20 de septiembre de 2024

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El pasado miércoles, Albacete despidió con gran emoción a las Hermanas Mercedarias de la Caridad, quienes, tras 77 años de incansable labor en la ciudad, se preparan para emprender nuevos destinos. Su llegada el 4 de agosto de 1947 marcó el inicio de una misión encomiable en un contexto de posguerra, pobreza y enfermedades, algunas muy contagiosas. Las Hermanas comenzaron su labor en el Sanatorio de Los Llanos, dedicándose a cuidar a los enfermos de tuberculosis, una enfermedad que en aquella época se cobraba muchas vidas y sumía en el dolor a numerosas familias.

En colaboración con médicos, enfermeras, y demás personal del sanatorio, las Hermanas Mercedarias no solo brindaron atención médica, sino que también crearon un ambiente de calidez y humanidad que transformó aquel centro en una verdadera familia. Siempre en fidelidad a su carisma: Mostrar el rostro liberador de Jesucristo en servicio de caridad redentora para liberar a los pobres y desfavorecidos desde el amor y la misericordia.

Además de los 49 años que estuvieron en el Sanatorio de Los Llanos, y posteriormente en el Hospital del Perpetuo Socorro desde 1996, las Hermanas han colaborado activamente en las parroquias de San Vicente de Paúl y Nuestra Señora de las Angustias y San Felipe Neri. En el centro penitenciario de `La Torrecica´, llevaron a cabo un inestimable trabajo de catequesis con los internos, entre otras muchas actividades.

Su presencia en Albacete ha sido un faro de esperanza y consuelo para innumerables personas. Con su humildad, amor y delicadeza, han aliviado tanto las enfermedades del cuerpo como las heridas del alma, dejando una profunda huella en quienes han tenido el privilegio de conocerlas.

El Administrador Diocesano, Julián Ros, acompañado por una decena de sacerdotes, celebró una Eucaristía en una abarrotada parroquia de San Vicente de Paúl, en acción de gracias a Dios por el trabajo y dedicación de las Hermanas Mercedarias. Durante la celebración, resaltó el inestimable valor de su generosa entrega y la deuda de gratitud que la ciudad de Albacete tiene con ellas. Sin duda, su partida deja un vacío difícil de llenar.

Las hermanas, que siempre han vivido su vocación desde y para la comunidad, se despiden ahora de Albacete con la misma sencillez con la que llegaron, llevando en su corazón a todos aquellos a quienes han servido. Desde aquí, les pedimos que recen por nosotros, como nosotros rezaremos por ellas. Albacete siempre recordará con cariño y admiración su entrega incondicional.

 

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