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11 de octubre de 2015

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]J[/fusion_dropcap]osé Serrano Navarro, a quien muchos sencillamente llaman Pepe, vivirá el próximo sábado 17 de octubre un día muy significativo y es que el obispo de Albacete lo ordenará presbítero después de 24 años como diácono. Será una cita a la que todos quedamos invitados.

Nos cuenta Serrano que su vocación a las Sagradas Ordenes no fue repentina, ni de un día para otro, si no que viene de lejos, de mucho tiempo atrás, el suficiente para que un sentimiento profundo albergado en su interior se fuera gestando lentamente.

Por entonces, el ministerio se le antojaba como una pasión hermosa, un anhelo remoto que le permitiría hacer grandes cosas por los demás en una afán sincero de anunciar el Evangelio y ayudar al prójimo, de ahí que empezara a estudiar los documentos del Concilio Vaticano II a través de los cuales se enamoró del diaconado. “En todo este tiempo me he sentido lleno, pletórico y muy a gusto en las comunidades parroquiales, en San Pedro, en Santa Teresa o en Nuestra Señora de la Paz junto con la delegación de Pastoral de la Salud, don- de hasta ahora he vivido mi trayectoria ministerial”, rememora

“Una serie de preguntas e interrogantes comenzaron a mostrar- me el camino y todos mis miedos, mis dudas o preocupaciones fue- ron desapareciendo poco a poco ante la convicción de la entrega a mi vocación”, añade Serrano, quien considera que “la Iglesia hoy en día está muy viva”.

Reconoce que como diacono estaría siempre, toda su vida “porque así sencillamente he sido muy feliz, pero cuando por fin decido dar el paso antes siento que debo aclararme, consultarlo con las personas que me podían ayudar. Y tras esto, fue entonces cuando pude decir; ahora sí”, recuerda Serrano, quién siempre y en todo momento se sintió guiado por el Señor.

Durante estos años los cristianos sencillos y anónimos también le han enseñado mucho, sobre todo a compartir, a servir y a vivir con alegría el Evangelio. Pero un nombre concreto, un hombre bueno, le viene a la memoria y le llega sinceramente al corazón, Don Cándido (párroco de la Paz), recientemente fallecido, “un padre, un amigo, un compañero de viaje que me animó, me preparó la ordenación y me aportó tantas cosas. Ha sido un gran aprendizaje en vida”, recuerda muy emocionado.

A lo largo de esta etapa ha tenido que compaginar su profesión de enfermero con la vida parroquial y no ha sido fácil ya que cada día había que madrugar para la oración, además de cumplir con las obligadas jornadas laborales en Pozo Cañada (su último destino). Otro reto en su camino donde espera haber sido un interrogante para las personas que se han cruzado en su vida.

¿Qué esperas de esta nueva aventura, la más importante en una vida de entrega a los demás?, le preguntamos a nuestro protagonista. La respuesta, como no podía ser de otra manera, es sincera, “espero seguir creciendo (y Pepe es grande, corpulento, un hombre de complexión fuerte), pero me refiero por supuesto a crecer en amistad con el Señor, en la experiencia de Dios Padre, algo que a su vez me genera dudas y miedo por la responsabilidad que conlleva ya que dentro de muy poco tendré que confesar o consagrar. Desde mi humildad, responsabilidad y obediencia, de- seo únicamente servir a la Iglesia lo mejor que pueda y sobre todo aspiro a no defraudar a nadie y menos al Señor. Será, sin duda, otra forma diferente de vivir el Ministerio”, añade.

Hay en José Serrano un sentimiento de verdadero agradecimiento a todos aquellos que le han hecho interrogarse, dice, a los sacerdotes y a la Iglesia, de ahí que su frase Bíblica, la que entregará el sábado, rememore el Lavatorio de los pies o el gran significado de no sentirse importante ante la relevancia y la enorme trascendencia de los pequeños, a los enfermos y los pobres.

“Quiero ser un hombre de esperanza, como Cándido”, anhela.

Para terminar “pide a los enfermos y a toda la Iglesia Diocesana que se acuerden y recen por él”.

Su ordenación sacerdotal está prevista para el próximo 17 de octubre a las once de la mañana en la Iglesia de Nuestra Señora de la Paz y la Misa Solemne (o primera misa), en el mismo lugar, el domingo 18 a las doce del mediodía.