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11 de agosto de 2024

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El turismo religioso es una realidad evidente, también en nuestra diócesis de Albacete. Podemos encontrar diversos itinerarios dentro de nuestra provincia que nos ofrecerán combinaciones bastantes satisfactorias, entre paisajes, gentes y tradiciones, junto a una herencia artística y religiosa creada por la vivencia de la fe, en el paso de los siglos.

Iniciamos nuestro primer recorrido por Balazote, el pueblo de los ajos, de la Bicha del mismo nombre y de Santa Mónica su patrona. Situado ajunto a la carretera nacional A-32, y N-322, a 33 minutos de la capital, encontramos este pueblo regado por el río Jardín. Allí visitamos la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Rosario, de nave única con capillas de gran desarrollo a ambos lados del presbiterio, y capilla mayor de menor desarrollo, en el que se encuentra el retablo mayor, barroco, siglo XVII, procedente en su arquitectura del monasterio de santa María Magdalena de Alcaraz, al que se le acoplaron relieves realizados por el escultor hellinero José Zamorano, en el que se alojan las imágenes de la titular, Nuestra Señora del Rosario y las de San Agustín y Santa Mónica, a ambos lados. Destaca el sagrario expositor en madera tallada y policromada, también del siglo XVII, que se abre a ambos lados para dejar expuesto el Santísimo que guarda, en un ambiente columnado y fondo dorado. También son de la misma procedencia los dos retablitos, ya del siglo XVIII, con columnas salomónicas. La nave está cubierta por artesonado de tradición mudéjar. También, cerca de la Iglesia encontramos el Centro parroquial de Arte Sacro y espiritualidad «Padre Ricardo»; una amplia colección de pintura religiosa, junto a piezas de escultura, orfebrería y ornamentos religiosos, ordenada con temática bíblica, teológica y litúrgica, de cierta importancia y significado.

Desde Balazote, por la carretera CM-3251, conectando en Tiriez con la CM-313 llegamos a Lezuza, que encuentra su origen en la colonia romana de Libisosa, hoy Parque Arqueológico en el cerro del Castillo y el Centro de Interpretación Agripina, muy interesantes de visitar. Nuestra visita se centra en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción que este año celebra el quinto centenario del inicio de su construcción; de estilo gótico en su mayoría, presenta elementos renacentistas, barrocos y neoclásicos; cuya única nave es larga y de cinco tramos con una cabecera poligonal de tres paños en el que preside un monumental retablo barroco de planta quebrada; consta de banco o predela, cuerpo principal con dos pares de columnas salomónicas con decoración vegetal, que generan sendas calles en las que se alojan las imágenes de San Pedro y San Pablo, en madera tallada y policromada, obras de José Moller, siglo XVII; en la central encontramos una bella imagen de la Inmaculada Concepción, anónima, en madera tallada y policromada, de inicios del siglo XVIII; los laterales se delimitan con sendas pilastras más ligeras de decoración; en el ático se aloja un Calvario también, en madera tallada y policromada, la cima la remata un Padre Dios que bendice. A ambos lados del retablo cerrando el presbiterio encontramos las pinturas murales de la predicación de San Pablo en Libisosa y el martirio de san Vicente y san Leto, patronos de Lezuza, pintadas por Pérez de Guzmán en el siglo XVIII. En el lado del evangelio observamos la bella caja del órgano litúrgico en fase de restauración, que pronto podemos oír en todo su potencial. Y podremos observar, en el lateral, capillas barrocas y renacentistas destacando la de la Virgen de la Cruz, barroca del siglo XVIII de planta de cruz latina y cúpula oval sobre pechinas. En ella se aloja, temporalmente, la imagen de Nuestra Señora de la Cruz, Patrona de la villa, es una talla de madera policromada realizada hacia 1596 por un escultor anónimo, probablemente de Toledo. El escultor copia fielmente un dibujo que Miguel Ángel Buonarroti hizo hacia 1540. En la sacristía podremos admirar los objetos litúrgicos de orfebrería y textil que conserva la parroquia, como lo es la Custodia de plata en su color del orfebre murciano José Grao del siglo XVIII.

Salimos de Lezuza por la carretera CM-313 y continuar por la nacional 430 hacia Munera. Allí la en la plaza mayor está la iglesia parroquial de san Sebastián, en la que encontramos dos partes diferenciadas: La primera, nave única con cinco tramos cubierta con bóvedas de crucería de traza gótica, del siglo XVI; los gruesos arcos nos dan a entender que son arcos diafragma que sostendrían un artesonado de madera propios de un anterior templo mudéjar. La segunda parte es el crucero y el presbiterio ya del siglo XVIII, época barroca. En la pequeña capilla de la comunión encontramos el bello relieve anónimo, de Santa Ana, la Virgen y el Niño en madera tallada y policromada del siglo XVI.

Saliendo de la villa por la N-430 hacía El Bonillo encontramos a la derecha la ermita de la Virgen de la Fuente, patrona de la localidad, se trata de una sencilla construcción barroca del siglo XVIII de planta de cruz latina, cúpula y crucero, que guarda la imagen titular.

Por la comarcal CM-3123 nos dirigimos a El Bonillo, en cuya la Plaza Mayor se encuentra la Iglesia parroquial de Santa Catalina, obra del siglo XVIII construida sobre una anterior del siglo XVI de la que algunos restos encontramos a los pies de la Iglesia. De planta de salón con tres naves y cúpula junto al presbiterio. Preside el gran retablo de la capilla mayor realizado por el entallador Juan de Mata, vecino de Villanueva de la Jara, ajustado en 1733 por 24.000 reales de vellón, realizado en madera tallada, policromada y dorada, ocupa la totalidad del frontal del presbiterio, organizado en tres calles, amplia predela quebrada, cuerpo y ático; el cuerpo cuenta con cuatro grandes columnas salomónicas con decoración de tarjas vegetales, que delimitan las calles en las que cuatro hornacinas cobijan distintas imágenes, una en cada lateral y dos, una sobre otra, en la central; en la superior se encuentra la imagen de santa Catalina de Alejandría, titular del templo. En el ático limitado por sendas pilastras se aloja un sol de gloria en el que se representa al Espíritu Santo en forma de paloma, como vemos también en el retablo hermano del santuario de Cortes, en Alcaraz.

Las paredes de las naves laterales acogen una serie de retablos curiosos, de cierta calidad, de los que algunos están siendo restaurados con gran sorpresa para todos. Es el caso del retablo de san José en el que debajo de las pinturas del siglo XVIII han aparecido pinturas del siglo XVI atribuibles a Juan de Borgoña o a su entorno, como sucedió con el retablo de la Trinidad de Alcaraz, un año antes. Estas tablas las pueden contemplar subiendo por las escaleras, de estilo mallorquín, de subida a la torre en una sala intermedia de la misma, subida no recomendada para personas con dificultad. También dentro de la misma iglesia parroquial se encuentra la Capilla del Santísimo Cristo de los Milagros, en cuyo altar se encuentra el relicario de plata que guarda la bella imagen del Cristo, pintada sobre una cruz de madrea de cedro en el siglo XVII. Desde allí se acede al pequeño museo en el que se guardan pinturas de gran valor como lo es El Cristo abrazado a la Cruz, siglo XVI, de El Greco, la Santamaría Magdalena de Andrea Vacaro, siglo XVII y el cuadro del Milagro, de Vicente López, del siglo XIX, entre otras pinturas de importancia.

Cercana nos queda la población de Ossa de Montiel en la que nos recibe su iglesia parroquial dedicada a Santa María Magdalena, un edifico del gótico, de finales del siglo XV o principios del XVI. De una sola nave, arcos diafragma y cubierta de madera, coro alto a los pies sostenido por pilares. La singular fachada, se remata con espadaña, se abre con portada de medio punto y enmarcada con alfiz.

Nuestro recorrido puede terminar con un paseo por las cercanas Lagunas de Ruidera, un paisaje encantador en cualquier estación del año.