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7 de mayo de 2012

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]A[/fusion_dropcap]gustín Domingo Moratalla ha participado en la V Jornada Diocesana Educativa de Albacete. Se define así mismo como un cristiano normal y corriente, que tiene dos hijas, va a misa y trabaja como profesor de Filosofía en la Universidad de Valencia. Nos dice que intenta vivir la fe a la altura de nuestro tiempo.

 – ¿Puede Ud. decir siempre, tranquilamente que es cristiano, católico y que además va a misa?
– Si, de momento no tengo ningún problema, sé que eso te puede generar enemigos en algún sitio, alguna perplejidad… pero no hay que tener miedo a dar testimonio de la fe en los ambientes secularizados en los que nos encontremos. Por ejemplo, quienes estamos en universidades y colegios públicos dando testimonio, muchas veces al terminar la clase puede venir algún alumno y pedirte que le aclares algo… hay experiencias muy positivas que tenemos los que trabajamos en el mundo educativo.

– Hoy se arremete duramente contra lo religioso incluso en las aulas; hasta la misma filosofía se emplea algunas veces para atacar a la fe. 
– Yo creo que eso es conocer poco lo que es la Filosofía. Cuando uno conoce la historia de la Filosofía y del Pensamiento descubre que la razón se ha ensanchado, se ha nutrido cuando ha dialogado con la fe y no ha pasado lo contrario. Hoy ¿qué es lo que sucede?, que muchas veces vemos en los medios de comunicación una sociedad autosatisfecha y auto complacida en sí misma, que en realidad no se da cuenta que hay experiencias de sentido que proporciona la religión. Pero nuestra fe ya ha pasado la prueba de la modernidad y se ha encontrado en la actual cultura con músculo, resistiendo ese embate y sobre todo después del Vaticano II.

– ¿Qué necesita el cristiano de hoy en esta sociedad concreta, de manera urgente?
– En primer lugar, atención, estar atento a lo que pasa y no dejarse llevar por el último telediario y el último titular: hay que ser crítico respecto a los medios de comunicación e incluso con nosotros en este momento. En segundo lugar, hay que formarse: hoy el cristiano tiene que ser un cristiano formado, ilustrado, para que el testimonio que ya está dando la Iglesia en el campo de lo social, sanitario, cultural, sea musculado, tenga nervio y pueda resistir las modas. Y también, algo fundamental en la vida del cristiano: la oración, saber que hay un tipo de comunicación especial que tiene que mantener con Dios y en la comunidad, con la práctica de los sacramentos.

– Es decir, el cristiano ha de sentirse Iglesia
– Si. El cristiano ha de sentir que la comunidad  eclesial no es obra del sacerdote, del diácono, del obispo, sino que hoy la Iglesia es fundamentalmente una Iglesia laical donde el testimonio de los laicos es determinante.

– ¿De cara a los jóvenes qué es lo que considera más urgente?
– Los padres hemos de tener fe: Creer que Dios está con nuestros hijos, los acompaña y aun con todo lo que uno ha puesto, si pensamos que probablemente ellos no lo van a aprovechar… pues seguir adelante y decir: Dios mío, échales una mano, porque yo ya he hecho todo lo posible. Yo creo que hay que fiarse mucho de ellos. Creo que es muy importante darse cuenta de que el nuevo perfil de la juventud es un perfil absolutamente nuevo: el del miedo a la insignificancia: quieren tener amigos en el Facebook en el Twenti…

– Y muchos, muchos amigos.
– Y muchos, es un problema de número. El sacrificio mayor que se le puede pedir a un joven es que desconecte, porque parece como si su vida ya no tuviese sentido si se desconecta. Yo creo que la gran tarea educativa a nivel de padres y educadores pasa por hacerles ver que ellos son significativos, valiosos aunque no estén conectados y que su vida tiene sentido aunque no tengan Blackberry, Facebook…

– Eso es muy difícil porque el mundo en el que se mueven está ahí.
– Por eso, yo creo que desde el punto de vista de la educación, lo más revolucionario y lo más contracultural que se le puede ofrecer a un joven hoy, es un espacio y un tiempo de silencio y eso culturalmente los educadores tenemos que facilitarlo: se trata de hacerles descubrir que dentro de ellos hay unas conexiones que no han activado, que tienen en su yo interior miles de amigos con los cuales no se han enredado.