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30 de octubre de 2010

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El día 30 de octubre fue la apertura de la causa de canonización de Madre María Luisa Zancajo de la Mata, fundadora de las Misioneras de la Caridad y la Providencia que coincide con el centenario de su nacimiento.

La ceremonia tuvo lugar en la Parroquia de la Asunción de Hellín a las 11 de la mañana. Se celebro una Eucaristía de acción de gracias, presidida por D. Ciriaco Benavente, Obispo de Albacete. A continuación de la Eucaristía, en el mismo templo, se procedió al acto oficial de apertura de la causa de canonización.

La congregación de las Misioneras de la Caridad y la Providencia invita a estos actos a todos los fieles y en especial a los devotos de Madre María Luisa. De hecho, con la presencia de las autoridades locales, tienen prevista ya su asistencia muchos sacerdotes, religiosas de la Congregación en España, fieles de Hellín, de Albacete y su provincia, y de otras provincias y ciudades como Barcelona, Madrid, Murcia, Toledo, Valencia y Zaragoza.

Madre María Luisa Zancajo de la Mata, nace el 4 de noviembre de 1911, en Sinlabajos, Ávila (España). Desde temprana edad padeció una parálisis infantil que la dejó paralizada de las dos piernas para toda la vida. A los cinco años fue ingresada en un centro de beneficencia donde vivió 20 años.

Muy joven hizo el Voto de Víctima de Amor. Amaba a Dios con un amor exclusivo, amor que crecerá hasta las más altas cimas de la unión transformante.

A los 29 años funda la Congregación de Misioneras de la Caridad y la Providencia en Madrid, el 8 de junio de 1941. En 1951, con gran espíritu misionero, se inserta en el Barrio de las Cuevas de Hellín (Albacete) España.

Después de una vida de entrega total al Señor murió a los 42 años el 5 de junio de 1954 en Madrid. Sus restos reposan en la capilla de la Casa Madre en Hellín (Albacete) España.

Fue una mujer débil llena de la fuerza del Señor. A pesar de su minusvalía física y de los muchos sufrimientos físicos y morales por los que tuvo que pasar en su vida, con su firme decisión, su deseo inmenso de amar y sobre todo con la acción misericordiosa de Dios en ella, fue capaz de romper todas las barreras. Las barreras físicas no fueron obstáculo para su afán misionero con los más pequeños y pobres, entre los que siempre vivió y a los que siempre amó. Las barreras culturales las traspasó con su tesón y su personalidad inquieta para formarse y poder servir mejor a los demás. Las barreras espirituales se fueron diluyendo con su apertura al amor misericordioso de Dios, hasta entregarse totalmente a él como víctima de amor. Su sonrisa, su mansedumbre y su humildad la hacían accesible a los más pequeños y sencillos. En su experiencia más profunda es contemplativa y el centro de su vida es la misión entre los más pobres. Fue una gran enamorada de Cristo y llena de los Carismas del Espíritu.

La semilla que ella plantó ha fructificado y su espíritu está vivo en las misiones que llevan a cabo las distintas Comunidades de la Congregación que ella fundó. Las Misioneras de la Caridad y la Providencia estamos presentes actualmente en Angola, Costa Rica, España, Honduras, Nicaragua, Panamá y Venezuela.