Vivir la fe donde uno está: dos misioneros albaceteños en Asia y América

Vivir la fe donde uno está: dos misioneros albaceteños en Asia y América

19 de octubre de 2025

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Hoy se celebra la Jornada Mundial de las Misiones, más conocida como el Domund, un domingo para orar y apoyar económicamente a los 1.131 territorios de misión y a los misioneros que anuncian el Evangelio por todo el mundo.
La diócesis de Albacete cuenta actualmente con 37 misioneros. Dos de ellos Julián Mansilla en Tailandia y Francisco Javier Pla en la Amazonía peruana, nos recuerdan que la misión no depende del lugar, sino de vivir la fe con entrega y acompañar a otros, sabiendo que cada bautizado tiene un papel en la construcción de la Iglesia universal.

Julián Mansilla lleva ya cuatro años en Tailandia, donde continúa su labor pastoral en una pequeña comunidad católica dentro de un país mayoritariamente budista.

«Es otro mundo, como cualquier lugar fuera de España», comenta sonriendo. «No he salido de Tailandia, pero ya basta para darse cuenta de que todo es distinto: la lengua, la cultura, la manera de pensar… y también la manera de vivir la fe».

En Tailandia, donde el budismo es la religión oficial, los cristianos son apenas un 1% de la población. «Entre católicos y protestantes seremos alrededor de un millón», explica. «Pero, aunque seamos pocos, los grupos son pequeños y muy vivos. Lo importante es estar, compartir la vida con la gente».

Para Mansilla, el testimonio cristiano no se impone, se propone. «Allí, si el tailandés siente que le aprietas o le fuerzas, consigues justo lo contrario. Todo se hace poquito a poquito, con respeto, con presencia. Hay que estar».

Julián insiste en que la misión no consiste solo en ir a lugares lejanos, sino en vivir la fe allí donde cada uno está. «La misión es vivir la fe en casa, en la parroquia o en la otra punta del mundo», explica. «No hace falta irse lejos para ser misionero: lo importante no es el lugar, sino la manera de vivir y dar testimonio. Hay que apostar por la fe y hacerlo en comunidad, con la Iglesia que tenemos cerca, con nuestro obispo y con el Papa que nos guía».

Entre las muchas experiencias que valora de su vida misionera, Julián subraya una especialmente: la universalidad de la Iglesia. «Es una de las cosas más bonitas y positivas que tenemos», revela. «Allá donde vamos, aunque no sea nuestra lengua y no entendamos nada de lo que se dice, entramos a Misa y reconocemos perfectamente lo que se celebra. Te sientes hermano de esos católicos que están allí también, y ellos te miran del mismo modo. Es algo precioso».

Su paso por Albacete le ha servido para «recargar las pilas». «Volver a casa, ver a la familia, a los compañeros, a la diócesis… eso da fuerza», confiesa. «He conocido misioneros que ya no sentían raíces en su tierra, y eso me da tristeza. Yo quiero mantenerlas vivas: soy cura diocesano, y lo sigo siendo, aunque esté lejos».

Antes de volver a Tailandia, se despide recordando que «la misión está en vivir la fe con alegría, donde Dios te pone. Allí o aquí, siempre vale la pena».

En la Amazonía de Perú lleva dos años otro misionero de Albacete: Francisco Javier Pla, acompañando comunidades cristianas en medio de la selva. De visita por Albacete, con motivo del día del Domund, lanza un mensaje claro: la misión no es cosa de unos pocos enviados, sino de todos los bautizados.

«Estos lugares que llamamos de misión existen porque hay misioneros», explica. «Pero igual que allí hay religiosas, laicos y sacerdotes que entregan su vida, aquí también se necesitan misioneros y misioneras. Cada bautizado está llamado a serlo en su familia, en su comunidad, en su barrio».

Para Pla, el Domund no solo invita a mirar a otros países, sino a despertar la conciencia misionera de cada creyente. «El Domund nos llama a mirar las realidades de estos lugares de misión, pero sobre todo para aquí», afirma. «Para que cada uno y cada una tome su responsabilidad como misionero en su comunidad. No se trata de lamentarse por las dificultades de la sociedad o de la Iglesia: se trata de actuar con espíritu misionero».

Desde su experiencia en la Amazonía, Javier Pla destaca la importancia de la formación y el acompañamiento como ejes del trabajo misionero. «Hay gente con muchas ganas, pero hace falta formación», señala. Todos necesitamos a alguien que nos anime y que nos ayude a poner nuestros dones al servicio de los demás».

Por eso, tanto en Perú como en España, la formación es prioritaria. «Ahora en octubre comenzaba aquí en España la Escuela de Formación Misionera», recuerda. «Sin esa base, es difícil acompañar bien. Todos necesitamos a alguien que nos anime y que nos ayude a poner nuestros dones al servicio de los demás». «Sin ella, uno puede llegar a un lugar como elefante en cacharrería. El entusiasmo es bueno, pero hay que saber cómo actuar».

Antes de regresar a Perú, Pla agradece el cariño recibido en Albacete. «Siempre es una alegría volver aquí y compartir lo que vivimos allí», concluye. «La misión no es solo un lugar, es un modo de ser Iglesia en cualquier parte del mundo».