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24 de agosto de 2008

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EXPERTA EN NIÑOS, JÓVENES Y (AHORA)… ANCIANAS

El Colegio de El Santo Ángel tiene casi los mismos años que nuestra Diócesis. El primer obispo de Albacete, Arturo Tabera, llamó a las puertas de esta congregación para que vinieran. Desde entonces han pasado por sus aulas muchos niños y jóvenes; las mismas religiosas han abierto también hacia fuera las puertas del colegio y siempre han colaborado en las parroquias de su entorno y en los barrios donde se ha reclamado su presencia.
La hermana Sagrario Escudero es una de esas monjas que ha dado su vida entera a la Iglesia, allá donde se le ha mandado. También ha sido superiora general y como tal ha estado en países de misión: Japón, Malí, Venezuela, Guinea, etc.

– Hermana Sagrario, usted pertenece a la Congregación de El Santo Ángel ¿es usted también un “ángel”?
– No tanto, no tanto. Pero te puedo decir que lo he intentado durante toda mi vida. He querido ser ángel visible, con las personas que están a mí alrededor especialmente con niños, con jóvenes a los que he dedicado mi vida. Y ahora, en esta época en la que estoy trabajando con ancianas. Debemos ser presencia amorosa de Dios que está junto al enfermo, junto al niño, junto al anciano. Dios se vale de ángeles que no vemos pero también de “ángeles” visibles que debemos ser los unos con los otros. Éste es nuestro carisma.

– Dos épocas muy claras en Albacete, hablemos de ellas.
– Una primera etapa que duró cinco años. Al terminar la licenciatura me destinaron a este colegio de Albacete pero no para dar clases a los niños, sino para dirigir la Escuela de Magisterio de la Iglesia (así se llamaba). Me dediqué a la enseñanza de muchachas jóvenes que hacían aquí la carrera de magisterio. Educamos y formamos a muchas maestras que en la actualidad trabajan en colegios, Universidad… Tantas jóvenes que la congregación de El Santo Ángel de la Guarda, a través de la Escuela de Magisterio, educó y formó desde los valores cristianos.

– Los recuerdos más entrañables de esa época…
– Queda un profundo recuerdo de la función social hacia la mujer que llevábamos por los pueblos. Ya sabes que en aquella época no había institutos en los pueblos. Entonces les brindábamos a las chicas la única oportunidad de estudiar. Nosotras íbamos por los pueblos diciendo y animando: “¡Venid a estudiar!”. Eran unos momentos importantes en el que las chicas comenzaban a incorporarse con fuerza al estudio y a las carreras universitarias. Aportamos nuestro granito de arena en este campo ya que contábamos con un internado de 150 muchachas y esto era una gran cantera de maestras ilusionadas por su vocación y proyecto de vida.
Otra cosa que recuerdo con mucho agrado es el afán y el espíritu de superación de estas muchachas al enfrentarse con los estudios. Superarse como mujeres en un momento en el que despertaba toda la situación de la mujer en la sociedad más allá de la cocina y de la relegación social. La mujer empezaba a tener su puesto en la sociedad y donde se deciden las cosas importantes; creo que nosotras colaboramos con todas nuestras fuerzas en esta tarea.

– Además del Colegio y de la Escuela de Magisterio de la Iglesia teníais (y seguís teniendo) una presencia importante en los barrios…
– Empezamos en el barrio de San Pedro donde llevamos a cabo una labor de evangelización, de ayuda, de catequesis, de pastoral social pero todo en colaboración con la parroquia.
Nosotras hemos tenido siempre como ideal vivir el espíritu de la iglesia local y meternos de lleno en la vida parroquial y que nuestros alumnos también lo sigan haciendo, de tal modo que estén incorporados en los grupos de catequesis, de iniciación en la fe, de confirmación, grupos juveniles… todo en la parroquia; porque cuando terminan el ciclo del colegio siempre tendrán la gente de su edad en la parroquia. Las parroquias en las que nos hemos insertado son las dos más cercanas al colegio: El Espíritu Santo y Fátima.

– Durante estos últimos años…
– Durante estos diez últimos años trabajo con un equipo de cinco hermanas que estamos cuidando a otras dieciséis hermanas mayores, ancianas que han dado su vida entera a niños y jóvenes en nuestra congregación. La experiencia ha sido muy positiva y gratificante. Un grupito nos dedicamos de lleno a ellas y así, el resto de hermanas puede seguir con el trabajo de las clases, atención a jóvenes, parroquia, etc.

– Y ahora, ¿dónde se marcha?
– Ahora se me pide que lo mismo que hacemos aquí lo hagamos a nivel más amplio en Madrid. Seguiré trabajando con monjas ancianas pero en la casa de Madrid donde atenderemos a un grupo de treinta hermanas nuestras del Santo Ángel. Se trata de unificar esfuerzos para poder atender a más hermanas que han brindado toda su vida a los demás y ahora necesitan de nuestro cariño, de nuestra atención, de nuestros mimos. No se trata de ‘aparcarlas’ en un sitio y ya está, sino que las queremos atender mucho mejor. Se lo merecen.

– Es una gran lección para nuestra sociedad. Hay tantas personas que simplemente aparcan a los padres en donde sea para poder vivir sin ‘complicaciones’…
– No, no. Ellas saben que la congregación es su hogar. Es una edad que requieren mucho afecto y dedicación y se lo intentamos dar. La mayoría pasan los 80 años. Tenemos misioneras que han pasado su vida en misiones, hermanas que han trabajado en los colegios en distintos cargos y actividades como cualquiera de nosotras. Cuando rezas o le haces la señal de la cruz antes de dormir o les das el abrazo, la caricia o el reconocimiento… se duermen muy tranquilas y contentas. Son conscientes que no somos una fría institución ni una multinacional sino que somos una fraternidad, una familia.

– Sí, ya veo: seguirá con su carisma de ángel visible… ¿Volverá a Albacete?
– Sí, claro, porque aquí tengo muchas grandes raíces afectivas y a todos los niveles. Quiero a la gente de Albacete por donde he desarrollado mi vida porque es una gente buena, noble, que me ha enseñado a vivir con espíritu de sencillez, que es el propio de la familia, la gente de nuestros barrios. También es gente que quiere pasar por la vida haciendo el bien; y es eso lo que me han enseñado.

– Que el Santo Ángel le acompañe y que le haga ser un ‘santo ángel’ también para los demás.
– Muchas gracias que Dios os bendiga y que el Ángel de la Guarda os acompañe.