17 de mayo de 2020
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]ste Domingo VI de Pascua, 17 de mayo de 2020, celebramos la Pascua del Enfermo.
José Serrano Navarro (Pepe), delegado diocesano de Pastoral de la Salud y capellán del Hospital Perpetuo Socorro de Albacete, que está en la primera línea humanitaria de la pandemia del coronavirus, acompañando, escuchando y atendiendo a los enfermos en su soledad, nos cuenta su experiencia y nos invita a vivir la Pascua del Enfermo, en esta situación diferente a cualquier año.
Pepe, ¿el enfermo tiene una gran importancia dentro de la vida pastoral de la Iglesia?
Claro que sí, indudablemente. Con tantos enfermos, los hospitales llenos…, la Iglesia tenía que estar ahí, como siempre, junto al enfermo y, todavía más, en este tiempo que nos ha tocado vivir.
El lema de la Campaña del Enfermo de este año, precisamente, es “Acompañar en la soledad”.
Acompañar es la palabra clave de verdad, la que nos identifica a todos los agentes de pastoral de la salud y yo creo que a toda la Iglesia: acompañar en la soledad, en el dolor, el sufrimiento, en la pérdida… Acompañar siempre a nuestros hermanos, a toda persona que se acerque a nosotros, es muy importante pero, más que nunca, en este tiempo en el cual tantos enfermos han estado solos en los hospitales porque no podían estar con sus familiares y, entonces, necesitaban a alguien que estuviera a su lado, que los acompañara y sintieran esa presencia.
¿Cuál ha sido tu experiencia en el acompañamiento a los enfermos de COVID-19? ¿Cómo lo han vivido ellos?
Pues…, los enfermos mal; el personal sanitario…, peor; y nosotros…, también, porque no podías estar, como antes, que podías pasarte por todas las habitaciones. Pero ahí hemos estado, junto con ellos, con los guantes, las mascarillas…, como fuera, intentando estar lo más cerca posible y llevarles el consuelo del sacramento, de la presencia de Jesús en sus vidas, que los acoge, perdona, ayuda y fortalece.
¿Qué ha sido lo más duro? ¿Y qué es lo que más te ha aportado a tu vida sacerdotal?
Pues lo más duro es ver cómo los enfermos están solos, cómo notan que no está su familia y no pueden recibir su cariño, y cómo los familiares ni podían despedirse de ellos. En cuanto a lo que más aporta a nuestra vida, es llevar la presencia de la Iglesia, la presencia de Cristo y el consuelo de Jesús, que se entregó por nosotros, se acercó a los enfermos, no le importó tocar a los leprosos ni estar al lado de todo aquel que sufría y necesitaba su ayuda.
¿Cómo recibían los enfermos la visita del sacerdote? A ti, como capellán.
Siempre reciben con alegría al sacerdote, sobre todo los enfermos creyentes, pero más en este tiempo. La presencia del sacerdote, que lo que les lleva es el consuelo de Cristo, siempre es un momento de alivio, de tranquilidad, de gozo, de saberse acogido por el Señor y perdonado por él.
La Iglesia ha estado siempre durante este tiempo impartiendo la unción de enfermos.
Siempre, no importa el tipo de enfermedad, ni donde se esté. Siempre que el enfermo, o los familiares, han llamado al sacerdote, el sacerdote ha estado allí para poder ofrecerles ese consuelo, que es un consuelo grande, enorme, para el creyente, para el cristiano. No hay que tener miedo a llamar el sacerdote, sea la hora o circunstancia que sea, y pedir el sacramento.
Pepe, ¿cómo celebrar este año la Pascua del Enfermo? Otros años era comunitariamente.
Pues hay que celebrarlo desde la intimidad, tomando conciencia de que, a nuestro lado, en nuestra comunidad parroquial, hay personas que sufren la enfermedad o la pérdida de un ser querido del que no han podido ni despedirse. Hay que tomar conciencia de lo que somos y de que tenemos que ayudar a los demás y de que, después, nosotros también tendremos que dejarnos ayudar. Debemos, espiritualmente, estar cerca, orar por ellos, sentir la necesidad de acompañar siempre, de estar al lado de todo aquel que sufre y lo está pasando mal.
¿Qué mensaje quieres dar en esta Pascua del Enfermo?
Un mensaje de esperanza, de saber, como dice el Evangelio, que ni el sufrimiento, ni el dolor, ni la muerte, son lo último. Lo último es la esperanza de la victoria de Jesucristo, que nos da la verdadera luz: el encuentro con Jesús nos salva, nos alivia y nos da la luz eterna. También deseo un feliz día a todos, a los agentes de pastoral y al personal sanitario, que han dado todo lo que podían y tenían, por curar y sanar, para que saliera esto hacia adelante.