1 de enero de 2023

|

13

Visitas: 13

Nadie puede salvarse solo. Recomenzar desde el COVID-19 para trazar juntos caminos de paz» es el título del Mensaje del papa Francisco para la 56 Jornada Mundial de la Paz, que se celebra el 1 de enero de 2023.

Francisco exhorta a que, aunque «los acontecimientos de nuestra existencia parezcan tan trágicos y nos sintamos empujados al túnel oscuro y difícil de la injusticia y el sufrimiento, estamos llamados a mantener el corazón abierto a la esperanza».

«El COVID-19 nos arrastró en medio de la noche», escribe Francisco. También señala que la pandemia pasó «desestabilizando» el mundo, a las personas, incluso «perturbando» las sociedades más privilegiadas».

Transcurridos tres años, ha llegado el momento – según el Papa – «de aprender, crecer y dejarnos transformar —de forma personal y comunitaria—; un tiempo privilegiado para prepararnos al “día del Señor”.» Y vuelve a insistir «que de los momentos de crisis nunca se sale igual: de ellos salimos mejores o peores».

Por eso, pregunta: «¿Qué nuevos caminos debemos emprender para liberarnos de las cadenas de nuestros viejos hábitos, para estar mejor preparados, para atrevernos con lo nuevo? ¿Qué señales de vida y esperanza podemos aprovechar para seguir adelante e intentar hacer de nuestro mundo un lugar mejor?».

Francisco explica que «todos nos necesitamos». Así indica que «nuestro mayor tesoro» «es la fraternidad humana». Por tanto, «es urgente» promover «los valores universales».  

Por otro lado, enumera algunas cosas positivas de esta pandemia: «hemos logrado hacer descubrimientos positivos: un beneficioso retorno a la humildad; una reducción de ciertas pretensiones consumistas; un renovado sentido de la solidaridad que nos anima a salir de nuestro egoísmo».

Invita a poner la palabra “juntos” en el centro. En efecto, «es juntos, en la fraternidad y la solidaridad, que podemos construir la paz, garantizar la justicia y superar los acontecimientos más dolorosos».

Tras la pandemia, el Papa, afirma que «fuimos testigos del inicio de otro azote: una nueva guerra, en parte comparable a la del COVID-19, pero impulsada por decisiones humanas reprobables».

«Ciertamente, esta no es la era post-COVID que esperábamos o preveíamos». «De hecho, esta guerra, junto con los demás conflictos en todo el planeta, representa una derrota para la humanidad en su conjunto y no sólo para las partes directamente implicadas», admite. 

«Aunque se ha encontrado una vacuna contra el COVID-19, aún no se han encontrado soluciones adecuadas para la guerra. Ciertamente, el virus de la guerra es más difícil de vencer que los que afectan al organismo, porque no procede del exterior, sino del interior del corazón humano, corrompido por el pecado (cf. Evangelio de Marcos 7,17-23)», lamenta.

El Papa exhorta a «dejarnos cambiar el corazón por la emergencia que hemos vivido, es decir, permitir que Dios transforme nuestros criterios habituales de interpretación del mundo». 

Salir de «nuestros intereses personales o nacionales», invita. Dejar entrar la «luz del bien común», volver a pensar en el «nosotros» abierto a la fraternidad universal. No buscar «protegernos a nosotros mismos; es hora de que todos nos comprometamos con la sanación de nuestra sociedad y nuestro planeta». Esto es crear las bases «para un mundo más justo y pacífico». 

En este contexto, insiste en no olvidar «las diversas crisis morales, sociales, políticas y económicas». Pues, todas estas crisis «están todas interconectadas». Afrontar los retos con «responsabilidad y compasión». 

Invita a garantizar «la sanidad pública para todos; promover acciones de paz para poner fin a los conflictos y guerras que siguen generando víctimas y pobreza» 

Igualmente, pide «hacer frente al cambio climático; luchar contra el virus de la desigualdad y garantizar la alimentación y un trabajo digno para todos, apoyando a quienes ni siquiera tienen un salario mínimo y atraviesan grandes dificultades». 

«El escándalo de los pueblos hambrientos nos duele». Insiste en desarrollar políticas adecuadas, para ayudar a los migrantes y los descartados en nuestras sociedades. 

Así el Papa concluye su Mensaje a la espera que «en el nuevo año podamos caminar juntos, atesorando lo que la historia puede enseñarnos».

«A todos los hombres y mujeres de buena voluntad, les deseo un feliz año, en el que puedan construir, día a día, como artesanos, la paz. Que María Inmaculada, Madre de Jesús y Reina de la Paz, interceda por nosotros y por el mundo entero.», finaliza.