10 de abril de 2024
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Muy querido D. Ángel. Hasta hoy he hablado en muchas ocasiones en su nombre como su vicario general. Me permito tomar ahora la palabra en nombre propio y haciéndome también portavoz de los sentimientos de los fieles de nuestra diócesis y de su presbiterio presente aquí en un gran número.
“El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma” (Hechos 4, 32). Son palabras del Libro de los Hechos de los Apóstoles proclamadas en la Misa de hoy. En este momento nos hacemos un solo corazón y una sola alma para que note el aprecio de esta porción del Pueblo de Dios que camina en Albacete y de la que ha sido su Pastor y Obispo, su cabeza y primer servidor, desde el 17 de noviembre de 2018 hasta el día de hoy.
Nuestro aprecio nace del afecto, del cariño decimos en nuestra tierra, con el que se ganó nuestros corazones desde el primer momento y al que la Diócesis ha correspondido. Lo pudo usted notar, de manera especial, en las numerosas muestras de estima y cercanía que recibió con ocasión del fallecimiento de su madre y también, con el sucederse de las operaciones quirúrgicas en sus ojos.
Quiero expresarle nuestra profunda comprensión y respeto ante esta delicada decisión de presentar su renuncia al Papa. Sabemos que no ha sido fácil y que es el fruto de una cuidadosa y honda reflexión. Soy testigo del dolor que esta renuncia le ha provocado.
En el escrito que dirigió al Santo Padre expuso, con sencillez y serenidad, su situación y su disponibilidad respecto al ministerio recibido. Me consta que su decisión ha sido impulsada por un doble motivo: el amor y el deseo de servir mejor a esta iglesia diocesana. Su renuncia refleja su integridad y su compromiso con la sinceridad y la autenticidad en su relación con la fe y con aquellos a quienes sirve.
Solo desde el amor se comprende este sacrificio de renunciar a su oficio de Pastor para el que fue configurado por su ordenación episcopal y su incorporación al Colegio de los Sucesores de los Apóstoles. Por amor a Cristo y a su iglesia vino usted a esta tierra como nuestro obispo. Por el mismo amor a Cristo y a su iglesia presentó su renuncia por motivos de enfermedad.
Sabemos que no lo ha hecho para desentenderse de nosotros, sino consciente de aceptar, en diálogo con el Señor, un modo nuevo de servir mejor a la Diócesis. Como obispo emérito de Albacete pondrá todas sus energías en el fundamento de toda la acción eclesial: la oración confiada. Liberado de las ataduras exigentes de la gestión cotidiana ofrecerá, de nuevo, por su iglesia de Albacete cada instante de su vida en la nueva llamada a seguirle que le hace Jesucristo.
Reconocemos y valoramos su arduo trabajo y su dedicación como Obispo de Albacete, así como los frutos y las huellas que ha dejado en la vida de tantas personas. Cuente con nuestra ayuda incondicional en lo que pueda necesitar.
Gracias, D. Ángel, por esta nueva forma de servirnos. Gracias, de todo corazón, en nombre de toda la comunidad diocesana. Le acompañará siempre la oración agradecida de esta Iglesia que invoca para usted la protección maternal de la Santísima Virgen de los Llanos.