18 de abril de 2021
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El concierto es una composición musical para orquesta donde hay un instrumento solista que alterna con la orquesta. Para escucharlo, saborearlo y vivirlo necesitamos un clima de silencio, de atención y concentración.
El concierto suele tener tres movimientos con su ritmo distinto y en cada uno de ellos hay una frase especial que se llama motivo musical o leitmotiv. Desde esta situación quiero hacer una aplicación al Misterio Pascual de Cristo que hemos celebrado en la Iglesia.
Se ha dicho que “la música es el corazón de la vida” (Listz), y los cristianos decimos que el Misterio Pascual, pasión-muerte y resurrección de Cristo, es el corazón de los cristianos, el corazón de la Iglesia, el corazón de cada comunidad parroquial. Todo el Año Litúrgico arranca y gira en torno al Misterio Pascual de Cristo.
Cristo es el gran solista de la ingente orquesta que suena en este especial concierto del Misterio Pascual. Son tres días…, son tres movimientos de gran colorido musical. Hay sonidos discordantes, hay sonidos silenciosos…, hay sonidos de muerte y sonidos de vida…, de alegría, de esperanza, de resurrección. Para distinguirlos, entenderlos e identificarnos con ellos necesitamos hacer un gran silencio, necesitamos mucha atención y concentración.
Primer Movimiento
Hay una gran expectación en el ambiente, el público guarda silencio, la orquesta está atenta, muy atenta. El director es el músico solista, y el solista coincide con el director…, Suenan los primeros compases. Son compase tranquilos, solemnes, majestuosos. Son como las llamadas de la Quinta Sinfonía de Beethoven que captan la atención de todo el auditorio. En estos primeros compases está encerrada toda la idea y tema del concierto… “Jesús, sabiendo que había venido de Dios y que a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ciñó una toalla; echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que llevaba ceñida. ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? También vosotros debéis lavaros los pies unos a otros, porque os he dado ejemplo para que hagáis vosotros lo mismo que yo he hecho… Dichosos vosotros si lo cumplís” (Juan 13, 1-17)
El impacto, la dirección, la ejecución del solista fue tan perfecta que la sala, el público, sólo pudo comentar en voz baja la fuerza dramática y sonora de lo que acababan de escuchar. Nunca habían escuchado ni visto nada igual. Estaban gozosamente asombrados de aquel primer movimiento musical. Esperaban ahora con avidez el segundo movimiento de aquel concierto tan extraño, tan maravilloso, tan extraordinario y tan sublime… (Dejamos una semana para escuchar y saborear el texto del Jueves Santo: “Nosotros, nosotros, hemos de gloriarnos en la cruz de nuestro Seños Jesucristo, en él está nuestra salvación, vida y resurrección; él nos ha salvado y liberado; él nos ha salvado y liberado”).
Segundo Movimiento
Por la actitud del músico solista parecía que no iba a intervenir mucho en este segundo movimiento. Era la orquesta toda la que alternaban sus intervenciones musicales. Ellos eran los protagonistas… Se notaba que faltaba técnica… No podían competir con el músico solista. ¿Estaban molestos con él? ¿Le tenían envidia?… De nuevo subió a la tarima del director el solista…, cogió su instrumento… La gente, el público, hizo silencio…, mucho silencio…, un gran y expectante silencio… Comenzó a dirigir…. Sus manos…, sus gestos…, sus movimientos…, toda su persona transmitía equilibrio, dominio…, admiración…, paz y serenidad… Sonaron los primeros compases del segundo movimiento… ¡Qué melodía más dulce y a la vez apasionada…! Aquella melodía traspasaba el alma… Sonaba la cuerda que inició el violonchelo… Le respondía e contrabajo que parecía salir del fondo de la tierra… Y esa misma melodía la repetían los violines que transportaban al público al séptimo cielo, a la séptima “morada”, como diría Santa Teresa de Jesús… ¡Nunca, nunca se había oído nada igual!… El solista repetía y repetía con verdadero dominio de la situación y sabiendo muy bien lo que tenía entre manos y sabiendo a la vez la trascendental importancia de la frase musical que estaba interpretando, el leitmotiv de aquel segundo movimiento del concierto…
El músico solista estaba muy interesado en que todo el mundo, los que se encontraban entonces allí presentes en el auditorio, y los que después lo oirían, captasen…, entendiesen…, y retuvieran para siempre aquella frase musical: “Padre a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas, 23, 46) ¡Qué frase musical más dulce!… ¡Cuánta paz y serenidad respiraba y transmitía el solista con aquella melodía!…
Lo mejor era guardar silencio, un silencio profundo para que siguieran resonando en el fondo del alma aquellas notas de la música divina: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” … Se hizo el silencio…, un grande y sonoro silencio ambiental… El público se le había entregado silenciosa y gozosamente…
Y así concluyó el segundo movimiento del inolvidable concierto del Misterio Pascual.
Nota: Sería muy conveniente escuchar si es posible un responsorio de Tomás Luis de Vitoria o de Palestina y a la vez leer y meditar con tranquilidad estos textos bíblicos y litúrgicos: “Cristo por nosotros se sometió incluso a la muerte y una muerte de cruz; por eso Dios lo levantó y le concedió el nombre sobre todo nombre”. Y, “Pueblo mío, ¿qué te he hecho; pueblo mío, ¿en qué te he ofendido? Pueblo mío, respóndeme, respóndeme”.
Tercer movimiento
El concierto no podía quedar “inacabado” como la 7ª sinfonía se Schubert. El tercer movimiento tendría que ser muy especial de acuerdo con los dos movimientos anteriores. Tendría que ser algo apoteósico, ¡Y claro que lo fue! Nadie se quedó defraudado.
Desde el comienzo, la orquesta atacó con decisión, con fuerza, con entusiasmo los primeros compases que serían como un gran motivo musical de todo el tercer movimiento. Sería una música descriptiva como lo es el Moldava de Smetana, como el Bolero de Ravel que se repite y repite muchas veces. Tendrían que sonar alternando tutti las trompetas, los trombones, los timbales…, toda la percusión unida a la cuerda de los violines, chelos y bajos con el ronco y profundo de las trompas y fagots. Serían variaciones sobre el mismo tema. Aquello sería mucho más que la Gran Pascua Rusa de Rimski-Korsakov…, y también mucho más, con todo lo que es, que el inmortal Alleluya de Haendel donde el coro y la orquesta se unen y rivalizan con fuerza, con coraje, con alegría e ilusión para cantar la gran noticia.
A la frase musical del solista y director, “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí: HA RESUCITADO”. (Lc 24, 6), respondía con fuerza vibrante y contagiosa toda la orquesta: “Id por el mundo entero pregonando la buena noticia a toda la humanidad” (Mc 16, 15). Aquello parecía el Movimiento continuo de Paganini. El público, entusiasmado, se unió espontáneamente a la orquesta y haciendo de gran coro apoyaba y enriquecía todo aquel motivo musical del tercer movimiento: HA RESUCITADO. Aquello era el cielo en la tierra, y la tierra unida al cielo como en el libro del Apocalipsis, que vitoreaba y aplaudía fuertemente la extraordinaria ejecución del músico solista: “Todo lo había hecho bien”. Había sido una ejecución precisa y preciosa…, delicada y profunda. Cada nota había sido ejecutada con los matices que el autor de la partitura había escrito. Nadie lo hubiera podido hacer mejor. Nadie, desde entonces, lo ha podido igualar, ni mucho menos, superar. El público, puesto en pie, aplaudió por horas y horas. Salieron de allí cantando y llevando por todo el mundo el mensaje de aquel gran concierto.
Desde aquel día en todo el mundo y por millones de personas de toda raza, de toda lengua y de toda condición se escucha aquel estribillo que puso en pie a cientos y miles de personas que asistieron por vez primera al célebre Concierto del Misterio Pascual en tres tiempos: ¡HA RESUCITADO…, HA RESUCITADO… ALELUYA! Es un estribillo que transforma y alegra la vida de los que lo cantan con fe.
¿Sabéis por qué?… Porque el músico solista de este concierto les dijo y nos dijo: “Ánimo, yo estoy con vosotros, y yo estaré siempre con vosotros hasta el final de los tiempos”. (Nota: Se puede escuchar el Aleluya de Haendel).