
“Los internos valoran sobre todo nuestra cercanía y el sentirse acompañados”

“Los internos valoran sobre todo nuestra cercanía y el sentirse acompañados”
21 de septiembre de 2025
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El padre Paúl Santiago Azcarate Gorri, capellán del Centro Penitenciario `La Torrecica´, comparte su experiencia y el papel de la Pastoral Penitenciaria en vísperas de la fiesta de la Virgen de la Merced.
– Comenzaste como capellán en el mes de marzo. ¿Cómo están siendo estos primeros meses?
– Han sido unos primeros meses de mucho interés para mí, porque venía con cierta prevención. Es la primera vez que me encomendaban un ministerio de estas características y naturalmente llegaba con temor: si acertaría, si podría entrar con facilidad, si sería aceptado, si llevaría el mensaje adecuado. Todo eso lo llevaba con prudencia, pero me he encontrado con una gran acogida y, por tanto, mi experiencia está siendo extraordinaria.
– ¿Cuál es el papel de un capellán dentro de un centro penitenciario?
– Más que del capellán, deberíamos hablar de capellanía. No soy yo solo, sino un equipo formado por unos 16 voluntarios y el director del Secretariado, Ginés Cabañero. Entre todos llevamos a la cárcel el testimonio de Jesucristo, que nos trae identidad y dignidad. Nuestra misión es acompañar y humanizar la vida de los internos desde el Evangelio.
– ¿Es fácil o difícil llevar la fe a los privados de libertad?
– La verdad es que sorprende la gran acogida que tiene el mensaje de la fe: cómo lo esperan con verdadera ansiedad, cómo les conforta.
Tengo la experiencia, por ejemplo, de que cuando llegué, en Cuaresma, se confesaron 77 internos. Un voluntario que organizaba la fila para acceder al sacramento me decía: “¡Qué diferencia entre cómo subían y cómo bajaban! Con qué cara tan resplandeciente de serenidad, de contento, de felicidad”. Ese sacramento les había fortalecido y les había dado gozo y esperanza. Eso es lo que esperan y reciben de nosotros: esperanza desde el Evangelio y también cercanía, solidaridad, acompañamiento en su soledad, que es lo que más les afecta.
– ¿Celebráis habitualmente algún otro sacramento?
– Sí. Todos los viernes tenemos la celebración de la Eucaristía con una asistencia total. El aforo es de unas treinta y cinco o cuarenta personas, pero se apuntan en torno a setenta cada semana y no pueden acceder todos. Hay que ver con qué intensidad celebran la Eucaristía: cómo cantan, cómo escuchan, cómo hacen sus peticiones espontáneas y libres. Realmente es asombroso.
Además, hemos iniciado la catequesis de confirmación con unos 25 internos. Cuando termine el proceso de formación, recibirán el sacramento.
– Además de los sacramentos, ¿lleváis a cabo alguna otra actividad?
– Sí. Todos los lunes hay un taller de lectura con dos voluntarios que les ayudan a leer un libro y, a partir de él, profundizan en valores humanos.
Los martes pasamos por los módulos para ver necesidades y acompañar en esa soledad de la que hablaba antes. Tomamos nota de zapatillas, pantalones, camisetas, dentífricos… cosas básicas que muchas veces no tienen. También aportamos un peculio a unos 20 internos cada mes, una pequeña cantidad de dinero para que puedan, al menos, tomarse un café.
Los martes también tenemos catequesis con un grupo, y para de las mujeres hay actividades específicas que realizan dos voluntarias. Además, colaboramos con Cáritas, que desarrolla actividades socioculturales, y queremos intensificar esa relación para que la presencia de la Iglesia y el testimonio de Cristo se fortalezcan.
– Ahora os preparáis para la gran fiesta del miércoles 24, la Virgen de la Merced. ¿Cómo la estáis organizando?
– La fiesta de la Merced la organizamos en cooperación con la dirección del centro penitenciario. El acto central es la Eucaristía, que celebraremos a las 10 de la mañana, y este año contaremos con la presencia de nuestro obispo, Ángel Román. Él conoce muy bien este mundo porque ha trabajado en este ámbito como sacerdote, y está muy interesado en acompañarnos. Queremos que sea una Eucaristía festiva, celebrativa, llena de esperanza: un acto patronal que les haga vivir un verdadero momento de Iglesia.
– ¿Qué es lo que más valoran los privados de libertad de esta Pastoral?
– Creo que valoran mucho nuestra cercanía. Son conscientes de que allí se encuentran muy solos: las familias a veces no les hacen caso y los amigos los dejan de lado. Valoran el hecho de que alguien vaya a visitarles con frecuencia.
Hace poco uno me decía: “Me pregunto por qué un hombre como tú, que no me conoce de nada, viene todas las semanas, me saluda, me visita y se interesa por mí”. Eso lo valoran mucho.
– Hablabas antes de la capellanía, de ese grupo de voluntarios que forman parte de la Pastoral Penitenciaria.
– Sí, es un grupo muy grande. Aquí en Albacete me sorprendió, y cuando hablo con personas que conocen este ámbito me confirman que el equipo de Albacete es de los más numerosos. Son unos 16 voluntarios los que conforman el equipo de Pastoral Penitenciaria.
La mayor parte son mujeres, aunque también hay algunos hombres. Todos entregados por completo y de distintas parroquias, lo cual es otra ventaja: desde sus parroquias de origen hay implicación con la Pastoral Penitenciaria. Así, esta pastoral no es ajena a la pastoral de la Iglesia en Albacete.
– Y Santiago, ¿qué mensaje te gustaría lanzar a la sociedad, en estas vísperas de la fiesta de la Virgen de la Merced?
– Creo que la fiesta de la Virgen de la Merced, patrona de la Misericordia, es una oportunidad para que la sociedad y la Iglesia diocesana tomemos en consideración a este sector de creyentes que, por distintas circunstancias, se encuentra en esta situación. Son personas y debemos mirarlas no con prevención, sino con el corazón.
Es importante que la Iglesia diocesana y las parroquias tengan presente que quienes están allí también forman parte de la comunidad parroquial. No podemos despreocuparnos de ellos, sino llevarles cercanía, acompañamiento, misericordia, amor y ternura. Que sientan que alguien en el mundo les quiere y que, a través de ese amor, es Dios mismo quien se acerca y los ama también.