Miranda, Pedro Plaza… Emocionado, recordó el Seminario Mayor. Repasó su caminar por Nerpio, San Pedro y, ahora, Chinchilla…, lugares que lo han configurado como el sacerdote que es hoy. Juan Ángel Navarro Saiz apenas pudo hablar al invadirle la emoción y, entre lágrimas, dio gracias y nombró a D. Emeterio.

Julián Ros Córcoles daba gracias por el don del sacerdocio desde el momento único y personal de la imposición de manos por parte del Obispo y del seguido abrazo de la fraternidad sacerdotal. Tuvo palabras para los curas mayores con los que había trabajado y, también, recordó a los compañeros secularizados. Pidió perdón por las posibles omisiones y comprensión entre hermanos. Ayudadme más, dijo.

Carlos Vidal Sánchez Molina comenzó dando gracias a su familia, al Seminario, a Bogarra, Paterna de Madera, el barrio de San Pedro. Emocionado, recordó a D. Emeterio y a José Alberto Garijo. Nombró a la Eucaristía y a la Santísima Virgen María y cómo el Opus Dei le ayuda a amar a Cristo.