11 de abril de 2022
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Este curso por cuestiones laborales estoy viviendo en primera persona los preparativos de la Semana Santa en Hellín y sí, este año toca, sin ninguna duda este año será especial. Ya se oyen los tambores redoblar en las calles, se oye también los lapiceros redoblar sobre los pupitres.
Se podría decir que hablar de Hellín es hablar de su Semana Santa, hay que ver con que pasión te cuentan como lo viven, como lo sienten, como lo trasmiten a los más pequeños. Es su seña de identidad.
En Hellín han sabido combinar en la Semana Santa la belleza de la liturgia de los Santos Oficios, con la expresión del arte religioso de sus procesiones y el redoble del tambor.
Comenzando con el Vía Crucis del viernes de Dolores hasta la Procesión del Encuentro del Domingo de Resurrección, decenas de actos se suceden y miles de tamborileros se echan a la calle.
Me cuentan que es una Semana Santa que se vive con los 5 sentidos, que la pasión te envuelve y llena de emociones y que no me puedo ir sin probar sus empanadillas, el mojete y sus panecicos con su miel y sus piñones.
Pero por lo que me dicen lo más importante de la Semana Santa es volver a vivir en profundidad nuestra fe cristiana. Es un momento privilegiado y único para manifestar la fe que da sentido a nuestra vida.
En Semana Santa hacemos «memoria actualizada» de una historia cierta y precisa: la de Jesús de Nazaret, al que confesamos como Hijo de Dios que murió y resucitó por nosotros.
Son días para vivir la fe y sacarla a la calle con orgullo. Contemplemos estos días los desfiles procesionales y dejemos que el redoble nos envuelva, gustemos de la compañía y la gastronomía compartida, pero sobre todo aprovechemos estos días para acercarnos más a Jesucristo caminando con él por los misterios de su Pasión y Muerte.