7 de mayo de 2023

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D. José Ignacio Munilla Aguirre, obispo de Orihuela-Alicante, ha participado en el I Encuentro Diocesano de Familias “Familia, Hogar de Misericordia”, organizado por la Delegación Diocesana de Familia y Vida.

D. José Ignacio, ha venido a Albacete para hablar de un tema tan importante para todos como es la familia.

Sí. En el fondo hay dos tipos de personas: unas para las que es más determinante en su vida la familia que el mundo -que la calle, si queremos decirlo así-, y otras para quienes influye más el mundo que su familia. La clave está en fiarnos de que el lugar en el que somos más queridos incondicionalmente, en el que nos quieren realmente por lo que somos y no por lo que podamos obtener de nosotros, es la familia. Hace poco, tuve el caso de una persona que vino a pedirme un consejo. Le dije: te voy a dar el consejo que le daría a mi sobrina. Eché mano del ejemplo familiar porque tenía que proponerle algo que ha de ser descubierto que es por tu bien, porque quien bien te quiere te propone un ideal de santidad. Creo que esto es lo que tenemos que descubrir en la familia: que somos capaces de ayudarnos a vivir grandes ideales de superación de nosotros mismos.

Ha hablado de que las familias sean ese hogar, ese espacio donde se viva especialmente la misericordia de Dios.

Sí. Sería bueno que apliquemos las obras de misericordia al seno de la familia, -las siete espirituales y las siete corporales-, porque generalmente las hemos pensado para hacerlas con los de fuera, y creo que no somos verdaderamente misericordiosos si no comenzamos por casa. La caridad bien entendida tiene que comenzar por la familia. En la familia, por una parte, se nos quiere tal y como somos: sin estar esperando a que  seas bueno para quererte, ya te quieren. Y, por otra parte, en la familia existe una corrección que no existe en el resto del mundo, porque, precisamente porque eres amado, por eso eres corregido.

En casa, cuánto nos cuesta a veces tener esa misericordia, practicar esa amabilidad en el día a día…

Y es una gran paradoja que a veces uno reserve lo peor de sí mismo para las personas que más le quieren. Esto muestra que ahí hay cosas que hay que afrontar, heridas que no se han abordado o un proceso de maduración mal construido. Tenemos los Centros de Orientación Familiar, donde uno debe de acudir si le pasa eso, y pedir ayuda.

También se ha referido a la familia como iglesia doméstica, transmisora de la fe.

Creo que la forma más frecuente de la transmisión de la fe es por contagio: cuando uno ve a una persona a la que quiere entrañablemente, que es tan buena para mí, que lo ha dado todo por mí, y ve también que esa bondad está fundada en su fe en Dios, es un argumento muy grande. La capacidad testimonial que podemos tener en el seno de la familia es grande.

D. José Ignacio, ¿cómo vivir hoy en familia, en familia cristiana?

Yo sugeriría no acostumbrarnos a la familia, es decir, que caigamos en la cuenta de que en ella tenemos el mayor recurso hacia la santidad. Hacerse la pregunta sobre qué sería de mí, qué hubiese sido de mí si yo no hubiese nacido o crecido en el seno de la familia, es adentrarse en la conciencia de qué tengo yo que no haya recibido, si todo es don, si todo es gracia. Pensar en la familia es suscitar la sensibilidad y la gratitud.