Teresa Comba

Teresa Comba

2 de marzo de 2025

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Teresa Comba es dominica, licenciada en Teología Espiritual y responsable del área de formación de Confer España. Ha venido a Albacete para impartir una conferencia en el Instituto Teológico Diocesano con motivo de la festividad de los santos patronos de la enseñanza.

El título de tu ponencia es De la invisibilidad a la visibilidad de la mujer. ¿Consideras que se están dando pasos reales en este sentido, o aún quedan muchos retos por afrontar dentro de la Iglesia?

Sí, creo que estamos avanzando. Un ejemplo claro es el reciente nombramiento de una mujer como prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica por parte del Papa Francisco. Se trata de un paso significativo. Además, en las diócesis y parroquias se están dando pequeños pero importantes avances.

Jesús, en el Evangelio, siempre contó con las mujeres, y hoy en día sois mayoría en la Iglesia. ¿Cómo valoraras su papel en la evangelización actual y qué se puede hacer para fortalecerlo?

El papel de la mujer en la evangelización es indiscutible. En muchas parroquias y comunidades, las mujeres son mayoría en la catequesis, Cáritas, Pastoral de la Salud…  Uno de los principales desafíos es la formación teológica. Es fundamental que las mujeres tengan una preparación sólida que les permita no solo transmitir la fe, sino también profundizar en su comprensión y contribuir activamente en la reflexión teológica de la Iglesia. Otro aspecto importante es la incorporación de más mujeres en tareas de coordinación y animación pastoral en parroquias y comunidades eclesiales.

¿Consideras que la Iglesia está preparada para un mayor protagonismo de la mujer en los órganos de decisión?

La preparación vendrá en la medida en que nos sensibilicemos sobre la importancia de la participación conjunta.
Cuando trabajaba en Cáritas, en la Vicaría IV de Madrid, siempre se hablaba de la necesidad de sensibilizar sobre la justicia social. Con este tema ocurre lo mismo: es un proceso de concienciación. La Iglesia estará cada vez más preparada a medida que todos, hombres y mujeres, comprendamos el valor de trabajar juntos en la evangelización.
Jesús, en el Evangelio, nos da un claro ejemplo al incluir y valorar a las mujeres en su misión. No deberíamos tener miedo al cambio, sino abrazarlo con espíritu de comunión. El diálogo es clave: debemos escucharnos, comprender nuestras necesidades y avanzar juntos. Me preocupa que algunas mujeres se sientan desanimadas por la falta de espacios donde puedan desarrollar sus dones y vocación evangelizadora. Es crucial que la Iglesia no solo las escuche, sino que también les ofrezca oportunidades concretas de participación y liderazgo.

¿Qué mensaje darías a las mujeres que se sienten desanimadas o incluso se han alejado de la Iglesia?

Les diría que el Evangelio es apasionante y que Dios nos ha hecho un regalo enorme con la fe. Si en algún momento sienten que no encuentran su lugar dentro de la Iglesia, les animaría a seguir buscando. Siempre hay comunidades y personas con quienes compartir la fe y el compromiso evangelizador. La clave es no rendirse, sino seguir explorando hasta hallar ese espacio donde su voz sea escuchada y su misión pueda florecer.

En tu conferencia mencionaste que el Papa Pío XII dio una gran visibilidad a la mujer. ¿Ves similitudes con él y la del Papa Francisco en este ámbito?

Sí, hay varios puntos en común. En primer lugar, ambos papas han tenido una actitud de escucha hacia las mujeres. Tanto Pío XII como el Papa Francisco han recibido a mujeres de distintos ámbitos eclesiales para conocer sus opiniones, preocupaciones y perspectivas sobre el futuro de la Iglesia. En segundo lugar, ambos han mantenido relaciones de cercanía y diálogo con mujeres comprometidas con la vida eclesial. Desde esa relación de respeto y amistad, han promovido cambios importantes. Por último, tanto Pío XII en su tiempo como el Papa Francisco hoy han impulsado reformas concretas. El Papa Francisco, por ejemplo, ha abierto espacios de participación para mujeres en órganos de toma de decisiones y en diversas responsabilidades pastorales.

Para concluir, ¿qué pasos propondrías para fomentar una mayor participación de la mujer en la vida de la Iglesia?

Al final de mi conferencia destaqué cuatro palabras clave que considero fundamentales para cualquier proceso de transformación: ver, escuchar, acompañar e integrar. Ver significa reconocer la presencia y las aportaciones de tantas mujeres que, a menudo, han sido invisibilizadas dentro de la Iglesia. Escuchar implica fomentar un diálogo sincero y abierto, donde hombres y mujeres puedan expresar sus inquietudes y expectativas. Acompañar es generar lazos de fraternidad, apoyo y colaboración entre todos los miembros de la Iglesia. Finalmente, integrar no significa sumar a una mujer de manera simbólica en ciertos espacios, sino garantizar una participación real y efectiva en los órganos eclesiales.
Si avanzamos en estas líneas, podremos construir una Iglesia más inclusiva, en comunión y fiel al mensaje de Jesús.