22 de noviembre de 2014

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Queridos hermanos todos:

Por expreso deseo del Para Francisco, el año 2015 va a estar dedicado a la Vida Consagrada. El Papa mismo hará la apertura el próximo día 30 en Roma. Él ha querido situar este año singular en el contexto del L Aniversario del Concilio Vaticano II y de la publicación del decreto conciliar Perfectae Caritatis, sobre la renovación de la vida consagrada.

El pasado 2 de febrero celebrábamos la Jornada de la Vida Consagrada con el lema siguiente: «La alegría del Evangelio en la Vida Consagrada», porque, como dice el mismo Papa, «la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentrancon Jesús». El Papa es muy consciente de que – son palabras suyas- «el gran riesgo delmundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza deplaceres superficiales. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, yano se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien».

Sabéis que la Vida Consagrada ha puesto como lema y consigna para este año elsiguiente: «¡Alegraos!» Y quieren que la alegría esté en el comienzo, en la realización y en la trastienda de este año. Quieren contarnos la parábola de la alegría que es su vida, vivirdando razón de su alegría, de la alegría de quienes han sido llamados a llevar laconsolación de Dios y su ternura a sus hermanos, especialmente a los más necesitados.

Lo entenderéis con un ejemplo rigurosamente histórico, que yo contaba aquímismo cuando nos juntamos para celebrar la pasada Jornada de la Vida Consagrada. Contaba cómo hace dieciséis años había presidido yo en el Cottolengo de Hurdes, en Extremadura, la celebración de las bodas de plata de tres religiosas. Cada una de ellas llevaba, por tanto, veinticinco años dedicadas a atender con ternura y corazón de madres aenfermos y deficientes profundos a los que había que cuidar y atender en todas sus necesidades. Con qué alegría renovaron, ante la Madre general, sus tres votos y el cuarto, específicamente cottolenguino, de dedicarse de por vida a los pobres más pobres. Al final de la comida, compartida con los enfermos acogidos, se me acercó una religiosa anciana demirada dulcísima y ojos por los que se le escapaba la alegría del corazón. Me susurró casi al oído: «Sr. Obispo, si la gente supiera cuan inmensamente felices somos!… ¿puede haberfelicidad más grande que servir a Dios, que es amor, en los pobres?». Esta hermanaentendía la vida como un don, y en la dedicación a aquellas pobres vidas que para ellatenían tanto sentido, había encontrado una fuente de alegría. ¿No os parece estoadmirable?.

Los miembros de la vida son personas que han sido tan consecuentes con su bautismo, han tenido un encuentro tan hondo y real con Jesucristo que, por la alegría de haber encontrado este tesoro, han puesto en venta todo lo que a otros les parece irrenunciable. En un mundo en que el dinero suplanta a Dios, se comprometen a vivir en pobreza, porque Dios es su tesoro. En un mundo en el que el sexo se sirve en barra libre, se han comprometido a vivir en castidad desposándose en cuerpo y alma con el Señor y con aquellos a quienes Él se refería cuando decía aquello de «tuve hambre, tuve sed, estuvedesnudo, en la cárcel, etc…». En un mundo en que buscamos autonomía, en que cada uno quiere ser dueño de sí mismo y hacer lo que le apetece, los consagrados se hancomprometido a vivir en obediencia, es decir, disponibles para ir allí donde sea necesario. De la Santísima Virgen y de los santos han aprendido que no hay libertad más grande quecuando ésta se entrega por amor. «El esclavo, el pobre esclavo, canta libertad, el librecanta amor», decía D. Miguel de Unamuno. Los consagrados/as se convierten así enanuncio inequívoco de la vida futura.

La vida consagrada pertenece a la realidad carismática de la Iglesia. Los carismas son dones que el Espíritu Santo ha regalado a la Iglesia a través de hombres y mujeres, los fundadores y fundadoras, que se colocaron en disponibilidad absoluta ante Dios, con una admirable lucidez ante el mundo en que vivieron, con una profunda sensibilidad para descubrir las necesidades de sus hermanos los hombres. No hay necesidad humana a la queno haya intentado responder alguna congregación. Por eso encontramos la VidaConsagrada partiéndose el pecho al lado de los marginados, junto a los enfermos y losancianos, en las zonas rurales más pobres, en los duros campos urbanos de la educación oen la vanguardia de los frentes de la vida misionera, dando a su caminar el ritmo sanadorde la projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión, que al mismo tiempoque sana, levanta y libera y anuncia y transmite la alegría del Evangelio.

Estamos celebrando también en España el Año Jubilar Teresiano. Os invito aconocer a Teresa. En la carta que, con este motivo, el Papa dirigía al Obispo de Ávila, utilizando la expresión de Santa Teresa a la hora de su muerte “ya es tiempo de caminar”, ella siempre peregrina, el Papa invitaba a hacer un itinerario, el de la alegría, el de laoración, el de la fraternidad y también el del propio tiempo estando siempre abiertos paradescubrir las llamadas de Dios en este momento histórico. Pedid a las diversas congregaciones e institutos de vida consagrada que os cuentenla vida de sus fundadores. Esta Iglesia nuestra es pecadora, tiene muchos defectos, ha tropezado muchas veces en la misma piedra, pero cuenta con un palmarés de hombres y mujeres que nadie puede igualar, ni de lejos, en cantidad y calidad y entre ellos están todoslos fundadores.

Podría pensar alguno que la vida consagrada es algo que viene a la Diócesis y ahí se le da un espacio para hacer presentes sus fines o intereses. Como nos decía hace unos días un religioso, la Vida Consagrada no es una especie de embajada que se sitúa en unpaís extranjero con inmunidad diplomática. La Vida Consagrada es cosa de toda la Iglesia y de cada Iglesia particular. Se trata de algo nuestro y quiero que lo sintáis así.. Las Congregaciones e Institutos que están en nuestra Diócesis son un don del Señor a esta Iglesia para utilidad común.

Por eso, queridos hermanos, tiene que dolernos la falta de vocaciones a este génerode vida en la Iglesia. Queremos aprovechar bien este año para conocer mejor la Vida Consagrada, sus actividades, sus carismas; para manifestarles nuestro cariño y gratitud;para ofrecerles nuestra ayuda; para orar insistentemente al Señor, que es capaz de sacar de las piedras hijos de Abraham, que surjan nuevas vocaciones en medio de la sequía espiritual y vocacional que aflige a Europa.

Con vosotros, hermanos y hermanas de la Vida Consagrada, queremos dar gracias a Dios por el don de vuestra vida, por el don que está siendo para nuestra Diócesis. Desde vuestra debilidad e incluso desde la ancianidad de algunos, gritad al mundo con fuerza y alegría la riqueza y vitalidad que esconde la Vida Consagrada.

Sabemos que el momento actual es delicado y fatigoso para todos los creyentes y que la crisis espiritual que atraviesa a nuestra sociedad y a la misma Iglesia os toca plenamente a la vida consagrada; pero también sabemos que podéis abrazar el futuro conesperanza porque «la vida consagrada no podrá jamás desaparecer en la Iglesia, porqueha sido querida por el mismo Jesús como parte irrenunciable de su Iglesia» (BenedictoXVI, 5-12-2010).

Vivid el presente con pasión, testimoniando la belleza del seguimiento de Cristo. Hay que caminar, como nos enseña alguno de vuestros fundadores, no por el camino de la auto-referencialidad, ni por los caminos de la nostalgia, la desesperanza o la inseguridad, sino por los de la alegría, entonando el canto pascual de quien sigue al crucificado y resucitado más de cerca; siendo bocanada de aire fresco para todos los que vamos renqueantes; ofreciendo esperanza a quienes comparten las antiguas o las nueva pobrezas; caminando al paso del Maestro, que nos explica la Escrituras y hace arder el corazón; el Maestro al que descubrimos vivo, resucitado, dador de esperanza cada mañana o cada tarde al partir el pan y al que queremos descubrir esta mañana, en esta Eucaristía, dándonos alegría, esperanza, amor. Amen

Ciriaco Benavente Mateos
Obispo de Albacete