19 de mayo de 2024
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Pedro Manuel Fernández Castelao es profesor de Teología en la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. Fue el ponente de la Jornada de Apostolado Seglar que tuvo lugar este pasado viernes en Almansa. Conversamos con él.
¿Qué le está pidiendo hoy el Papa Francisco a la Iglesia, Pedro?
No es fácil resumirlo en pocas palabras. Pero, sobre todo, me parece que la idea central de lo que el Papa le pide a la Iglesia es que se ponga en marcha, que supere cualquier tentación de autorreferencialidad, de estar de alguna manera centrada en sí misma, y se ponga al servicio de las preocupaciones que tiene el mundo, que tiene la sociedad actual y que tenemos los hombres y las mujeres de hoy en día.
¿Y cómo podemos avanzar hacia esa Iglesia en salida que nos insta el Papa Francisco?
Principalmente, saliendo de nosotros mismos e intentando ser conscientes de las prioridades de la Iglesia cuando predica el Evangelio. Considero esencial tener en cuenta dos aspectos fundamentales. Primero, la centralidad de las periferias, es decir, cambiar el paradigma con el cual interpretamos las realidades y las prioridades, dando protagonismo a aquellos que han sido históricamente excluidos. Ellos, probablemente, deban ocupar un lugar central en la misión, la liturgia y la caridad de la Iglesia. Además, esta inversión de centro y periferia también debe ocurrir dentro de la comunidad eclesial, mediante el camino de la sinodalidad. El Papa Francisco busca superar un esquema descendente, clerical y jerárquico de la Iglesia que limita nuestra capacidad de salir de nosotros mismos y emprender un camino de transformación.
Y para llevar a cabo esta misión en la Iglesia y en la sociedad, Pedro, ¿cuál es el papel de los laicos?
Comprender nuevamente el significado del bautismo y la laicidad de toda la Iglesia es crucial para entender cómo debe estar presente en el mundo. La presencia de la Iglesia en el mundo no debe ser como una sociedad exclusiva o como un grupo selecto que se diferencia del resto, sino todo lo contrario. Debe ser como la sal y la luz, proporcionando una nueva perspectiva a los problemas compartidos por toda la sociedad. En este contexto, los laicos, con nuestros trabajos, familias, hipotecas, problemas y dificultades cotidianas, estamos llamados a abordar estos desafíos con una visión cristiana del mundo.
¿Cómo pueden los laicos dar un mejor testimonio en la sociedad?
Me parece que la clave radica en el discernimiento constante en la oración, para buscar en cada situación y en cada momento la palabra oportuna y tener claridad en la toma de decisiones correctas. Sin embargo, esto no garantiza que no cometamos errores o que no nos equivoquemos; es algo que puede suceder en cualquier momento. No obstante, nos proporciona la clave, el método o la guía para al menos intentar estar en consonancia con el Evangelio.
¿De qué manera puede la Iglesia progresar hacia una mayor sinodalidad?
Creo que lo fundamental es la escucha, es decir, implementar formas, mecanismos, organismos y encuentros en los que las decisiones no sean tomadas de manera individual y sin considerar a aquellos que serán mayormente afectados por ellas. Se deben establecer órganos que no solo sean consultivos, sino también vinculantes, de modo que aquello que afecte a todos sea decidido por todos. La escucha aumenta y hace más evidente la vivencia de la comunión eclesial. Si todos somos parte del mismo cuerpo, entonces todos estamos llamados a involucrarnos según nuestra responsabilidad y en la medida de nuestras posibilidades en aquello que es común a toda la Iglesia.
Pedro, ¿eres optimista en cuanto a si estas reformas del Papa Francisco llegarán a hacerse realidad pronto en la Iglesia?
Sí lo soy, sobre todo por una idea del Papa en la que insiste mucho, y es que el tiempo es superior al espacio. Me parece que esta idea es extraordinariamente importante porque implica iniciar procesos de cambio, de revisión, procesos que no nos dejan igual que estábamos al inicio. Sin embargo, no creo que debamos esperar cambios de gran alcance en un corto período de tiempo. Más bien, debemos poner en marcha procesos que lleguen a lo más profundo, que no se trate de crear otra Iglesia, sino de que la Iglesia sea otra.
Despedimos a Pedro con optimismo ante esta época de cambio que experimenta la Iglesia.