26 de diciembre de 2020
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Homilía de nuestro obispo D. Ángel Fernández
La Roda, 26 de diciembre de 2020
Fiesta litúrgica de San Esteban, protomártir
El Señor nos quiere bendecir con un nuevo diácono para nuestra diócesis de Albacete: José Juan Vizcaíno Gandía. Después de una etapa de formación en el Seminario de Alicante, de otra etapa para realizar Estudios Superiores en la Universidad de Navarra y de un curso pastoral de un año en esta parroquia de La Roda, ayudado y acompañado por sus sacerdotes y diáconos, hoy lo voy a ordenar como Diácono. Estoy convencido de que este regalo del Señor, esta agua fresca y pura que ahora nos llega, despertará y refrescará los corazones de algunos adolescentes y jóvenes deseosos de entregarse generosamente como él a Dios y al servicio de la Iglesia.
Gracias a todos aquellos que habéis hecho posible llegar a este importante acontecimiento para bien de José Juan y de la Iglesia de Jesucristo en Albacete: Rector del Seminario, sacerdotes de la parroquia y diáconos, sacerdotes amigos, compañeros seminaristas, familia de José Juan, especialmente su madre y hermanos, paisanos de Montealegre, otras familias, religiosas de vida contemplativa y activa que han rezado por él, formadores y profesores, amigos diversos que han facilitado llegar a este momento importante en la vida de José Juan.
Es muy significativo que, al día siguiente de la celebración de la Solemnidad de la Navidad, del Nacimiento del Hijo de Dios, hecho hombre entre nosotros, nacido del seno materno de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, la liturgia de la Iglesia celebra el martirio del diácono San Esteban, llamado por ello protomártir, porque tuvo el honor de ser el primer cristiano y diácono que murió martirizado. La cruz se hace presente en su vida proclamando con el derramamiento de su sangre su fe en Jesucristo, su identificación con Él y su fidelidad al Evangelio. La Iglesia así lo reconoce y certifica al celebrar su fiesta al día siguiente del Nacimiento del Hijo de Dios. El martirio, su gloria, como consecuencia de su fe y seguimiento de Jesucristo. Es también significativo que en este mismo día José Juan va a ser ordenado Diácono. Se incorpora al Orden de los Diáconos para entregarse, como san Esteban, por entero, a Jesucristo en este ministerio sagrado y de caridad al servicio de la Iglesia.
José Juan vas a recibir a continuación la Ordenación de Diácono, después de un tiempo de discernimiento, acompañamiento y actividad pastoral. Estoy seguro de que te sientes agradecido al gran regalo que vas a recibir de la Iglesia, fruto de una elección divina. Recuerda que la vocación o llamada a ser sacerdote de Jesucristo es una decisión que ha partido de Dios y que tú has aceptado libremente, poniéndote en sus manos misericordiosas. Esta decisión se ha ido iluminando a través de numerosas circunstancias interpretadas con fe y con un corazón limpio y recto. Jesús en el Evangelio lo expresa claramente hablando a sus discípulos: “No me habéis elegido vosotros a Mí, sino que he sido Yo quien os he elegido y os he llamado y destinado a estar junto a Mí, para que deis fruto y vuestro fruto permanezca”. Toda vocación es por sí misma una gracia divina para bien de la Iglesia y de tantísimos hombres y mujeres de buena voluntad que buscan a Dios y quieren vivir junto a Él. Es una gracia divina, un don que se nos da y que se nos regala sin derecho alguno de nuestra parte, sin mérito propio. Dios quiere graciosamente enriquecerte con una gracia divina inmensa para realizar una importante y sagrada misión: ser ahora diácono y posteriormente sacerdote de Jesucristo. Dios quiere llamarte a su lado y a su servicio para que seas un instrumento dócil y generoso para bien de la Iglesia y para gloria suya.
Jesús eligió a sus apóstoles y discípulos, como lo ha hecho contigo, para «estar con Él y para enviarte a evangelizar», a dar fruto y un fruto de amor muy abundante y eterno (Mc 3,13). Jesús te ofrece su amistad, su amor divino (Jn 15,15) y te enseña a conocer cómo es su corazón de buen Pastor (Jn 10) y buen Sembrador. Él quiere encomendarte una tarea en su Iglesia: ser pastor de sus ovejas y sembrador de la semilla del Evangelio: «como el Padre me ha enviado, así también te envío yo» (Jn 20, 21).
No estarás nunca solo en esta misión, pues Jesucristo te acompañará siempre en el ejercicio de tu ministerio para que nunca te falte su compañía y la ayuda de su Santo Espíritu. Hago mía y dirigida a ti, esta recomendación del Papa Francisco en su Exhortación Christus vivit, en el número 161: «Déjate amar por Dios, que te ama, así como eres, que te valora y respeta, pero que también te ofrece más y más; más de su amistad, más fervor en la oración, más hambre de su Palabra, más deseos de recibir a Cristo en la Eucaristía, más ganas de vivir su Evangelio, más fortaleza interior, más paz y alegría espiritual”.
El Pontifical Romano, además de recordar que tendrás como misión ayudar al Obispo y a su Presbiterio en el anuncio de la Palabra, en el servicio del Altar y en el ejercicio de la Caridad, mostrándote servidor de todos, enumera las múltiples funciones que pueden encomendarse al Diácono, entre ellas: administrar solemnemente el Bautismo, reservar y distribuir la Eucaristía, asistir al Matrimonio y bendecirlo en nombre de la Iglesia, llevar el Viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y la oración de los fieles, administrar los Sacramentales, presidir el Rito de los funerales y de la sepultura. Y el servicio de asistencia a los pobres en sus variadas formas, como signo del amor de Cristo y de la Iglesia.
Quiero terminar estas palabras, como suele hacer un buen padre con sus hijos en momentos especiales como es este, con unas recomendaciones para la nueva vida que ahora vas a comenzar como Diácono:
Mantén siempre una relación íntima y continuada con Jesucristo y espacios específicos de oración y contemplación, sin prisas.
Anuncia el Evangelio con fe y convencimiento, con el ejemplo de tu vida, sencillez y humildad.
Vive con amor misericordioso, con generosidad y gratuidad todos los momentos de tu vida, como consagrado a Dios y al servicio de su Iglesia.
Y se devoto de María, Madre y Reina de los Apóstoles y de los sacerdotes y, como buen hijo, rézala y pide su protección.
Hoy estamos todos muy contentos con la Ordenación como Diácono de José Juan y damos muchas gracias a Dios. Pero a la diócesis de Albacete le hacen mucha falta nuevos seminaristas, niños, adolescentes, jóvenes, santos y sabios, que un día puedan ser ordenados diáconos y sacerdotes. “Pedid y se os dará”, nos dice Jesús. A todos los cristianos de Albacete nos debe apremiar la tarea de rezar con fe y perseverancia por esta importante necesidad. Dios así lo quiere: «la mies es mucha y los obreros pocos, rogad pues al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 38).
Acudamos a la intercesión de nuestra Madre, la Virgen María, en las advocaciones de Ntra. Señora de Los Remedios y de la Consolación, para que Ella sea luz y faro para José Juan y para que su amor maternal nos ilumine a todos para seguir el camino que su Hijo Jesucristo desea para cada uno de nosotros.