
Los inmigrantes también traen esperanza

Los inmigrantes también traen esperanza
5 de octubre de 2025
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Hoy la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, un día que invita a la reflexión y, sobre todo, a la acción. En nuestra Diócesis de Albacete, el compromiso con la acogida se procura de manera especial, tal como nos explica Miguel Giménez Moraga, director del Secretariado Diocesano de Migraciones.
Giménez Moraga subraya que la jornada no solo es un día para mirar a los que vienen de lejos, sino para recordar que «somos peregrinos en la tierra» y, por tanto, en cierta medida, «también de alguna manera somos inmigrantes». Por ello, el mensaje central a la comunidad diocesana y a toda la ciudadanía es la llamada a ser una Iglesia acogedora que no haga distinción de raza, ni color, ni religión, sino que acoja a las personas como lo que son: hijos de Dios y, por tanto, hermanos nuestros.
Al ser preguntado sobre la labor de la Diócesis en este ámbito, Miguel Giménez subraya que los esfuerzos del Secretariado se concentran en el Centro Diocesano para Inmigrantes “Santa María Rosa Molas” de la calle Francisco Pizarro, 44. Este centro es un lugar de acogida que ofrece servicios esenciales como lavandería, orientación jurídica y sanitaria, e incluso peluquería, sirviendo la lavandería como «el servicio que aglutina los demás».
Sin olvidar la labor que lleva a cabo en las parroquias, Cáritas, Obras Sociales y cada uno de los miembros del Secretariado, que el director califica como «una gran obra de acogida y acompañamiento».
El lema. El lema de la jornada de este año, promovido por el Papa Francisco, es «Migrantes, misioneros de esperanza». Este mensaje resuena profundamente en la experiencia de la Diócesis, especialmente con aquellos migrantes de países donde la Iglesia está implantada, sobre todo latinoamericanos.
Giménez Moraga destaca que quienes llegan a Albacete no lo hacen por capricho, sino huyendo de situaciones de falta de paz, trabajo o desarrollo. Estos hermanos, al buscar una vida mejor, traen consigo un “talante” que es, en sí mismo, un mensaje de esperanza.
«A mí concretamente me tocan muy profundamente la esperanza con la que vienen y la esperanza que despiertan en mí cuando yo les puedo ayudar a que esa esperanza no caiga en saco roto», confiesa el director. Los migrantes nos traen una «mirada de un mundo más fraterno, más solidario, más amplio».
¿Qué puede hacer la ciudadanía ante la realidad de las migraciones? Para Miguel Giménez, la respuesta es sencilla y profunda: acoger y acompañar.
Basándose en su experiencia, que incluye haber sido misionero en África y posteriores viajes, insiste en que la acogida va más allá de la ayuda material: «Acogerlos, acompañarlos, estar ahí, darles identidad y cuando digo darles identidad es, tratarlos como las personas que son. Si es posible, llamándolos por su nombre».
Se trata de identificarlos, interesarse por su procedencia, sus ilusiones y sus familias, y «el tratarlos como hermanos, aunque la mayoría de ellos me llamen “padre”», es lo que intenta hacer desde hace 25 años Giménez.
Como punto culminante de la celebración en la ciudad, se invita a todos los diocesanos a participar en la Eucaristía que, esta tarde a las 8, presidirá el señor Obispo en la parroquia de San José, como signo de comunión y oración por los migrantes y refugiados.
La situación de los menores en Canarias
Con motivo de esta Jornada, el pasado jueves se celebró en los salones de la parroquia de las Angustias y Sam Felipe Neri una sesión sobre la realidad de los menores migrantes. Contó con la presencia de Alejandra Botija y Beatriz Moreno, del Servicio de Infancia y Familia de Albacete (Consejería de Bienestar Social), así como de Arancha Méndez Tosco, técnica del Programa de Movilidad Humana de Cáritas Tenerife.
El último dato habla de cerca de 5.800 niños y adolescentes extranjeros en el sistema de protección de Canarias, un mecanismo que, como reconoce Arancha Méndez, «se encuentra desbordado y debilitado, incapaz de responder a la especial vulnerabilidad de estos menores».
Aunque la Iglesia en Canarias no gestiona directamente la atención a los menores tutelados, Méndez explica que muchas entidades vinculadas -como Cáritas, Fundación Don Bosco o Fundación Buen Samaritano- se centran en el acompañamiento una vez los jóvenes cumplen la mayoría de edad. «Cuando cumplen 18 años se ven abocados a la calle. Desde nuestras entidades intentamos ofrecer espacios de transición a la vida adulta para que no queden desamparados», subraya.
La técnica de Cáritas alerta de que, en la actualidad, la respuesta institucional pasa por la apertura de grandes centros de emergencia, en ocasiones con hasta 200 menores bajo un mismo techo. «Por pura lógica, no se les está dando la protección que necesitan. Los niños requieren un acompañamiento más individualizado», insiste.
Sobre el debate del reparto de migrantes a otras comunidades, Méndez afirma: «No sé si es la solución, pero desde luego algo hay que hacer. Canarias no puede soportar sola esta situación por ser frontera sur. Esto no es un problema solo de Canarias, es un reto de todos».
Uno de los aspectos más preocupantes, según la responsable de Cáritas, es la persistencia de prejuicios hacia los llamados “menas”. «Ese término se ha cargado de estigma, vinculado a la delincuencia y a estereotipos negativos. Pero no hablamos de otra cosa que de niños y niñas que necesitan protección. No importa el apellido que tengan», denuncia.
Para Méndez, la Iglesia y la sociedad tienen un papel fundamental en la sensibilización y la construcción de comunidades acogedoras. «El Evangelio nos recuerda constantemente que la migración es parte de la historia humana. No podemos permitirnos ver a los más frágiles de nuestra sociedad como una amenaza».
Con años de experiencia en el acompañamiento de jóvenes migrantes, Méndez ofrece una visión muy distinta a la extendida en el imaginario colectivo: «Nunca hemos tenido problemas con ellos. Son chavales con muchas ganas de aprender, de formarse, de trabajar. Buscan lo mismo que cualquier joven canario o peninsular: un futuro estable».
Incluso, añade, muchos de ellos terminan vinculándose como voluntarios una vez logran integrarse. «No vienen a robarnos nada ni a delinquir. Vienen a buscarse un futuro, como haríamos cualquiera de nosotros».
Méndez concluye con una invitación a la sociedad: «Necesitamos acercarnos, romper barreras y estereotipos. Solo con ese “roce” descubriremos que son personas como nosotros, con sueños, esperanzas y dificultades compartidas».