26 de abril de 2020
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Lo confieso. He tenido días y momentos de desánimo. Después de rezar con confianza por la salud de algunos feligreses y conocidos amigos, en lugar de recuperar la salud, han muerto. “Nosotros esperábamos que él iba a liberar”. Y aparece la tentación de que Dios no me ha escuchado, o que la esperanza que he tenido o alentado a tener a otros ha sido vana. Y hoy con claridad y cariño resuena en mis oídos la reprensión de Jesús: ¡Que necio y torpe eres! Una corrección que el Señor me hace hoy en un doble sentido. Primero porque la salvación y la redención que Dios promete no se fundamenta en que la historia hubiera sido de otra manera. En el camino de Emaús, Jesús no intenta convencer a los discípulos de que las cosas no han sido como ellos las han visto. Les ayuda a descubrir, en lo que han vivido esos días, ese hilo invisible del amor misericordioso de buen Padre Dios, revelado en las Escrituras, que no consiste en que los problemas se solucionan mágicamente haciendo que no hubieran existido, sino que se realiza en que Dios mismo los vive con nosotros y en nosotros: “Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos”. Y en segundo lugar porque la presencia de Jesús a nuestro lado nos invita a entender los mismos acontecimientos vividos buscando en ellos la acción de Dios. ¿Cuántas veces he aconsejado no dejar de buscar cada día los motivos para dar gracias a Dios y a veces no he sido capaz de hacerlo? Cuando dejo que sea Jesús el que me explique las cosas entonces es verdad que arde el corazón. Y entonces soy capaz de ver tanta generosidad y entrega, tanta impotencia ofrecida y vivida por amor, tantos gestos que cuentan….De saber de tantos enfermos por los que hemos rezado y se han curado. Y como sacerdote quiero agradecer también de corazón el hambre de Eucaristía que tantos me manifiestan para no dejar de dar gracias por la posibilidad de celebrarla a diario y reconocer a Jesús “al partir el pan”: el de la eucaristía y el que a diario se parte en la vida entregada de tantos hermanos. “Es verdad, ha resucitado el Señor” La muerte no tiene la última palabra. ¡Gracias!