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1 de marzo de 2020

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Hoy, 1 de marzo, celebramos el Día de Hispanoamérica, este año 2020, con el lema “Para que en Él tengan vida”: la vida que Dios nos participa y nos invita a compartir, por la fe que se materializa en obras de justicia y amor, que anima y verifica el caminar misionero de la Iglesia.

La Conferencia Episcopal Española (CEE) ofrece, a través de la Obra para la Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCSHA), apoyo espiritual y material a los sacerdotes españoles enviados por sus Diócesis a la misión, ad gentes en América Latina, donde muestran, con su labor misionera, el rostro de Cristo a las gentes y familias pobres a las que sirven y pastorean para que, en Él, tengan vida e impulsan, con su evangelización, el desarrollo de los barrios donde hacen su misión.

Actualmente, hay 208 sacerdotes de la OCSHA en América Latina, a los que se les recuerda en esta jornada y se nos invita a colaborar con ellos a través de la oración y la ayuda económica. Gracias a estas ayudas, el año pasado se recaudaron 58.342,43 euros.

MODESTO NÚÑEZ, sacerdote diocesano de Albacete, es misionero en Chile, donde llegó en 1970, con 27 años. Chile es, junto a Venezuela, el segundo país de Sudamérica donde hay más sacerdotes de la OCSHA, concretamente, 23 misioneros que rozan una media de 72 años. Son vidas gastadas y entregadas, contraste y reflejo de la misión que realizan desde hace décadas, sin distinción de raza o color de la piel.

Estoy contento, feliz acá. Escuché el llamado del Papa Juan XXIII, que pedía sacerdotes para América porque faltaban muchos. Vine y me gustó este estilo de vida, donde he descubierto el valor de tantas personas maravillosas, sencillas pero muy solidarias. Realmente, me enamoré de trabajar aquí. Y el tiempo que Dios me dé, que ya estoy en los descuentos, los pasaré aquí con alegría, con mucha ternura con la gente, pensando siempre esto: Señor, vine aquí para cinco años, y ya llevo cuarenta y cinco”, nos cuenta Modesto Núñez, párroco de la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, en el municipio de Lo Espejo, al sur de Santiago de Chile.

La parroquia es una comunidad viva y multicultural, que está dando respuesta a la urgencia humanitaria que ha supuesto la llegada a las periferias de Santiago de muchos migrantes de Haití, desde hace más de dos años, y ha acondicionado un espacio para dar cabida a seis familias pobres, respondiendo, así, al llamado del Papa Francisco de acoger, proteger, promover e integrar a los que vienen de otros países y necesitan ayuda.

“En nuestra población no teníamos a personas de otro color de piel y, de pronto, un domingo en Misa aparecieron algunos de ellos. Todos nos extrañamos bastante porque no conocíamos aquí, en el barrio, prácticamente a nadie de Haití”, comenta Modesto Núñez.

Las seis familias haitianas viven en la parroquia y colaboran con lo que pueden. No se les cobra nada, sino que, solidariamente, comparten lo que tienen.

Para las obras de acondicionamiento, la Parroquia ha contado con una ayuda de la Delegación de Misiones de Albacete. “Con esta ayuda, y un poquito la parroquia, porque no tiene medios, y un poco de los “ahorrejos” de mis padres, se ha hecho toda la instalación de cañerías y lo que faltaba porque el baño y la cocina estaban en lo que es el esqueleto y nada más. Así, se fue avanzando y, ahora…, qué bien que están, mejor que yo”.

Manuel es uno de los haitianos que viven en la parroquia. Él es de familia campesina y, después de perder a su madre y de sobrevivir al terremoto de 2010, decidió emprender una nueva vida, primero en la República dominicana, donde conoció a Mirlande, su esposa, antes de venir juntos a Chile. Allí no llegaban a encontrar la estabilidad que buscaban porque les subieron el alquiler donde vivían y con su sueldo no podían pagarlo ni mantenerse.

“Y vine acá a la Iglesia. Modesto me recibió y me dio donde vivir gratis”, dice Manuel.

Modesto cuenta que “Manuel y Mirlande se han casado aquí, por la Iglesia, y han bautizado a su bebé en Chile; así que, ya tienen parientes chilenos porque, aquí, el ser padrino o madrina crea un parentesco, una unión muy cercana”.

Cada domingo estas familias participan en la Eucaristía y muestran su fe con una alegría desbordante, lo que ha fortalecido la unión de la comunidad parroquial, como familia e Iglesia, volcada en atender las muchas necesidades que se presentan.

Modesto ha encontrado la felicidad en su entrega a personas de sectores marginales y pobres en poblaciones de la periferia. En estos momentos, una de sus preocupaciones es que “tenemos una gran cantidad de ancianos, con un sueldo miserable, que tienen que gastarse en pañales lo que no tienen”.