Julian Mansilla

Julian Mansilla

5 de enero de 2025

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Julián Ángel Mansilla Escudero, natural de Balazote (Albacete), es misionero en Tailandia. Durante una visita relámpago a nuestra ciudad, aprovechamos la oportunidad para conversar con él sobre su labor en Tailandia y cómo se celebra la Navidad en aquel país.

Eres sacerdote, eres misionero. ¿Cómo unir estas dos vocaciones en una que es la cristiana?
Todos somos misioneros. Cada uno tiene su misión, y hace falta trabajar por el Reino de Dios en todas partes y con muy diversos carismas, cada uno con el suyo. Siempre digo que ninguno es mejor que otro. No me siento, para nada, mejor cristiano que mi hermana o mi cuñado, quienes están luchando por sacar adelante a su familia y trabajan cada día. Tampoco me considero superior a cualquier otro compañero sacerdote de la diócesis o a los catequistas en nuestras parroquias que trabajan con niños o jóvenes.
Todo es necesario en la viña del Señor. Lo importante es que cada uno realice su misión con vocación y disfrute de lo que hace, aunque sea difícil y cueste esfuerzo. El Señor no nos quiere sufriendo innecesariamente.

¿Cómo se vive la Navidad en Tailandia?    
La Navidad la viven principalmente los católicos, ya que la mayoría de la población en Tailandia es budista. Sin embargo, como son tan pocos los católicos, intentan que se note mucho, lo cual está muy bien, porque es una manera de decir: “Estamos aquí también”.
Las iglesias se llenan de adornos y muchas luces, creando un ambiente muy alegre. Se vive con mucha ilusión y con el deseo de acoger a los demás, incluso a quienes no son católicos. Muchos vecinos no católicos se acercan, quizá no para participar directamente en la Misa, aunque algunos lo hacen, sino para disfrutar de la belleza de las iglesias decoradas. La gente pasea por los templos con los niños y se hacen fotos.
Resulta bonito ver cómo, siendo tan pocos católicos, logramos celebrar la Navidad con tanta alegría. Es nuestra manera de expresar que estamos contentos porque nuestro Señor nació entre nosotros, de tanto que nos quiere el mismo Dios.

Has sido misionero en América, África y ahora en Asia. Cuéntanos un poco sobre su tarea en Tailandia.    
Cada lugar es muy distinto, y con la edad cuesta un poco más adaptarse, especialmente al idioma y a las relaciones con las personas, a cambio uno tiene más experiencia. La misión en Asia es un proceso muy lento, a largo plazo, debido a la cultura, el ambiente y la lengua. Sin embargo, creo que es fundamental estar allí, ya que en Asia vive la mayor parte de la población mundial, y una inmensa mayoría, quizá el 99%, no conoce a Cristo. Hay mucho por hacer.

Mañana es el día de la Epifanía y del IEME, ¿qué es esta institución?  
El IEME es el Instituto Español de Misiones Extranjeras, una institución de la Iglesia que tiene ya 102 años. Es un medio para apoyar a sacerdotes misioneros que desean ir a la misión ad gentes (fuera de España). Este Instituto es muy útil porque evita que un misionero vaya en plan “paracaidista”, es decir, solo y sin apoyo. Aunque conozcas a alguien allá, incluso a un obispo, no es bueno ir solo.
Es mucho mejor contar con un respaldo institucional y con el apoyo de otros compañeros. Trabajar acompañado es mejor para todos, tanto en la misión como en cualquier otra parte del mundo.

¿Qué mensaje nos darías para estos días que quedan de Navidad?         
Un mensaje de ánimo, de renovar nuestra esperanza cristiana y nuestra alegría de ser cristianos. Tener la inmensa suerte de conocer a Cristo y esforzarnos por seguirle es algo que debemos valorar siempre. A veces caemos en la rutina por las responsabilidades diarias y perdemos la frescura del Evangelio. Por eso es importante recordar nuestro «primer amor», ese momento en que nos encontramos con Jesús por primera vez.
Es importante reflexionar sobre cómo sería nuestra vida si no hubiésemos conocido a Jesús. En la misión vemos esto con frecuencia, y estoy convencido de que la vida es mucho mejor, más interesante y con más sentido cuando se vive con fe. Para mí, la Navidad es el mejor momento del año para renovar esa frescura en la fe, acompañando a Jesús, el Niño que nace en Belén.