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16 de mayo de 2021

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Hace bien poquito enterrábamos a dos de esos gastadores de suela a los que se refiere el Papa en su Mensaje para la 55 Jornada Mundial de las Comunicaciones. Se llamaban David Beriain y Roberto Fraile. Fueron asesinados mientras acompañaban, como empotrados, a una patrulla de Burkina Faso que trabaja contra la caza furtiva en el Tercer Mundo. Habían sido secuestrados después de una emboscada en una zona peligrosa repleta de bandidos y yihadistas.

David y Roberto simbolizan, precisamente, a esos periodistas a los que Francisco entrega la esperanza de una información veraz, pegada al terreno; que llegan donde no llegamos los demás, que nos abren los ojos, que nos muestran otras realidades alejadas de nuestro confort; que no se conforman, que no se callan, que no se paran; que quieren ir, ver, tocar, estar.

El Santo Padre vuelve a señalarnos un poco a todos: a los que pertenecemos a la profesión y, por lo tanto, estamos en este oficio para contar la verdad aunque sea incómoda y nos obligue a salir de la redacción, y también a los que reciben la información, claro, porque no basta con asomarse a esos medios empeñados en relatos endogámicos, predeterminados, partidistas y partidarios, que han olvidado a las bases de la sociedad para centrarse en las élites y en sus intereses de los que, por cierto, no están alejados las propias empresas de comunicación.

Ahora, sin ir más lejos, con la pandemia siendo dueña de las portadas del mundo entero, la prensa corre el riesgo de olvidarse de una parte para focalizar sus esfuerzos en las vacunas, la movilidad entre países, las recetas económicas para salir de la crisis, o la duración de la inmunidad al virus. Francisco vuelve a poner el dedo en la llaga cuando se pregunta quiénes distribuyen planetariamente las inyecciones, dónde van, dónde llegan primero, y quiénes y qué zonas quedarán atrás. Y acierta, otra vez, cuando recuerda la necesidad de preservar la dignidad de las personas que siguen haciendo cola cada mañana en Cáritas, por ejemplo, pero sobre todo la de no olvidar sus historias. Ir y ver. No nos queda otra.