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23 de mayo de 2011

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Os agradezco cordialmente a los padres de alumnos en edad escolar que, en el ejercicio libre y responsable del derecho que tenéis a que vuestros hijos reciban la formación religiosa y moral que responda a vuestras convicciones, hayáis elegido la formación religiosa y moral católica. Os lo agradezco y os felicito.

Este agradecimiento lo hago extensivo también a los profesores de religión católica. A pesar de las dificultades y, en algunos casos, la incomprensión, llevan adelante este servicio educativo con una generosidad y entrega admirables.

Junto con mi agradecimiento, os invito a los padres a que sigáis inscribiendo a vuestros hijos para recibir la formación religiosa y moral católicas. Sin el conocimiento del cristianismo es imposible conocer nuestra cultura europea ni sus mejores creaciones. Pero, con ser esto importante, lo es mucho más por lo que el mensaje de Jesús puede aportar, en el presente y en el futuro, al bien de vuestros hijos.

El Papa Benedicto XVI no deja de insistir en la necesidad de la formación religiosa de las nuevas generaciones como algo imprescindible para el desarrollo armónico, humano y espiritual de los alumnos en un momento tan crucial como es el del crecimiento y formación de la persona. No duda el Papa, ante los derroteros por los que, según los analistas sociales, discurre nuestra sociedad, de hablar de “urgencia educativa”. “Eliminar a Dios de la enseñanza significa romper el círculo del saber”: La enseñanza religiosa escolar contribuye al desarrollo integral del estudiante, capacita para el diálogo interdisciplinar con las demás enseñanzas y con las personas de otras religiones y culturas, para el cocimiento del otro, así como para la comprensión y el respeto recíproco.

Los horarios de las clases de religión, frecuentemente a primera o a última hora del día, la poca información, en ocasiones, a la hora de matricular a los hijos, la escasa valoración que algunos hacen de esta clase, más tolerada que estimada, son algunas de las dificultades con las que os enfrentáis tanto los padres a la hora de inscribir a vuestros hijos, como los profesores a la hora de hacer valorar la clase.

La mejor herencia que los padres podéis trasmitir a vuestros hijos es transmitirles principios y valores sólidos, reglas serias de comportamiento, objetivos nobles y altos. Tengo el firme convencimiento de que el mejor modo de lograrlo es fundamentar la vida en Jesucristo el Señor, la Verdad que nos hace libres.