14 de noviembre de 2021

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El Evangelio nos impulsa a estar especialmente atentos a las necesidades de las personas más vulnerables en un contexto en el que es más necesario que nunca. Así nos lo dice el Papa Francisco en su mensaje en la Jornada Mundial de los Pobres, donde nos invita a poner las vidas de estas personas en el centro del camino de la Iglesia para descubrir a Cristo en ellos y prestarles nuestra voz en sus causas. Se trata de recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos, en un momento en el que la pandemia ha agravado la situación de miles de personas en el mundo. Esta convocatoria llega además en otro momento clave en el que acaba de comenzar el sínodo «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión», que abre un nuevo tiempo de discernimiento y revisión de nuestro seguimiento de Jesús como Pue­blo de Dios.

La crisis generada por la COVID-19 ha provocado un agravamiento de las condiciones de vida ya degradados en la crisis anterior de 2008. Sus efectos han golpeado incluso con más fuerza a los que ya eran los más frágiles, a los que no han llegado las medidas del escudo social y ya no podían contar con el soporte de sus recursos propios de protección, desgastados en la Gran Recesión.

Hace tan solo unas semanas Cáritas presentaba el último informe Análisis y Perspectivas 2021 bajo el título “Sociedad expulsada y derecho a ingresos” en el que se constata que en 2021, año y medio después del estallido de la pandemia, son ya 11 millones las personas que se encuentran en situación de exclusión social en España. Esto revela un ensanchamiento del espacio de la exclusión, donde viven ahora 2,5 millones de personas nuevas respecto a 2018. Otra de las alertas del informe es que, por primera vez desde 2007, las personas en exclusión severa superan los 6 millones de personas, convirtiéndose en uno de los grandes damnificados por la COVID-19, con un incremento de casi 2 millones personas respecto del año 2018. 

Familias con niños, niñas y adolescentes en su seno, sobre todo numerosas o monomarentales, y población de origen inmigrante han sido los principales damnificados. Pero la pandemia también ha intensificado situaciones de exclusión críticas para las personas sin hogar, convirtiendo en crónica su obvia posición de desventaja. Esta realidad que afecta a aproximadamente 40.000 personas en España que cada vez ven más difícil poder salir de un círculo de pobreza y de la falta de oportunidades que día a día les va asfixiando más.

Esta realidad tiene nombres y apellidos, como José de 50 años, que  no tiene hogar y cree que a las personas en su situación se les vulneran todos sus derechos, aunque a él el que más le afecta es el del empleo. “No me contratan por la edad, ahora prefieren gente joven, con una edad que ellos consideran que se puede rendir más”, explica. Según cuenta, el no tener un empleo, hace que no tengas opción a las cosas más básicas, por ejemplo, tener una vivienda propia. “Nadie debería pasar por esta situación de calle, en donde muchas veces te agreden físicamente, te insultan, te roban, te miran con indiferencia”, concluye.

Otra persona sin hogar, también de nombre José, de 59 años, cree que la estigmatización que sufren las personas sin hogar es lo que les impide encontrar un empleo. Recogemos también la historia de Mamadoude, 26 años, y procedente de Guinea. No tiene papeles, y ese es su principal problema. “Estoy indocumentado, con lo cual no tengo derecho a salud fundamentalmente, que para mí es muy importante, si bien el resto de derechos (vivienda, empleo, protección social) también los tengo restringidos. Mi consulado no me ayuda en nada para poder obtener un pasaporte”. Historias muy duras, como la de Yaritza, que vive con su madre, y se ven obligadas a subalquilar la única habitación de su vivienda. “Estamos tirando de la pensión de mi madre. Nosotras tenemos que dormir en el sofá del salón. Desde Servicios Sociales me querrían gestionar una paga para los sin papeles, pero resulta que tengo el pasaporte caducado. Por la pandemia no he podido viajar al consulado y no me pueden gestionar la paga”.

El papa Francisco dice en su mensaje que un mercado que ignora o selecciona los principios éticos crea condiciones inhumanas que se abaten sobre las personas que ya viven en condiciones precarias, creando así nuevas trampas que afectan a los de siempre. Y es que la pobreza tiene muchas caras, lejos de poder entenderse solamente por la falta de ingresos. No se debe ver como el único producto del contexto económico, sino también como el producto de estructuras económicas y sociales que deterioran el empleo, afectan a la participación, rompen con redes sociales y traen consigo numerosos cambios sociales que no han sido suficientemente tomados en cuenta por las políticas públicas.

Por eso, como Iglesia en camino, creemos que esta jornada es el momento perfecto para reflexionar en comunidad sobre la presencia de los últimos entre no­sotros, facilitar un encuentro, escucharles y conocer mejor su sentir. Por eso te proponemos hacer una parada en el camino para tomar conciencia de cómo nos resuena hoy el mensaje de Jesús, ver cómo estamos res­pondiendo como comunidad cristiana a esa afirmación que nos recuerda nuestro hermano Francisco de «a los pobres los tenéis siempre con vosotros». 

Hablar de pobreza es hablar de personas, pero también es hablar de sus derechos. La pobreza es en sí misma un problema de derechos humanos urgente y es causa y consecuencia de violaciones de los derechos humanos. Por ello, reducir la pobreza y erradicarla debería ser una obligación de todas las sociedades.