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5 de mayo de 2020

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Leyendo Hechos 11,22-26, en grupo, alguien dijo que Bernabé fue llamado directamente por el Espíritu Santo… Me sentí “iluminada” y dije: “¡Lo mismo que yo!” Y es que fue así…

Mi infancia, y hasta los 19 años, viví en un ambiente rural, sencillo, profundo…; en una familia, reciamente, cristiana donde me transmitieron la fe hecha vida y un “buen trato” con el Señor. Un día escuché que Santa Teresita (una monja de clausura) era la patrona de las misiones… Eso me sorprendió y quise conocerla.

Mi madre bajó a Talavera. Le pedí que me trajese un libro sobre esta santa… Lo trajo. Yo me había reservado una media hora diaria para hablar con el “Amigo Jesús”…, y leyendo, en dicho libro, la admiración de la santa por la Misión y los misioneros… ¡Zas! Se prendió en mí una luz…, una certeza: “¡Eso quiero ser yo!”… Pero, enseguida, me sentí indigna y pensé que era una “tontería” que se me había ocurrido porque “esas cosas…”, son para gente buenecita, pacífica…, no para gente como yo que “meto la pata” continuamente por mi temperamento espontáneo, efusivo, inquieto, rebelde… Sin embargo, esa “Voz” seguía resonando allá dentro…, y me decía a mí misma: “¿Y por qué no?”  “Para Dios nada hay imposible…” Él puede ayudarme, cambiarme…, hacerme digna de ser misionera… Y, a la vez, me decía: ¡Qué no! Que yo no dejo a mis padres, mis amigos, mi pueblo… ¡Qué no!

La certeza de su llamada se hizo más insistente, más fuerte… Tenía 17 años…, aguanté la lucha dos años y…, entré en la Congregación de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia. Hoy, 51 años después…, sé que fue el Señor quien me llamó y que “acerté” al decirle: “Aquí estoy, Señor, intentaré dártelo todo…, aunque sabes lo poco que soy y tengo”.