Palabras del obispo en la presentación del Informe FOESSA

Palabras del obispo en la presentación del Informe FOESSA

11 de diciembre de 2025

|

9

Visitas: 9

Quiero saludar con afecto y de modo fraternal a todos los que estáis aquí presentes, especialmente a las personas que trabajáis en los medios de comunicación y hacéis posible que mucha gente pueda conocer los resultados que nos presenta el informe Foessa.

Si queremos afrontar el drama de la pobreza y la exclusión social no tenemos más remedio que conocer la realidad en la que vivimos. El Informe Foessa, como hemos escuchado, pone nombre a los problemas, los cuantifica, detecta dónde se localizan, qué los provoca y los mantiene, y qué tipo de población los sufre especialmente.

La seriedad del trabajo que se hace para elaborar este informe y la gravedad de la realidad que aborda hace que a todos los que tenemos una sensibilidad humana nos invada un sentimiento de nerviosismo y cierta ansiedad por la realidad que pueda manifestarse. En esta ocasión, y como ya se nos ha dicho, el informe que nos han dado nos pone ante una realidad de carencias y dificultades relacionadas entre sí que impiden la integración de las personas en la sociedad.

La intención de la Iglesia con este informe es conocer el mundo en que vivimos para servirlo mejor. Saber qué hermanos padecen de manera especial la pobreza y la exclusión nos acerca más a ellos. Queremos acompañarlos y darles el mensaje que León XIV nos presenta como fundamental en la exhortación Dilexi Te: Te he amado.

Como vemos, lo que se desprende del Informe son datos que tienen detrás rostros y nombres. Gente que sufre y que espera ser salvada de dicho dolor. También hoy dice el Señor: He visto la opresión de mi pueblo y he oído sus quejas contra sus opresores; conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlos (Ex 3, 7- 8) En la Iglesia, los pobres no son sólo un problema social: son una cuestión familiar porque, como dice Dilexi te en su número 104, son de los nuestros. Por eso nuestra primera línea de acción para acabar con la pobreza es hacer que los más necesitados de nuestra sociedad sientan que pertenecen a una familia que les ofrece una mano, los acoge y los llena de esperanza; una familia que los ama realmente con el amor desbordado de Dios. Una Iglesia maternal que protege, dignifica y da seguridad a sus hijos. Ofrecer a Dios como primer paso, lleva implícita la segunda acción: tratar de sacarles de esa situación de precariedad. Para ello, todos los medios son pocos y necesitamos que cada uno arrimemos el hombro con generosidad y catolicidad (universalidad, sin mirar a quién)

Hay una tercera línea de acción sin la cual, las ayudas materiales resultan un mero parche que alivia pero que no fulmina la pobreza… Actuar contra las causas que provocan dicha indigencia. Ahí también el informe da unas sugerencias que tenemos que seguir profundizando. Si realmente nos importa el sufrimiento de los hermanos, no podemos quedarnos achicando agua para que no se ahoguen. Sería una tarea agotadora y sin fin que, además de que se seguiría ahogando gente, hace el juego a los que provocan la miseria en nuestro mundo. Tenemos que ir a tapar las grietas por donde se cuela el agua. Por tanto, no sólo se trata, por ejemplo, de hacer políticas de inclusión. Se trata también, de plantear una política internacional realmente fuerte que luche por el derecho que tiene cada uno a vivir en su tierra sin miedo y con dignidad; o que evite que padres y madres vivan el desgarro de tener que emigrar dejando a sus hijos en edades de necesitar mucho a sus padres.

La verdadera erradicación de la pobreza pasa por la conversión personal. Las estructuras no cambian si no cambiamos y nos convertimos los que las dirigimos. Si uno no se lava, por mucho que se cambie de ropa no va a conseguir quitar el mal olor. Eso sólo lo soluciona una buena ducha. Y lo mismo pasa con nuestro mundo. Las estructuras pueden mejorar y adaptarse para dar solución a los problemas. Pero si no cambiamos nosotros… El problema no es sólo, ni yo creo que principalmente de estructuras, sino de una conversión personal profunda. Y no hablo sólo de los mandatarios. Eso, sería lavarnos las manos ante la injusticia, como lo hizo Pilato. Cada uno de nosotros tenemos responsabilidad a nuestro nivel, incluidos los que pasan necesidad. No quiero que los pobres se sientan también excluidos en esta posibilidad de ser protagonistas del cambio del mundo. Los resultados de este informe nos invitan a ser valientes y cuestionar sin tapujos nuestra realidad personal y las consecuencias de nuestra manera de vivir: el individualismo, la meritocracia, la indiferencia, la avaricia, el orgullo, la instrumentalización del otro, la superficialidad de soluciones, vivir “visceralizados”, la hipocresía, usar en vano palabras sagradas como respeto, inclusión, libertad o igualdad, perder el espíritu crítico, vivir una solidaridad temporal que se marcha y se olvida mientras las personas siguen sufriendo…

León XIV dice en el mensaje del día mundial de los pobres: “la pobreza más grave es no conocer a Dios”. En este tiempo de esperanza que es el adviento, se nos invita a acercarnos más a Él, a asemejar nuestro corazón al suyo y dejarnos transformar.  El adviento y la navidad nos dan a conocer el verdadero rostro de Dios. Reconocerle y acogerle cambiará nuestra vida y será el inicio de la verdadera transformación del mundo. No excluir de nuestra sociedad a Jesucristo, Dios con nosotros, hará posible que nadie esté al margen y que el problema de la desigualdad y la exclusión sea realmente erradicado.

Tenemos los datos. Ahora nos toca seguir trabajando con la ayuda de Dios para cambiarlos.

+Ángel, Obispo de Albacete