12 de enero de 2014
|
206
Visitas: 206
El próximo domingo, día 19, celebramos la Jornada Mundial de las Migraciones, con este motivo el martes, día 14, a las 5 de la tarde, en el Salón de Actos del Obispado, tendrá lugar una charla de formación-reflexión acerca de la emigración. Será impartida por José Vicente Monteagudo, Delegado de Acción Socio-Caritativa.
Y el domingo el Encuentro Diocesano de Migraciones, a las 4:15 de la tarde, en la parroquia de La Resurrección.
Cien años al servicio de las migraciones
En el año 1914, durante el pontificado de Benedicto XV, tuvo lugar la primera Jornada Mundial de Migraciones.
Los obispos españoles subrayan en su mensaje que el Papa Francisco «va delante y nos estimula en nuestro empeño, no sólo con sus palabras sino con el testimonio de su vida» y hacen referencia a que una de sus primeras salidas fue a la Isla de Lampedusa «el icono más expresivo de la reiterada tragedia de tantos inmigrantes que dejan su vida en el mar o en los caminos». Asimismo recuerdan también otros lugares, que saben también de esas tragedias, como el Desierto del Sahara, Arizona y, en particular, las costas del Sur de España.
En este sentido, los obispos dan diferentes pautas para «aplicar» el mensaje del Papa a los retos y desafíos de las migraciones en España; nos presentan esas migraciones como «una ocasión para la nueva evangelización» y recuerdan que nuestra Iglesia ha estado con los inmigrantes durante estos cien años. «Y con ellos queremos seguir estando, compartiendo sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias, ofreciéndoles el amor y el dinamismo liberador que nacen de Jesucristo y de su Evangelio».
Un solo corazón
El vídeo, titulado «Un solo corazón», Puede verse en http://www.conferenciaepiscopal.es/index.php/un-solo-corazon.html y en él se interpela brevemente, con un juego de palabras, sobre la idea, en ocasiones extendida socialmente, de que «los emigrantes son un peligro».
«Se necesita —en palabras del Papa, que aparecen al final del vídeo— el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación, —que, al final, corresponde a la cultura del rechazo— a una actitud que ponga como fundamento la cultura del encuentro, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor».