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18 de septiembre de 2008

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Los que tenemos bastantes años y hemos pasado por varias crisis, sabemos quién las sufre y quién las paga y quiénes son los que las padecen: los que padecen el trabajo precario, los que no tienen un trabajo estable.

Antes, pobre era el que no tenía dinero para atender sus necesidades básicas. La pobreza era, sobre todo, pobreza económica, no tener. Hoy, el acceso o no a los recursos económicos necesarios sigue siendo la clave fundamental para acceder o salir de la situación de pobreza.

Por ejemplo:

  • No es lo mismo ser pobre en una sociedad con trabajo estable, que con trabajo precario.
  • No es lo mismo ser pobre en una sociedad que facilita el acceso a una vivienda pública, que tener que hipotecarse para toda la vida.
  • No es lo mismo ser pobre en una sociedad con familias estables, que proporcionan relaciones fuertes y estables y apoyos familiares, que serlo en una sociedad con relaciones familiares frágiles, rotas, recompuestas, cuya capacidad de protección y apoyo ha disminuido notablemente.
  • No es lo mismo ser pobre en una sociedad con fuerte protección del estado del bienestar.
  • No es lo mismo ser pobre en una sociedad basada en un trabajo manual productivo, que serlo en una sociedad que basa el trabajo en el conocimiento.

En nuestra sociedad tener una vida normalizada significa poder acceder y participar en los siguientes bienes: Creación y desarrollo de una familia, educación y formación; cultura básica, control y disfrute del tiempo libre; redes de convivencia y sociabilidad.

Las redes de sociabilidad y apoyo que constituyen las familias y su ámbito de relaciones sociales, son otro de los mecanismos que ayudan o facilitan el acceso a los recursos necesarios. No olvidemos que buena parte del empleo estable se consigue mediante «favores» de la familia, los parientes o conocidos.

Entre las causas más importantes nos encontramos las nuevas formas de trabajo. Un trabajo decente es aquel que confiere seguridad, que respeta el tiempo libre, que facilita las relaciones sociales, que posibilita el desarrollo de la profesión y que genera los ingresos económicos suficientes. Entre un trabajo decente y el desempleo existen muchas situaciones precarias e inestables: trabajo parcial, trabajo temporal, subcontratado, sumergido, autónomo dependiente de franquicias… además, la mayoría de estas formas de empleo están afectadas por la flexibilidad que afecta a los horarios, a los periodos de descanso, al lugar de trabajo, al salario… Todo esto va generando empobrecimiento e incapacidad de la persona y la va convirtiendo en «persona inútil».

Hemos pasado de una situación de endeudamiento voluntario producido por intentar vivir por encima de las posibilidades, a un endeudamiento forzoso provocado por la dificultad para acceder a los bienes necesarios.

Hacer frente a la hipoteca, los seguros, los gastos fijos (teléfono, gas, electricidad, comunidad de vecinos, ropa, alimentos, sanidad, estudios, etc.) se hace cada día más difícil. Recordemos que hemos pasado de una situación en la que el trabajo de los dos miembros de la pareja era opcional, a una situación en la que es muy difícil vivir aunque trabajen ambos. Esta realidad dificulta el que los padres puedan acompañar el proceso de crecimiento y maduración de los hijos. Un dato significativo: casi la mitad de los jóvenes españoles de 25 a 35 años que viven con sus padres, serían pobres si se emanciparan. Lo que supondría multiplicar por cuatro la tasa de pobreza existente en la actualidad. («Informe de la Inclusión Social en España 2008», de la Obra Social de la Caixa Catalunya).

Decía al principio: ¿quién sufre las crisis?, ¿y quién las paga? la pregunta es fácil de contestar. LA FAMILIA. Si el Estado tuviese que pagar a las familias lo que éstas aportan a la sociedad, no tendría bastante dinero.

Además, para ciertos medios de comunicación, especialmente los del séptimo arte: cine, series televisivas, etc., dan un mensaje de burla en contra de la familia; se caricaturiza. Parece que lo ‘progre’ va en la dirección de cambiar de marido o de mujer como de camisa. El sexo es objeto de consumo sin amor, convertido en algo de usar y tirar.

Todo esto es más preocupante, pero mucho más en la adolescencia. Con el tipo de familias de la ‘nueva cultura’ las crisis son más agravantes para la persona. “La Iglesia considera a la familia como la primera sociedad natural, titular de derechos propios y originarios y la sitúa en el centro de la vida social”, como bien dice la Doctrina Social de la Iglesia.