1 de enero de 2020
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El Mensaje del Santo Padre, para la 53ª Jornada Mundial de la Paz, que se celebra el 1 de enero de 202, titulado “La paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica”, está dividido en cinco puntos.
Camino de esperanza
El primero de ellos se denomina “La paz, camino de esperanza ante los obstáculos y las pruebas”. En él, Francisco resalta que la humanidad lleva consigo “los signos de las guerras y de los conflictos que se han producido, con una capacidad destructiva creciente, y que no dejan de afectar especialmente a los más pobres y a los más débiles”.
Para él, “toda guerra se revela como un fratricidio que destruye el mismo proyecto de fraternidad, inscrito en la vocación de la familia humana” y “nace en el corazón del hombre por el egoísmo y la soberbia, por el odio que instiga a destruir, a encerrar al otro en una imagen negativa, a excluirlo y eliminarlo”.
La memoria, horizonte de esperanza
El segundo punto concibe la paz como “camino de escucha basado en la memoria, en la solidaridad y en la fraternidad” y, en él, el Obispo de Roma rememora la historia de los Hibakusha, supervivientes de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, que suponen la “conciencia colectiva, testificando a las generaciones venideras el horror de lo que sucedió en agosto de 1945 y el sufrimiento indescriptible que continúa hasta nuestros días”.
El mensaje define la memoria, hoy, como “el horizonte de la esperanza: muchas veces, en la oscuridad de guerras y conflictos, el recuerdo de un pequeño gesto de solidaridad recibido puede inspirar también opciones valientes e, incluso, heroicas; puede poner en marcha nuevas energías y reavivar una nueva esperanza tanto en los individuos como en las comunidades”.
Por ello, el Santo Padre subraya que “abrir y trazar un camino de paz es un desafío muy complejo, en cuanto los intereses que están en juego en las relaciones entre personas, comunidades y naciones son múltiples y contradictorios” y apela “a la conciencia moral y a la voluntad personal y política”.
“La paz brota de las profundidades del corazón humano y la voluntad política siempre necesita revitalización para abrir nuevos procesos que reconcilien y unan a las personas y a las comunidades” y que “el mundo no necesita palabras vacías, sino testigos convencidos, artesanos de la paz abiertos al diálogo sin exclusión ni manipulación”, añade.
Respeto y perdón
Por otro lado, en el tercer punto, llamado “la paz, camino de reconciliación en la comunión fraterna”, Francisco habla de la necesidad de abandonar “el deseo de dominar a los demás y aprender a verse como personas, como hijos de Dios, como hermanos”. Además, indica que solo el camino del respeto podrá “romper la espiral de venganza y emprender el camino de la esperanza”.
Además de practicar el respeto, el Papa invita “a encontrar en lo más profundo de nuestros corazones la fuerza del perdón y la capacidad de reconocernos como hermanos y hermanas”, porque “aprender a vivir en el perdón aumenta nuestra capacidad de convertirnos en mujeres y hombres de paz”.
Conversión ecológica
En el apartado número cuatro, “la paz, camino de conversión ecológica”, el Pontífice reitera el mensaje de la Laudato si’ en la que se afirma que es necesaria una “conversión ecológica”.
También describe que el reciente Sínodo sobre la Amazonía “nos lleva a renovar la llamada a una relación pacífica entre las comunidades y la tierra, entre el presente y la memoria, entre las experiencias y las esperanzas”; de manera que, “este camino de reconciliación es también escucha y contemplación del mundo que Dios nos dio para convertirlo en nuestra casa común”.
En definitiva, esta conversión “debe entenderse de manera integral, como una transformación de las relaciones que tenemos con nuestros hermanos y hermanas, con los otros seres vivos, con la creación en su variedad tan rica, con el Creador que es el origen de toda vida”.
La paz requiere paciencia y confianza
En el último punto, “se alcanza tanto cuanto se espera”. El obispo de Roma apunta que “el camino de la reconciliación requiere paciencia y confianza. La paz no se logra si no se la espera”.
“Se trata de creer en la posibilidad de la paz, de creer que el otro tiene nuestra misma necesidad de paz”, aclara, y, en esto, “podemos inspirarnos en el amor de Dios por cada uno de nosotros: un amor liberador, ilimitado, gratuito e incansable”.
Finalmente, Francisco remarca la importancia de “ir más allá de nuestros temores humanos, reconociéndonos hijos necesitados, ante Aquel que nos ama y nos espera, como el Padre del hijo pródigo (cf. Lc 15,11-24)” y declara que “la cultura del encuentro entre hermanos y hermanas rompe con la cultura de la amenaza. Hace que cada encuentro sea una posibilidad y un don del generoso amor de Dios. Nos guía a ir más allá de los límites de nuestros estrechos horizontes, a aspirar siempre a vivir la fraternidad universal, como hijos del único Padre celestial”.