Vocaciones que perduran: testimonios de nuestros sacerdotes mayores

Vocaciones que perduran: testimonios de nuestros sacerdotes mayores

25 de mayo de 2025

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Hoy nos acercamos a la Casa Sacerdotal, hogar de muchos de los sacerdotes más veteranos de nuestra diócesis. Allí encontramos vidas marcadas por la entrega, la fe y una vocación que sigue viva a pesar del paso del tiempo. Compartimos algunos de sus testimonios.

José Luis Mena, el sacerdote de mayor edad en la Casa Sacerdotal, nos relata cómo nació su vocación:

“Mi vocación surgió en el seno de mi familia, profundamente religiosa. Ellos me enseñaron a rezar y me inculcaron, de forma natural, el compromiso de entregarse al Señor. Uno de mis primeros y más preciados recuerdos es cuando mi madre, después de comulgar, se acercaba a mí y, alentándome, decía: ‘Recibe, hijo mío, el aliento del Señor’. Además, tuve otra ‘madre’: mi parroquia, llena de seminaristas y sacerdotes muy piadosos que me animaron en mi camino. A los 11 años ingresé en el seminario, donde fui creciendo y fortaleciéndome en la fe. La llamada del Señor me ha acompañado hasta el final, permitiéndome llegar a una edad avanzada disfrutando de mi sacerdocio”.

Pepe Carrión explica de forma sencilla cómo entró al Seminario:

“Un sacerdote, don Félix Ibarguchi, nos llevó a varios niños a su tierra. Luego nos preguntó si queríamos ir al seminario y nos ofreció su ayuda. Creo que dije que sí, ya que me encontré en esa situación”.

Alfonso Ruescas, con una amplia experiencia en las misiones, recuerda con gratitud su paso por Guatemala:

“Mi trabajo pastoral y mi estancia en Guatemala han sido el mejor regalo que Dios me ha dado hasta ahora. Me siento satisfecho y feliz. He vivido y compartido mi fe con una Iglesia más comunitaria que jerárquica, pobre y de los pobres, pero rica en valores, donde la voz y la opinión de los laicos valen tanto como la de los curas o las religiosas. Los problemas de cada uno nos afectaban a todos. Aunque por motivos de salud he tenido que regresar a España, mi mente y mi corazón siguen allá, gracias también a las redes sociales y el teléfono, que utilizamos con frecuencia. A veces se piensa que vamos a dar o a enseñar algo, pero en mi caso ha sido al contrario: he aprendido, me han enseñado y me han dado mucho más de lo que yo haya podido ofrecer. Por eso, doy gracias a Dios por esta oportunidad”.

También con experiencia misionera, Modesto Núñez habla de su servicio en Chile:

“He dedicado casi todo mi sacerdocio a Chile. Lo que más me ha aportado ha sido conocer y entregarme en cuerpo y alma a su gente, animándolos a mejorar sus vidas, a acceder a la educación y a una vivienda digna, en barrios donde carecíamos de todo eso”.

A pesar de su avanzada edad, algunos sacerdotes continúan colaborando activamente en sus parroquias. Es el caso de Paco San José:

“Ir a la parroquia me da vida. Debo preparar todo, escribir en letra grande porque ya no veo bien de cerca, y eso implica relacionarme con las personas, hombres y mujeres. Me mantiene activo y, sencillamente, me hace sentir vivo”.

También sigue muy activo Manuel de Diego, quien continúa ejerciendo su ministerio con entusiasmo:

“Me hace muy feliz poder seguir siendo consecuente con lo que siempre he querido que fuera mi vida. Me ordené sacerdote con el deseo de entregar mi vida al apostolado, ser evangelizador, y eso es lo que sigo haciendo. Parece que cada día el Señor me bendice. Donde me llaman, allá voy: al cementerio a celebrar Misa los domingos, a las residencias Vital Parque y Paseo de la Cuba los sábados. Y todas las tardes estoy en la Catedral de 7 a 9. Mucha gente se alegra de saber que hay un cura viejo en el confesionario. Sigo realizando una actividad muy hermosa y estoy muy contento de poder hacer todo lo que pueda”.

Antonio Martínez ofrece una definición profunda y vocacional del sacerdocio:

“Para mí, ser sacerdote se resume en una frase que el cardenal Tavera pronunció en la homilía de nuestra ordenación sacerdotal: ‘El sacerdote es un expropiado de sí mismo para utilidad pública’; es decir, una persona que debe renunciar a sí misma para servir a los demás”.

Por su parte, Santiago Brotons comparte uno de los momentos más especiales de su vida sacerdotal:

“El día que me sentí más sacerdote fue el de mis bodas de oro en Agramón. Ese día sentí que un pueblo se volcaba conmigo, que me quería, y yo fui muy feliz. Para ese día compuse una coplilla que dice: ‘Aunque soy gallego, soy de Hellín y no lo niego, pero ante todo y con vosotros, quiero sentirme y me siento agramonero’”.

José Antonio Navarro dirige unas palabras de ánimo a los jóvenes que se plantean el sacerdocio:

“A un joven que siente la vocación sacerdotal le diría que la llamada que el Señor le ha hecho es una alegría, un gozo. Merece la pena ser sacerdote, porque llenas tu vida de todo lo mejor”.

Finalmente, Juan Francisco García, con 62 años de ministerio, ofrece un consejo valioso a los sacerdotes jóvenes:

“Desde mi experiencia, les diría a los curas jóvenes: primero, que tengan un grupo de referencia, que se encuentren y se reúnan. Luego, que estén con la gente, que dediquen tiempo a escuchar. A veces nos dan muchos consejos. Es importante estar presentes en la tristeza y también en la alegría. Yo también diría que se acerquen a los sacerdotes mayores. Debe haber un encuentro, una complementación de generaciones. Nos tienen que ayudar. A mí me animan”.