31 de marzo de 2009
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]L[/fusion_dropcap]os miembros del Consejo presbiteral de la Diócesis de Albacete, reunidos en sesión ordinaria el día 24 de Marzo, presididos por nuestro Obispo, hemos reflexionado sobre la actual crisis económica y sus repercusiones en los fieles de nuestras parroquias y en los ciudadanos en general.
El progresivo número de personas que, desde que saltó la crisis, acuden a nuestras Cáritas, a las parroquias y a otras instituciones de la Iglesia nos está permitiendo conocer los sufrimientos que la actual situación está ocasionando. El aumento del desempleo, el creciente goteo de pequeñas empresas en situaciones de quiebra, el progresivo número de trabajadores a los que se les acaba el subsidio del paro, las dificultades de no pocas familias para pagar sus hipotecas o simplemente para cubrir el alquiler de la vivienda o el coste la electricidad, la especial situación de inseguridad de tantos inmigrantes, está generando sufrimiento e incertidumbre, problemas emocionales y familiares.
Aunque también nosotros sentimos la impotencia de no poder solucionar muchos de los problemas que nos llegan, queremos, como pastores de nuestras comunidades, compartir el sufrimiento y el dolor de estas personas ante una crisis que no sabemos cuánto se prolongará todavía, pero que debería poner en cuestión las estructuras del actual modelo social y económico.
Detrás de la búsqueda del dinero fácil y sin control, de la falta de transparencia y responsabilidad, del consumo por encima de las propias posibilidades, de la pérdida de confianza entre las misma instituciones financieras y en los sistemas que las regulan, así como entre aquéllas y quienes solicitan créditos, se evidencia un problema más hondo: El lugar de la persona, que debería ser el centro y eje de la vida social , económica y empresarial, ha sido sustituido en muchos casos por el dinero, convertido en fin en sí mismo y no en un medio al servicio de las personas y del desarrollo social. Un sistema que, como recientemente ponía de manifiesta el VI Informe Foessa, ni siquiera ha logrado reducir la pobreza ni las desigualdades, a pesar de haber vivido años de un importante desarrollo económico, está pidiendo a gritos un cambio del modelo ético y social en que se sustenta.
Si la crisis que nos azota ha dejado al descubiertos tantas desvergüenzas personales y sociales, quienes creemos en el valor y dignidad de la persona humana hemos de responder acrecentando la solidaridad, como, de hecho, .ya se está haciendo en el seno mismo de bastantes familias, y como pone de manifiesto el apoyo generoso a las Cáritas y a otras instituciones de solidaridad, que agradecemos de todo corazón, a la vez que valoramos el esfuerzo de tantas personas del ámbito de la cultura, de la economía o de la política por ofrecer posibles vías de respuesta a la crisis.
Por eso, todavía dentro de este tiempo de conversión que es la Cuaresma, nos atrevemos a hacer un llamamiento apremiante en primer lugar a nosotros mismos, no siempre coherentes con lo que predicamos, a nuestras comunidades y a todas las personas de buena voluntad para caminar en la dirección que nos marca Caritas en su campaña “Una sociedad con valores es una sociedad de futuro”. “Dejarse interpelar por este valor conlleva despertar de la indiferencia, salir del propio círculo de intereses e involucrarse personalmente en lograr una mayor justicia en la distribución de los bienes y un mayor respeto a la dignidad y derechos de las personas más pobres y excluidas”. Entre las acciones posibles no hemos de olvidar crecer en austeridad para poder compartir más y mejor con quienes demandan respuestas inmediatas a problemas que son inaplazables.
Que las próximas celebraciones de la Semana Santa, en que haremos memoria del amor más hondo, capaz de llegar hasta la muerte y de abrir en la resurrección un camino nuevo de esperanza, nos estimulen a vivir un amor hecho solidaridad, que abra ventanas de esperanza para tantos hermanos y hermanas que sufren en su cuerpo y en su alma las consecuencias de un mundo edificado sobre el egoísmo.