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5 de mayo de 2020

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]D[/fusion_dropcap]ios nos llama para que seamos felices. Esto es algo que he experimentado a lo largo de toda mi vida. El momento de dar el sí, al plan de Dios es de una felicidad incomparable. Recuerdo ese momento como si acabara de pasar. Una gran alegría me inundó el corazón, una gran paz se apoderó de mí. Todos los momentos de renovar ese sí son los que han tejido mi historia vocacional, mi historia de salvación, el paso del Señor por mi vida.

La oración es muy importante. Es fundamental. Cada vocación es fruto de la oración. Son los momentos de intimidad con el Señor los que más fuerza, consuelo, luces…, me dan. Conforme más crezco en intimidad con Dios, más confiadamente me abandono en sus manos providentes.

Sin el sostén de la oración, es imposible perseverar. El sentir la fuerza de la oración me ha ayudado en muchos momentos, y me ha abierto muchas puertas que parecían cerradas a cal y canto. La comunión de los santos existe y actúa.

En esta Jornada de Oración por las Vocaciones, echo la vista atrás y recuerdo todos los momentos en los que fui sostenido por la oración. Lo hago con un profundo agradecimiento a Dios, a su Iglesia y a tanta gente que ha razado y reza por mí. Por eso, me gustaría animaros a seguir rezando por las vocaciones. ¡Rogad al dueño de la mies!